Por primera vez en cien años, Zelda tenía libertad para investigar todo lo que siempre había deseado investigar. Su yo de hacía un siglo ni siquiera la habría creído, de habérselo contado. Y la libertad no podía hacerla más feliz.
Incluso la humedad parecía molestarla menos. Tras varios días de viaje, empezaron a adentrarse al fin en las ruinas zonnan que aparecían señaladas en el mapa de la piedra sheikah. Por aquel lugar no había muchos viajeros, y al principio Zelda agradeció la soledad. Sin embargo, pronto el silencio se tornó ensordecedor, y ella empezó a sentirse observada. Lo peor era que cuando miraba hacia atrás, no veía a nadie entre los arbustos. Inspiró hondo, intentando olvidar los ojos rojos que la observaban desde sus peores pesadillas.
—¿Necesitas parar? —le preguntó Link, preocupado—. Sé que este lugar puede parecer un infierno a veces, pero...
—Estoy bien —se apresuró a decir ella—. Es solo que... siento como si alguien nos estuviera mirando. ¿Tú también lo notas?
Él olisqueó el aire y examinó sus alrededores con el ceño fruncido, aunque el brillo peligroso que Zelda veía cuando se enfrentaba a los monstruos había aparecido en sus ojos otra vez.
—No —respondió por fin. Zelda dejó escapar el aire, aliviada. Si él no lo notaba, eran solo imaginaciones de Zelda. Estaban a salvo—. Sé que este sitio puede parecer algo aterrador la primera vez.
—No es la primera vez que estoy aquí. Viajé varias veces a la Fuente del Valor —suspiró ella, y Link asintió, comprendiendo—. No me hagas caso. Solo estoy siendo paranoica.
—¿Estás segura de que no quieres parar? Podemos comer algo y luego seguir.
—Comimos hace una hora, Link —le recordó ella en tono plano.
Él resopló, aunque no siguió insistiendo. Juntos se adentraron más en la jungla.
La vegetación era alta y espesa, tanto que la luz del sol apenas podía llegar hasta el suelo. Él cualquier otro momento, Zelda casi se habría sentido asfixiada. Odiaba la oscuridad. Le recordaba a su cautiverio con el Cataclismo. Incluso cuando el cielo se oscurecía por la lluvia se había sentido atrapada de nuevo. Había mejorado con el tiempo, pero la vieja sensación de angustia no se había marchado del todo.
No tardaron mucho en empezar a toparse con las estatuas cubiertas de hierbajos. Link la ayudó a apartarlos con la espada. Tras analizar la forma, Zelda descubrió que se trataba de un búho. La arquitectura no era hyliana ni se parecía en nada a la que usaban las otras razas. Era antigua arquitectura zonnan, aunque eso ella ya lo sabía. Tomó una imagen con la piedra sheikah y continuaron avanzando.
Más adelante, se encontraron una efigie solitaria que tenía forma de jabalí. Zelda sintió un escalofrío aun en medio de aquel clima tan hostil. Apartó las enredaderas que cubrían la piedra y tomó otra imagen. Link se quedó atrás por unos instantes, examinando la estructura, aunque luego regresó con ella.
Poco después, se toparon con un círculo de estatuas alargadas y majestuosas. Eran las que más detalles presentaban.
—Tienen forma de serpiente —dijo mientras tomaba una nueva imagen.
—Yo creo que son dragones.
Ella dio unos pasos hacia atrás para ver las estatuas con más perspectiva.
—No tienen cuernos —observó—. Los dragones siempre han sido representados con cuernos.
—Tal vez los zonnan fueran distintos —repuso Link, encogiéndose de hombros.
Zelda admiraba la forma tan simple en que llegaba a una conclusión. Ojalá ella pudiera hacer lo mismo. Su cabeza tendía a pensar tanto las cosas que las ideas dejaban de tener sentido al poco rato.
—Tal vez —asintió ella—. Pero yo sigo pensando que son serpientes.
—Los dragones son mejores. Más fieros.
Ella rio, y el sonido pareció ahogado en medio de la vegetación, pero no le importó en absoluto.
En el centro del círculo había otra estatua solitaria de un jabalí. Era la segunda que veían. La cabeza de piedra se había desprendido del cuerpo, y había escombros a su alrededor. Las efigies con forma de serpiente se alzaban a su alrededor, como triunfantes. Zelda sintió otro escalofrío.
«Las forma de las estatuas no es ninguna casualidad», pensó.
—¿Qué crees que significa? —le preguntó Link en un susurro, como si temiera que alguien fuera a oírlos en medio de aquella jungla casi inexpugnable.
Zelda pensó en el búho. Había aparecido en los anillos exteriores de las ruinas, no tan detallado como la serpiente.
«El búho, la serpiente y el jabalí —pensó—. Tres. Siempre tres.»
Rozó la piedra fría de una de las estatuas con forma de serpiente. Estaba húmeda bajo su piel.
—Está claro que adoraban a la serpiente más que a ninguna otra cosa —dijo Zelda—. Si es cierto lo que yo creo, los zonnan vivían en la región de Farone. Farore representa siempre el Valor en las leyendas. Todo esto me lleva a creer que la serpiente simboliza el Valor.
Él guardó silencio por unos instantes, pensativo. Zelda se preguntó qué demonios se le estaría pasando por la cabeza. Según las leyendas, el héroe también representaba el Valor. Tal vez todo aquello le trajera recuerdos.
—¿Y qué significa eso? —preguntó por fin, señalando la estatua del jabalí derribada entre la maleza, rodeada de serpientes.
Zelda suspiró con tristeza.
—Un ciclo de sufrimiento que durará para siempre.

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Las lágrimas del reino
FanfictionLink y Zelda viajan por Hyrule, intentando encontrar su lugar tras haber cumplido con la misión que una vez les fue encomendada. Sin embargo, de pronto la tierra empieza a temblar bajo sus pies, y ambos descubrirán que hay pocas cosas más frágiles q...