Capítulo 18

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—Ya se cumple un mes de las sesiones. ¿Cómo sientes que te está yendo?

—Bien. Hace mucho no tomo alcohol.

Taeda asiente, cruzándose de piernas mientras busca algo en su libreta.

Otra vez está en ese molesto consultorio. Kiyoomi no tiene problemas con ello, sin embargo odia la decoración. Definitivamente a esos muebles le hace falta limpieza y abrir las ventanas.

—¿Y cómo estás con el tema de los gérmenes y demás? —pregunta otra vez, sacándolo de su consciencia.

—No me siento tan obsesivo ya, pero de vez en cuando limpio para desestresarme —responde sincero, observándolo—. Anoche Atsumu me ayudó a limpiar y estoy feliz por eso.

—Supongo es un logro para ti.

—Y para él. Odia hacer las tareas de la casa —responde asintiendo. Taeda suelta una risa y lo mira.

—¿Crees que eres capaz de empezar a andar por la calle sin el cubrebocas? —Omi niega—. Está bien, no hay problema. Todo esto es un proceso lentísimo pero no dañino. Lo bueno que tienes tú es que todos estos problemas que has ido presentando, es decir, la misofobia y el alcoholismo, son leves y tratables.

De su libreta, saca una pequeña tarjeta y comienza a anotar lo mismo en una de las hojas. Omi vuelve a perderse en el diseño de la habitación, recordando que Hinata está sentado afuera esperándolo. Atsumu todavía no ha ido, el pelinegro no se siente cómodo llevándolo al lugar donde tratan sus problemas. Sin embargo, sabe que en algún momento logrará romper esa vergüenza y le presentará al doctor Taeda.

—Bien, aquí tienes la dirección de un centro de rehabilitación —Ante la mirada horrorizada de Omi, Taeda rueda los ojos—. No es porque sea un problema grave, ni siquiera te irás a internar. Simplemente es para que charles y te expreses mejor, siendo escuchado por los especialistas del centro.

—Está bien...

—Tus sesiones serán los jueves. Solo irás cuatro veces, sé que con eso será suficiente. El guía de ese centro se llama Takiro, su número está en la tarjeta por si tienes dudas o algo por el estilo.

—¿Seguiré siendo tu paciente?

—Claro que sí. Si mejoras, con suerte dejarás de ser atendido, pero si vemos que estás empeorando, las sesiones a la semana se extenderán y con ello el tiempo —explica mirando a Kiyoomi. Este asiente—. Eso es todo, ¿tienes alguna otra duda?

—No realmente.

—Entonces ya te puedes ir. La sesión terminó.

—¿Te veo pasado mañana?

—Sí. Pero si necesitas hablar, puedes llamarme entre los horarios de las ocho a las diez. También puedes escribirme, si es con urgencia, me mandas muchos mensajes hasta que te responda, ¿si?

Taeda se levanta y Omi lo sigue, todavía incómodo.

—No quiero molestarlo...

—No lo haces —El hombre lo mira serio—. Si bien no es mi trabajo porque estamos afuera del consultorio, no tengo problema con ayudar a mis pacientes, ese es mi trabajo después de todo —explica indiferente, abriendo la puerta.

Sakusa ve a Hinata alzar la mirada de su teléfono y dice:

—Gracias, Taeda-san.

—Un placer. Te veo en dos días. Cuídate y por favor, no tomes, ¿si? Lo estás haciendo muy bien.

Unas palmadas en su espalda y le da un suave empujón. Omi asiente y agita su mano en su dirección, sonriendo levemente pero de manera forzada. Hinata comienza a caminar a su lado, igual de curioso que siempre.

—¿Cómo te fue?

—Bien, supongo. El jueves tengo que ir a un centro de rehabilitación para hablar con un guía o algo así —explica observando la tarjeta entre sus dedos.

—Oh.

—No es nada malo, Taeda-san me lo dijo. Básicamente quiere que me exprese mejor, dice que me ayudará más —Omi se encoge de hombros y asiente—. ¿Nos vamos a tu casa o a desayunar algo?

—Desayunemos, Omi-san. Muero de hambre.

—¿Hay que buscar a Kageyama? —Hinata niega—. Hoy no entrena, ¿pasó algo?

—Solo no tengo ganas de verlo, así que vamos.

El tema parece disgustar a Hinata, así que Omi no habla más. De todos modos, en el camino al auto piensa qué puede haber pasado; una posible pelea entre los pajaritos enamorados —como les dice porque recuerda que eran cuervos cuando iban a Karasuno—, asume rápidamente que es por lo que pasó. Ese suceso que no suele tocarse por más que Hinata lo quiera, lo que lo hace pensar que sus amigos son estúpidos; Si saben que hablar de eso le hace bien al hombre, ¿por qué no escucharlo?

Piensa que es un hecho muy fuerte, algo que los marcó tanto a ellos como a su relación. Omi recuerda sorprenderse cuando, tiempo después del suceso, vio a Kageyama y a Hinata todavía juntos. Su madre solía decir que las parejas que pasaban por el fallecimiento de un hijo no duraban después de eso. Y lo había notado en amigos de sus padres o conocidos de otros conocidos. Quizá el amor entre ellos era lo suficientemente fuerte o quizá tampoco tocaban el tema y Hinata nunca podía hablar.

—¿Vamos a tomar café?

Omi parpadea, volviendo a la realidad. Hinata está a su lado, con sus piernas cruzadas sobre el asiento y observando su teléfono desinteresado. Recuerda que están yendo a desayunar, así que se encoge de hombros.

—¿Tú quieres tomar café?

Hinata se le queda viendo unos segundos y niega. Omi solo espera a que diga algo más.

—Tengo ganas de tomar algo fresco.

Entonces la mañana se pasa realmente rápido. Hablan de muchas cosas y Omi se siente orgulloso al verlo sonreír otra vez; se conforma incluso aunque sea una sonrisa falsa. Sin embargo, con el pasar del tiempo, se va dando cuenta que algo anda mal. El rostro de Hinata cada vez luce más angustiado.

—Oye.

Omi no es el mejor con las palabras.

—Atsumu ya tiene que haber llegado a casa... ¿quieres ir con él?

Pero hace lo que puede.

Por eso no se sorprende cuando abre la puerta y Hinata corre a los brazos del teñido, rompiendo en llanto. Según lo que entiende por Atsumu, es que esto es una costumbre para él. Quizá es uno de esos días donde Hinata ya no puede aguantar más su silencio y tiene que hablar.

The Baby and The Sugar Baby | Sakuatsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora