Capítulo 11

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Atsumu recuerda su primera segunda vez con Kiyoomi. Lo que pasó después de estar en el baño de la fiesta de inauguración de los MSBY, la semana en la que hablaron de qué serían.

—Entonces, ¿no te molesta nada?

—No realmente.

Una conversación que marcaría el resto de sus vidas estaba dándose mientras Atsumu estaba encima de Kiyoomi, sintiendo su rodilla clavarse en su parte inferior. Atsumu jadeaba de vez en cuando, sosteniéndose mientras intentaba prestarle atención al pelinegro.

—Eso es bueno —Sakusa había sonreído, observando el rostro sonrojado del teñido—. Porque quiero probar muchas cosas contigo.

—Qué... ah, qué bien.

Recuerda todo con detalles y suspira, observando por su ventana. Es verano y de noche, pero está lloviendo y siente un poco de frío. Aún así, no se moverá de ahí: Le guta sentarse al lado de esta y observar en dirección a la calle, incluso aunque ahora esté mojándose un poco porque está abierta.

—¿Qué tal si te conviertes en mi bebé?

Kiyoomi había preguntado, amasando su cintura con sus dedos mientras Atsumu seguía gimiendo sobre él. Los dos tenían experiencia, pero se notaba que el pelinegro aún más, lo que lo sorprendió porque pensó que era todo anti gérmenes y sudoración. Supuso que se equivocó.

—¿Q-qué?

—En inglés se dice sugar baby.

—¿Ahora serás mi daddy o qué? —preguntó frotándose sobre la pierna del pelinegro, como si, de alguna manera, lo estuviera montando—. Omi-kun, ya sácame esto.

Había soltado una risa ronca y le había hecho caso, desponjándolo de su pantalón y dejando que solo su cuerpo se cubriera con su camiseta. Atsumu respiró tranquilo cuando su erección se liberó del apriete de su bóxer y ni siquiera prestó atención a cuando Kiyoomi metió sus dedos en su boca.

—¿Quieres que lo sea?

—Me gustaría...

Murmuró mordiendo su labio inferior y sintiendo los dedos del pelinegro tantear su entrada. Atsumu dijo algo más incomprensible y gimoteó cuando el dedo índice de Kiyoomi comenzó a entrar en él, quemando su interior y haciéndolo erizar si piel.

Su relación había empezado así. Y Atsumu estaba tan bien con eso, pero ahora debía aprender a vivir sin él. Es triste, a decir verdad. Extraña estar con Omi en todo sentido. ¿Pero qué más puede hacer? Seguro el idiota está emborrachándose en un bar, con mujeres a su alrededor.

Y la verdad es que lo que Atsumu piensa no está tan lejos de la realidad. Es de noche, la música retumba en sus oídos y manos finas y suaves se colan por su camisa negra de seda. Hay olor a alcohol, probablemente es de la botella que está en la mesa. Cuando sus ojos enfocan lo que hay frente a él, se sorprende al encontrarse una cabellera rubia y sonríe. Está tan borracho que no se da cuenta que la persona que está sobre él, no es en realidad a quien quiere.

Piensa que Atsumu ya está sentado en su regazo, así que no duda en esconder su rostro en su cuello y acariciar su espalda baja, dejando que sus manos lleguen hasta su trasero y lo masajeen, robándole una risa suave. Kiyoomi sonríe ante esto, besando su piel hasta llegar a sus hombros y volviendo a iniciar su recorrido.

—No se permiten marcas... —susurra sobre su oreja.

Kiyoomi frunce su ceño, preguntándose desde cuándo Atsumu le dice qué hacer y qué no, o desde cuándo no le gustan las marcas. Recuerda fugazmente hablar con él y este decirle que le gustan los chupetones pero no mientras sean excesivos en una zona específica. ¿Cómo es eso de que no se permiten? No entiende y no dudará en preguntarle, así que saca su rostro del escondite del hombre y lo mira con sus ojos entrecerrados y un puchero en sus labios.

—¿Desde cuándo...? —pregunta metiendo una de manos adentro de las bragas... ¿Bragas?—. ¿Desde cuándo no puedo hacer lo que yo quiera con tu cuerpo, Atsumu? —murmura tomando sus mejillas con la mano restante.

—No me llamo Atsumu, cariño... Soy Diara.

Ella ríe, acariciando su nuca. Kiyoomi abre los ojos bien, dándose cuenta que la cabellera rubia frente a él es de una mujer que no se parece en nada a Atsumu. Ella sonríe tan falsamente que le da náuseas. Este es no es Atsumu, ¿por qué la está tocando?

Saca sus manos y la levanta, dejándola a su lado de un solo envión. Ella ríe porque está igual de borracha (o pretende) que él. Kiyoomi se da cuenta que no tiene mucha ropa más que un conjunto de ropa interior con lencería y esas tiras que se conectan desde su braga con sus medias. Ese no es el cuerpo de Atsumu, ni su rostro, ni su cabello y mucho menos sus ojos.

Entonces mira a su alrededor. Las botellas de whisky y vodka sobre la mesa, él sentado en un sofá con iluminación nula y toda la gente a su alrededor bailando. Está en el club nocturno, por eso él está con ella. Y se siente mal.

Se levanta sin pensarlo, ignorando la pregunta confundida de la mujer y comienza a caminar, chocándose con la gente. Reconoce a algunas personas por el tono de su voz, pero sigue ignorando a todo el mundo. Quiere salir de él, necesita respirar aire que no esté contaminado.

Abre la puerta de salida de emergencia, esa que se encuentra en un pasillo y solo debes empujarla para abrirla. Respira hondo y suelta un jadeo, dándose cuenta que está lloviendo. Hace varios días el clima está así, quizá es porque están entrando en otoño y el verano, lentamente, comienza a despedirse.

De todos modos no le importa. Está comenzando a morirse de frío pero no le interesa en lo más mínimo, solo quiere respirar y sacar el alcohol de su sistema. Quiere olvidarse de lo que acaba de pasar adentro del club, porque se siente sucio y se arrepiente de haber tocado a alguien más que no es Atsumu.

¿Por qué está ahí, en primer lugar? Debería estar con el teñido, abrazándolo mientras duerme. Pero como es un idiota, que se deja llevar en vez de pensar, está ahí parado. Oliendo a alcohol y otras cosas que no quiere ni saber qué son.

No piensa dos veces en sacar su teléfono y marcar el número de la segunda persona que no quiere verlo ni en retrato.

—Son las cinco de la mañana, ¿por qué me molestas?

—Necesito tu ayuda —balbucea apoyándose contra una pared—. Por favor, ayúdame.

—¿A qué?

—A cambiar —Suelta un sollozo, arrastrando su espalda por la pared y cayendo sentado en el suelo—. Por favor, necesito ayuda...

La línea queda en silencio. Kiyoomi cierra sus ojos, limpiando sus lágrimas y dejando que las gotas de agua entren por su camisa, erizando su piel.

—Por favor, ayúdame. Quiero cambiar... quiero ser alguien bueno para Atsumu y para el bebé, por favor...

The Baby and The Sugar Baby | Sakuatsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora