Capítulo 5

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Nunca pensó que saldría del hospital junto a Omi. De todos los escenarios que puede haber imaginado en su cabeza, este no estaba escrito.

El silencio con Kiyoomi es incómodo. Pura tensión que lo hace querer huir de ahí. Ninguno de los dos sabe qué decir o cómo actuar: La situación es tan extraña que las palabras no salen de su boca.

—Te... llevo a tu casa.

Es lo mínimo que puede hacer, piensa Kiyoomi. Le abre la puerta de copiloto a Atsumu y deja que se suba, ignorando su mirada avergonzada.

Piensa que quizá en el auto tengan algún tema de conversación, pero la extroversión de Atsumu está escondida junto al bebé. No sabe qué decir y se pone nervioso constantemente, intentando, a su vez, calmarse para no causar problemas con el niño que está cargando.

Porque sí, sabe que es un niño. Y nadie le hará cambiar de opinión.

—Sabes —dice cuando el auto de Omi se estaciona enfrente de su departamento—. Si vamos a estar así durante nueve meses, me vas a matar, Omi-kun.

Intenta no perder su sentido del humor a pesar del mal ambiente que hay entre ellos.

Omi aprieta sus labios y sonríe duramente, como si quisiera demostrar que todo está bien. Que no hay un huracán formándose adentro de él.

Como no hay una respuesta ante su comentario, Atsumu decide abrir la boca otra vez:

—¿Qué me ibas a decir en el hospital?

—¿Cuándo?

—Antes de que llegara la enfermera.

—Oh... —Omi lo mira—. Te iba a proponer vivir juntos durante el proceso de embarazo.

Dice nervioso. Atsumu lo sabe porque está jugando con el lóbulo de su oreja.

—Bien.

Acepta sin pensarlo.

—Pero tú vivirás conmigo.

Ahora es cuando Omi se siente más confundido que nervioso. Si tiene que ser sincero, nunca pensó que tendría una conversación como esa, a las diez de la noche, en su auto, con Atsumu Miya. La situación cada vez se estaba poniendo más rara y él era lento, porque recién ahora estaba procesando que iba a ser padre.

Los ojos de Atsumu se clavan sobre los de él con seriedad. Él no está bromeando; realmente aceptó vivir juntos pero con la condición de convivir bajo el mismo techo de su departamento. A Kiyoomi no le gusta eso. El hecho de tener que mover parte de sus cosas a la casa de Atsumu le da pereza, sabe que no se sentirá cómodo si no es su propio departamento.

Pero discutir con Atsumu... Es todo un tema.

—¿Por qué?

—Porque yo soy el que está cargando el bebé —responde indiferente, abriendo la puerta y saliendo del auto. Sakusa lo mira confundido—. Y siempre hemos estado en mi casa.

—Pero...

—Buenas noches, Omi Omi.

Cuando entró a su departamento, suspiró tranquilo al saber que sería la última vez en el día que vería a Omi.

Comió y luego se fue a acostar. Se estiró en el medio de su cama y observó la camiseta que el pelinegro se había olvidado en alguna de las millones de veces que había estado en su casa. Era de las que usaba para entrenar: negra, líneas verdes flúor y una decoración en la espalda. Es linda y cómoda, a veces la usa, pero hoy solo quiere observarla.

No puede evitar preguntarse qué mierda ha pasado. ¿Cómo es que, de un momento al otro, terminará viviendo con Kiyoomi Sakusa? Se arrepiente al instante. Ni quiere imaginar cómo se pondrá de histérico cuando vea que deja sus zapatillas en cualquier lado o que no limpia su casa todos los días. Omi sufrirá con él, espera que el pelinegro sea consciente de eso.

Termina cayendo dormido mientras piensa el rumbo extraño que ha tomado su vida y sonríe al recordar que no estará solo con el bebé. Ahora serán Omi, él y... como sea que se va a llamar el niño.

Duerme feliz. Antes de cerrar los ojos agradeció saber que esa sería una noche que dormiría completamente, sin embargo habló antes y exactamente a las cuatro de la mañana, despertó y como se estaba haciendo rutina, corrió al baño.

—¡Tienes que dejar de hacerme vomitar en las madrugadas, bebé malo!

Reprochó al lado del retrete, con su barbilla manchada. Miró su estómago molesto, pero terminó suspirando y sintiéndose un estúpido por discutir con un embrión. El bebé probablemente ni siquiera lo escuchaba.

Lavó sus dientes y su cara, rindiéndose consigo mismo al saber que no volvería a dormir. Caminó a la cocina y buscó algo para comer, encontrando una banana. Al verla, frunció su ceño y pensó.

Tiene que llamar a Omi.

Tomó su teléfono y marcó su número.

—¿Atsumu?

Su voz salió adormilada. Decidió no contestar y pelar la banana.

—¿Qué pasó? ¿estás bien?

—Sí. Pero tengo una duda.

—A las... cinco de la mañana.

—Sí —comenzó a comer, apoyándose contra la mesada—. Más que una duda, es una advertencia y una pregunta...

—Atsumu, son las cinco de la mañana...

Sonó irritado. No le importó.

—¿Estás seguro de que quieres vivir conmigo? —preguntó pensativo—. Porque tú y yo somos realmente distintos, más cuando se trata de vivir bajo el mismo techo.

—Atsumu...

—Digo, tú eres el ser humano más higiénico del mundo. Yo me baño día por medio, Omi Omi.

—Déjame dormir...

—No, no pienso hacerlo. Sé consciente que viviremos juntos, Sakusa Kiyoomi —reprochó tirando la cáscara mientras terminaba de tragar.

—Pero si básicamente hemos estado juntos todo el año... —sonó adolorido.

—Bueno, pero ahora es distinto —bufó, tirándose en el sofá—. No, ¿sabes qué? Ven ahora.

—¿Estás loco? —preguntó confundido—. ¡Son las cinco, Atsumu!

—Y yo en cinco minutos te quiero aquí. Adiós, Omi-kun.

—¡Atsumu Mi-!

Cortó la llamada y sonrió.

Bien, sabe que antes agradeció verlo por última vez. Pero ahora quería tenerlo a su lado. Probablemente era todo culpa del bebé.

Se hizo un ovillo en su sofá y cerró sus ojos, bostezando.

Cuando volvió a abrirlos, fue por los golpecitos en la puerta. Se levantó rápidamente y se apresuró en abrir la puerta, encontrándose con un adormilado Sakusa Kiyoomi frente a él. Lucía desarreglado pero lo suficientemente despierto como para conducir.

Mordió su labio inferior intentando ocultar una sonrisa y abrió sus brazos, pasándolos por encima de sus hombros y dejando que el adormilado frente a él, se acercarse y tomase su cintura, abrazándolo y descansando su mentón en su hombro.

—¡Viniste!

—Me lo pediste, imbécil.

—No pensé que vendrías. ¿Por qué lo hiciste?

—Porque me pareció extraño que me despertaras a las cinco de la mañana. ¿Qué sucedió?

—Náuseas. Vomité.

Omi tarareó que sí.

—¿Quieres ir a dormir?

—Sí, por favor...

Entonces, a las cinco y cuarenta de la mañana, Atsumu está en su cama, siendo abrazado por un muy dormido Kiyoomi. Una mano descansa en su estómago y la otra en el costado del rubio.

Atsumu sonríe ante esto y acaricia su cabello, moviéndolo lo suficiente como para dejar la cabeza de Kiyoomi en su pecho. Parece que el otro padre de su bebé debe de estar muy cansado, porque solo se remueve y acaricia donde se supone que está su hijo formándose, soltando un pequeño ronquido por el cual Atsumu termina sonriendo.

Piensa que podrían ser una familia.

The Baby and The Sugar Baby | Sakuatsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora