Capítulo 12

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Lucen realmente intimidantes cuando están enojados.

Su reloj marca las seis de la mañana y está parado enfrente de la puerta de una de las persona que más lo odia ahora seguramente.

Hinata Shoyo está de brazos cruzados, mirándolo con una clara mueca en sus labios. Aunque no está solo, Kageyama Tobio, su novio, está atrás de él, solo mirándolo en silencio con el ceño fruncido. Y aunque Kiyoomi sea más alto que los dos, se siente pequeño frente a ellos.

—Te voy a ayudar, Omi. Pero que sepas que si lo arruinas, te mataré.

—Está bien...

Kageyama y Hinata se hacen a un lado, dejándolo pasar. Su casa es sorpresivamente ordenada para ser el dúo de salvajes que son: Si bien es solo un departamento moderno, se puede notar que es su hogar. Hay fotos de ellos y de sus amigos colgadas, un reloj que tiene forma de pelota de voley y un perrito durmiendo en una camita al lado de una estufa. Ese es Mochi, un Jack Rusell Terrier blanco con manchas marrones. Según Kiyoomi recuerda, es el regalo de Kageyama cuando se enteraron que iban a tener un bebé, aunque claramente nunca pudieron llegar a tenerlo.

—Hay ropa en el sofá y unas mantas. Necesitas dormir un poco —dice Hinata luego de que entraran a casa—. También ve a bañarte, así se te va el frío.

—Gracias —Lo mira y Hinata niega.

—Agradeceme cuando estés bien.

Omi se baña rápido, aunque piensa lento. Se siente un grandísimo idiota por haber dicho lo que dijo cuando peleó con Atsumu.

Sí, que la noticia cambió su vida explícitamente. Y el hecho de pensar en hacerse cargo de un bebé —su hijo— es todo un tema extenso. Tiene que pensar en todo: cómo lo cuidará, cómo pagará sus estudios, cómo lo criará. Son tantos factores que se ha sentido muy abrumado, explotando en el baño del teñido a gritos.

Realmente quedó sorprendido ante las palabras de Atsumu. La noticia es abrumante y se pregunta si el teñido piensa lo mismo que él; lo que probablemente es peor, ya que sus situaciones son distintas. Atsumu lleva el bebé, a diferencia de él. Sin embargo, piensa que esto es increíble. Un niño con sus genes combinados es increíble, pero tiene miedo de arruinar todo.

Tener un hijo no es como tener un perro. No puede comparar a Mochi con el bebé. De ahora en adelante, si se hará cargo, tiene que pensar todo. Deberá cuidarse de sus palabras y sus acciones, porque por muchos años, él y Atsumu serán los modelos a seguir de su hijo y no pueden criarlo mal. Tendrían que enseñarle un millón de cosas, muchas reglas éticas y morales. Todo debería salir perfecto y Kiyoomi teme fallar.

Teme pensar que su hijo, cuando tenga dieciséis años y ellos no lo dejen ir a una fiesta a las tres de la mañana, les grite que los odie. Teme pensar en que se lastimará y tendrán que ir corriendo al hospital. Y no quiere pasar por esos miedos y todos los que vienen, pero tampoco quiere dejar solo a Atsumu en un momento tan importante.

Sus padres lo criaron con el pensamiento de que si haces algo, debes hacerte cargo también de sus consecuencias. Y Kiyoomi lo sabe bien; la idea de hacerse cargo de su hijo no es algo que ponga en duda. Sabe que debe criarlo de alguna forma, estando o no presente, pero tiene miedo de mejorar y que Atsumu no lo reciba. No le gusta estar peleado seriamente con él, no quiere llegar a pensar en una vida sin él a su lado criando al bebé —pero no es como si estuviera enamorado, lo dice respecto a la crianza del niño o niña.

Ahora piensa que debería estar con Atsumu, abrazándolo y probablemente peleando por si será una niña o un niño. Pero está en una baño ajeno, secando su cuerpo y planeando cómo terminar con su adicción al alcohol. Es odioso, detesta la situación. ¿Por qué no puede ser normal y llevar una vida tranquila? Quiere estar al lado de Atsumu ahora, así que piensa que tiene que mejorar rápido para así poder estar tranquilo con el teñido, en cual no puede evitar pensar cómo estará yendo con todo eso.

Cuando sale del baño, Hinata está terminando de armar su cama en el sofá. En la mesita frente a este hay dos tazas de chocolate caliente.

—¿Y Kageyama?

—Se fue a entrenar —dice el pelinaranja, dejando la almohada en la punta del sofá—. Hizo chocolate caliente antes de irse.

—Ah sí, gracias —murmuró tomando uno y sentándose en uno de los sofás del costado—. Hinata.

—¿Si?

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Seguro.

—¿Cómo reaccionó Kageyama cuando le dijiste que iban a ser padres?

La pregunta parece congelarlo, tanto que deja de acomodar las sábanas para darse vuelta y sonreírle con tristeza manchando su cara. Kiyoomi lo mira tímido, aún sabiendo que el tema es algo que se puede tocar, casi nunca hablan de él por más que Hinata quiera hacerlo. Todos se incomodan a su alrededor por la pena del hombre, excepto Omi.

—Él...

Toma la taza y se sienta en el sofá de enfrente, pegando sus piernas a su pecho y perdiendo su mirada en el chocolate.

—Él estaba muy feliz.

—¿Y no tuvieron miedo en ningún momento?

—Bueno, al principio entramos en pánico porque no sabíamos qué íbamos a hacer —respondió sin mirarlo—. Kageyama tenía mucho miedo de fallar como padre o cosas así.

—¿Y cómo superaron eso?

Hinata alza la vista.

—Lo hablamos. Muchísimo —suspiró, desviando otra vez la mirada—. Hubieron momentos feos... era levantarse a la madrugada porque uno de los dos lloraba porque en serio teníamos miedo, hasta que con cada cosa que íbamos viendo del bebé, el miedo comenzaba a irse. Es todo un proceso pero yo creo que el miedo siempre va a estar presente, incluso aunque tu hijo tenga treinta años.

Kiyoomi asiente, pensativo.

—¿Por qué lo preguntas?

Hinata da un sorbo a su chocolate y lo mira afectado por el tema anterior. Sakusa se encoge de hombros, suspirando.

—Arruiné todo con Atsumu.

—Lo sé.

—Y no sé cómo remediarlo. Me equivoqué en lo que dije pero no tengo idea de cómo haré para que él me crea... ¿Tú crees que en algún momento las cosas se mejoren?

—Todo, eventualmente, mejora —Hinata suspiró—. La situación está como la mierda pero llegará el momento en el que los dos dejarán de sufrir —Kiyoomi asintió, pensativo—. Pero creo que todo cambiaría muchísimo si tú le demuestras tu mejora a Atsumu.

—Temo no poder hacerlo —Suelta sincero, bajando la mirada—. Tengo miedo de arruinar todo.

—Ya lo hiciste —Hinata es igual de honesto—. Pero puedes arreglarlo. Puedes ganarte la confianza de Atsumu otra vez.

—Es que no me da la cara —Tiene una sonrisa triste, haciendo suspirar al chico frente a él—. Siento que si me ve, me golpeará.

—Probablemente lo haga o quizá solo llore porque te necesita —se encogió de hombros, levantándose—. Y se supone que no debería decirte esto, pero Atsumu fue a hacerse su primera ecografía de primer mes.

Kiyoomi siente su corazón detenerse.

—¿En serio? —pregunta mirándolo preocupado—. ¿Y-y cómo le fué? ¿El bebé está bien? ¿Él está bien?

Hinata asiente y el pelinegro suelta un suspiro aliviado.

The Baby and The Sugar Baby | Sakuatsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora