Tal vez haber escogido el camino de la derecha no hubiera sido tan mala idea, después de todo. Solo se habían encontrado unos pocos bokoblin esqueléticos, y ambos se habían librado de ellos sin apenas esfuerzo. A Leche tampoco la asustaban los monstruos. Ni siquiera los que ya estaban muertos y solo surgían en medio de la oscuridad. Zelda empezaba a sentir admiración por el animal.
Llevaban un día entero atravesando un pasillo oscuro e interminable cuando Zelda distinguió un brillo verdoso en la distancia. Ambos apretaron el paso, pese a que los pies de Zelda protestaron por ello. Se toparon con una gema luminosa. En la distancia advirtieron más luces, y Zelda supuso que estarían señalizando un camino.
Se agachó para inspeccionar la gema más de cerca.
—¿No te parece que es más grande que las otras gemas luminosas?
Él la examinó también y se encogió de hombros.
—¿Crees que eso cambia algo?
—Supongo que no —suspiró ella, poniéndose en pie con un gruñido. Continuaron avanzando, siguiendo el camino marcado por las gemas luminosas.
Tras varias horas de marcha interminable, se toparon con una visión que a Zelda le pareció una alucinación producto de su agotamiento. Sin embargo, Link parecía estar viéndola también porque se detuvo en seco a su lado, boquiabierto. El brillo entre azulado y verdoso de las piedras preciosas se reflejaba en su rostro.
Frente a ellos se extendía una verdadera mina de gemas luminosas. En Hyrule no eran tan valiosas a la hora de vender porque se podían encontrar en todas partes, especialmente en la región de Lanayru, pero el propietario de aquellas minas se haría de oro, en caso de existir. Era una zona llana y amplia, y las gemas brotaban de cada esquina. La llanura continuaba hasta donde alcanzaba la vista. Zelda podía distinguir los brillos verdosos y lejanos en la distancia.
—Diosas Doradas —susurró—. ¿De dónde demonios sale todo esto?
Podría estar debajo de su torre, donde Zelda había dormido y pasado gran parte de su tiempo hacía cien años, y ella jamás lo había sabido. Podría haber estado debajo de las estancias de su padre, que se reunía allí con los nobles más desesperados por la falta de rupias. Habían tenido la solución bajo sus narices. El pensamiento la hizo estremecer.
Link, por su parte, tenía una sonrisa entusiasmada estampada en la cara. Palpó en el cinturón de Zelda hasta dar con la piedra sheikah
—¿Qué haces? —le preguntó ella en un susurro.
—Voy a saltar esto por los aires —dijo él. Todavía estaba sonriendo—. Nos haremos de oro cuando lo venda. No tendremos que preocuparnos por las rupias nunca más.
Zelda lo detuvo antes de que pudiera presionar el módulo de las bombas.
—¿Estás loco? —siseó—. Nadie va a saltar esto por los aires. Será de importancia en futuras investigaciones. Además, ¿dónde demonios guardarías tantas gemas?
Él abrió la boca para responder, aunque acabó cerrándola con una mueca de fastidio.
—No pensaba llevármelas todas —suspiró—. Con unas pocas habría estado contento.
Zelda supo entonces que solo estaba bromeando. Aunque tal vez, si no lo hubiera detenido a tiempo, se habría llevado unas cuantas gemas, pese a todo. Soltó una risita y guardó la piedra sheikah a buen recaudo.
—Deja de pensar en bombas —le dijo—. Seguro que ya tienes cientos de gemas luminosas guardadas en alguna parte.
—Siempre está bien tener más.
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Las lágrimas del reino
FanficLink y Zelda viajan por Hyrule, intentando encontrar su lugar tras haber cumplido con la misión que una vez les fue encomendada. Sin embargo, de pronto la tierra empieza a temblar bajo sus pies, y ambos descubrirán que hay pocas cosas más frágiles q...