Montaron un maltrecho campamento en unas ruinas cercanas. Link se las arregló para cazar un conejo. Lo compartieron después de dejar que se tostara al calor del a hoguera por un rato. Zelda no iba a mentir. El conejo era pequeño, y el estómago le siguió rugiendo incluso después de haberse comido su parte. Pero Link estaba agotado, así que no iba a pedirle que fuera en busca de más. Podría ir ella misma, pero le daba miedo alejarse de él e internarse en la oscuridad después de haber pasado tanto tiempo bajo tierra.
Bebió un trago de agua de su pellejo y luego sacó un frasco de elixir. Dentro había un líquido viscoso y oscuro. Lo habían encontrado brotando de una grieta del suelo, junto a las murallas, mientras montaban el campamento. Zelda abrió el frasco y olisqueó el contenido. El hedor le trajo malos recuerdos, de días de encierro y cautiverio, pero se obligó a permanecer en el presente.
—Es malicia —susurró—. No me cabe duda.
Link bostezó a su lado.
—No te lo pienses tanto —murmuró—. Claro que es malicia. ¿Qué demonios iba a ser si no?
Zelda le dirigió una mala mirada.
—Es más oscura —observó—. Más viscosa. ¿Es que no lo ves?
Él suspiró y cogió el frasco. Olisqueó el contenido, hizo una mueca de disgusto y arrugó la nariz. Luego lo agitó con fuerza.
—¿No te parece distinto? —dijo Zelda.
—Es más espesa —reconoció él—. Y un poco más oscura
Ella sonrió, satisfecha, y cogió el frasco para examinarlo de cerca otra vez. Al terminar, lo guardó en las alforjas de nuevo. Se apoyó contra la pared medio derrumbada de las ruinas.
—¿Link? —susurró, mirando las estrellas.
Él murmuró algo incomprensible a modo de respuesta.
—¿Crees ahora que hay algo ahí abajo?
Él cerró los ojos.
—Si lo hay —murmuró— acabaremos con eso también. No tengas miedo.
—No tengo miedo —dijo ella con el ceño fruncido.
Él sonrió, pero no dijo nada más. Zelda se lo quedó mirando. Tenía polvo en el rostro y en el pelo por haber estado bajo tierra. Le resultaba extrañamente atractivo.
Abrió un ojo de pronto, y Zelda apartó la vista y se ruborizó.
«Eso te pasa por hacer el ridículo.»
—¿Qué?
Zelda sacudió la cabeza y entrelazó las manos en su regazo.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó.
—Solo estoy cansado.
—¿Cuántas noches llevas sin dormir?
—No lo sé —masculló él—. Me da miedo.
Zelda se detuvo en seco. No había esperado que Link le respondiera, mucho menos que se atreviera a ser sincero con ella. Se irguió contra la pared de las ruinas y eligió sus próximas palabras con cuidado. No quería asustarlo, ahora que había conseguido sacarle un nuevo detalle.
—¿Quieres contarme por qué?
Vio cómo fruncía el ceño. Abrió los ojos entonces, y Zelda se dio cuenta de que estaba dudando. Probablemente jamás había sido tan sincero. Jamás le habría abierto el corazón a nadie después del Cataclismo. Tenía sentido que dudara. Al final, sin embargo, pareció llegar a un acuerdo consigo mismo, porque dijo:
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Las lágrimas del reino
FanfictionLink y Zelda viajan por Hyrule, intentando encontrar su lugar tras haber cumplido con la misión que una vez les fue encomendada. Sin embargo, de pronto la tierra empieza a temblar bajo sus pies, y ambos descubrirán que hay pocas cosas más frágiles q...