Les llevó más tiempo del esperado encontrar la maldita salida.
Zelda podría haber jurado que habían buscado por todas partes. Solo les faltaba adentrarse en el pasadizo que conducía al interior de aquellas malditas cavernas. Al cabo de un rato, su corazón latía tan rápido que estaba segura de que Link podría oírlo, y los temblores no eran solo por el frío. Se obligó a mantener viva la esperanza.
—Esto no puede ser tan grande —murmuró. Tenía el hábito de hablar para sí misma, según Link. Ella siempre lo negaba diciendo que en realidad también le estaba hablando a él—. Es difícil construir bajo tierra, ¿verdad?
—Imagínate morir aquí —dijo él con una pizca de diversión en la voz—. Nadie sabría lo que nos pasó. Podríamos incluso alimentarnos durante un tiempo.
—¿Alimentarnos de qué? —dijo ella mientras palpaba las paredes y las iluminaba con la gema.
—He visto ratas. —Link pasaba la mano por las paredes mientras avanzaban—. Te sorprendería saber todo lo que se puede hacer con una sola rata.
—No me lo digas.
Zelda cayó en la cuenta de algo de pronto. Se detuvo junto a la pared y cogió la piedra sheikah para tener más luz. Entornó los ojos mientras examinaba las líneas, que podían parecer irregulares, de aquella pared concreta.
—¿Crees que...? —empezó él, pero Zelda chistó para hacerlo callar.
Siguió moviéndose por la cueva, trazando las líneas irregulares en la pared con su mano libre. Se tragó una sonrisa de satisfacción cuando aquellas líneas se unieron a otras.
—Es un mensaje —susurró ella.
—¿Qué dice?
Zelda retrocedió unos pasos y alzó la gema luminosa. Descubrió que en la pared no se había grabado palabras.
—Es un mapa.
Link entornó los ojos también y se situó a su altura. Examinó las líneas con ojo crítico.
—¿A dónde crees que lleva?
—Tú eres el experto en mapas —repuso ella, sonriendo y dejándole espacio para que investigara. Se conocía Hyrule mejor que Zelda.
Él tomó la gema luminosa y palpó las líneas con los dedos. Luego recorrió la cueva, y Zelda podía atisbar su ceño fruncido cada vez que iba en dirección a ella. Al cabo de un rato, se giró para mirarla con una sonrisa diminuta.
—Señala a Farone.
—¿Farone? —repitió ella con extrañeza. De entre todos los sitios que había en Hyrule, jamás habría visto venir que Farone hubiera sido de importancia para aquellas cuevas subterráneas—. ¿Estás seguro?
Él cogió su mano y la colocó sobre la pared.
—Eso de ahí es Hebra —dijo, extendiendo su brazo hasta rozar la montaña nevada. El pico tenía un enorme hueco en su falda, y Zelda reconoció que se trataba de Hebra. Link hizo que su mano continuara descendiendo, y Zelda sintió las irregularidades bajo las yemas de los dedos—. Esto es Tabanta, y por aquí está el centro de Hyrule. Este debe de ser el castillo. —Zelda acercó el brillo de la piedra sheikah y descubrió un símbolo en la pared que tenía cierto parecido con el castillo de Hyrule—. Si seguimos hacia el sur, por aquí están Necluda y Lanayru. El mapa traza un camino hasta Farone. —Llevó la mano de Zelda hasta Hebra otra vez, y ella sintió una nueva línea bajo los dedos—. ¿Lo ves?
Alzó la vista y descubrió que el mapa tallado en la piedra mostraba un símbolo distinto al resto en Farone. Además, el camino terminaba allí. Su mirada viajó hasta Link de nuevo, y supo que él estaba pensando lo mismo que ella.
—Hay que ir a Farone —anunció Zelda.
—Primero hay que salir de aquí —le recordó él con una mueca.
Zelda suspiró. Ignoró las protestas de su estómago hambriento y siguió moviéndose por la cueva, sin alejarse de la pared donde estaba el mapa. Tomó una imagen con la piedra sheikah. La iluminación no era la ideal, pero sería suficiente por el momento.
Intentó conservar la calma mientras buscaba la salida. Dejó escapar una exclamación ahogada cuando sus dedos rozaron un montón de rocas.
—¿Crees que una bomba podría destrozar todo esto? —preguntó ella. Se alejó unos pasos. Las rocas eran grandes, pero aquello debía de ser un nuevo pasadizo. No sabían a dónde llevaba, pero Zelda estaba dispuesta a arriesgarse.
—Con una sola no bastará. Con dos puede que funcione.
Zelda se apartó y le tendió la piedra sheikah para dejarle espacio. Link colocó las dos bombas azuladas con cuidado y luego regresó junto a ella. Ambos se agazaparon tras una roca, y él inspiró hondo antes de detonar las bombas.
Hubo un estruendo, y se produjeron varios desprendimientos, aunque no fue nada grave. Zelda se cubrió la cabeza con las manos hasta que Link la avisó de que el peligro había pasado y pudieron salir de su escondite.
Se había levantado una nube de tierra y polvo. Zelda tosió cuando se adentraron en ella, aunque dejó escapar una exclamación ahogada cuando examinó el lugar donde antes habían estado las rocas y comprobó que, en efecto, había otro pasadizo. Se asomó con cuidado y tiró del brazo de Link cuando distinguió algo de luz en la lejanía.
—Lleva hacia el exterior —dijo en un susurro emocionado.
Él la miró con cautela.
—Podría ser una trampa.
—Tengo un buen presentimiento.
Él le dirigió una última mirada grave antes de suspirar, y Zelda supo que lo había convencido.
—Si pasa algo malo, será culpa tuya. En parte.
Zelda sonrió y tiró de su mano. Juntos recorrieron el pasadizo hasta llegar al final, y pudieron tomar la primera bocanada de aire fresco en un día entero.
Emergieron junto a las murallas ennegrecidas y medio derruidas de la antigua Ciudadela. Los rayos del sol la cegaron, pero pronto cayó en la cuenta de que estaba amaneciendo.
Diosas, habían pasado casi un día entero allí dentro. Explorando la zona subterránea. El tiempo pasaba muy deprisa bajo la tierra.
Al instante el hambre y el agotamiento la golpearon con fuerza y, con solo mirar a Link, supo que a él le había sucedido lo mismo. Así que ni siquiera se preguntaron por qué aquel pasadizo conectaba con las murallas de la Ciudadela; se dispusieron a buscar refugio para descansar por medio de un acuerdo silencioso.

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Las lágrimas del reino
FanficLink y Zelda viajan por Hyrule, intentando encontrar su lugar tras haber cumplido con la misión que una vez les fue encomendada. Sin embargo, de pronto la tierra empieza a temblar bajo sus pies, y ambos descubrirán que hay pocas cosas más frágiles q...