Un misterio y ambiguo movimiento transparente

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"Una buena intención viene disfrazado de malicia absoluta"

Al encontrar el libro, extendí mi mano para entregárselo rápidamente, su mano tomo mi muñeca con delicadeza.

- Disculpe tengo prisa - no podía moverme ante ello, mi cuerpo no respondía.

- Tome, esto es de usted - me dio en la mano mi credencial - debido a que siempre anda corta de tiempo no me daba la oportunidad de entregárselo- su voz seguía con aquella tranquilidad y dulzura.

- ¡Johan! - grito Lotte a lo lejos.

Mi amiga iba corriendo rápidamente hacia nosotros, me sentía salvada al escuchar su voz, me aleje un poco de él y me disponía a retirarme.

- Lo siento debo - fui interrumpida.

- No sabía que conocías a Johan - menciono entre cortada - Johan ella es mi amiga de la infancia - volteo hacia el con una sonrisa.

- Bueno debo retirarme, el profesor se sorprenderá el verme sentada a primera fila por llegar temprano - intente armonizar los sucesos ante el temor que tenía.

- Espero algún día salgamos los cuatro juntos - me dio un leve codazo guiñándome el ojo.

Por alguna razón los recuerdos me venían a la mente. Recordando mi vida en Berlín, mi padre Horst Hoffenlieb, era mi único sustento, el había pertenecido al ejercito de joven y ahora estaba jubilado. Él siempre se la pasaba trabajando y nunca estaba en casa, por mi parte me dejaba encargada con la vecina Meller, puesto mi madre había muerto en el parto y desgraciadamente no tenía ni una foto para saber cómo era ella.

Recordaba los días en que jugaba con aquel perro de la vecina, cuando recibía a mi padre con alegría, debes en cuando traía una que otra novia, pero siempre dedicado más a su trabajo, a estar fuera que estar a mi lado.

Las noches me eran solitarias cuando tenía que irme de la casa de la vecina, esperar a mi padre que no llegaba a casa o simplemente no podía aguantar el sueño y me iba a dormir sola a mi cuarto.

El ver aquellos niños con sus madres me provocaba envidia, pero tenía que ser fuerte pues mi madre había dado la vida por mí, y debía apreciarla más que a nadie. El teléfono sonó sacándome de mi trance.

- ¿Bueno? - conteste curiosa.

- Berit ¿eres tú? - me dijo algo alegre.

- ¿Quién habla? - su voz me era familiar.

- Soy yo Lotte - su voz era demasiado alegre.

- Lotte ¿Cómo supiste mi número? - le pregunte desconcertada.

- Soy una gran investigadora, recuérdalo - aquella forma de hablar de ella me alegraba.

- Ahora lo entiendo - reí ante ello.

- Me podrías decir que día tienes libre - sonó sería.

- Los sábados y domingos ¿Por qué la pregunta? - me sonaba algo extraño.

- Luego lo sabrás - dio una pequeña risita.

Después de eso ya no volvimos hablar, las clases, el trabajo, mi hogar, todo seguía igual, tan vacío y desolado como mi propio corazón, a pesar de mostrar una sonrisa, era como aquella muñeca que no sabía más que sonreír aunque quisiera llorar.

- Berit no has visto de nuevo aquel chico atractivo, hace tiempo que no viene - dio un largo suspiro.

- No le he visto Arabelle - mencione desconcertada.

- Realmente me hubiera encantado salir con él - me miro graciosa - no mientas tú también le echaste el ojo - me miro picara.

- Para nada - negué con las manos - como te dije la otra vez es todo tuyo - reí nerviosa.

Era viernes, ya tocaba mi día de descanso, aquellos fin de semana en que me olvidaba del mundo, me encerraba en mi misma, viajaba a través de los libros para escapar de mi tan monótona y aburrida realidad. Leyendo suena el teléfono de nuevo.

- ¿Quién habla? - hable perezosa.

- Soy yo Lotte Berit ¿crees poder salir mañana a las 4 pm? - parecía dudar ante ello.

- Supongo que sí, igual no tengo nada que hacer - me encogí de hombros, daba lo mismo un fin de semana fuera de casa como dentro de ella.

- Bueno nos vemos frente de la facultad - se escuchaba aquella felicidad ante ello.

- ¿Solo seremos tú y yo? - al terminar la frase ella ya había colgado.

Llegaba a pensar a veces que Lotte era muy entrometida en las cosas, era de las pocas personas que sabían sobre mi vida privada, tanto por su intromisión en mi vida, como era mi amiga desde el básico, ella sabía que era hija única y que mi madre había muerto en parto al darme luz, que vivía sola y siempre me la pasaba en la casa de los Meller jugando con aquella mascota.

Me levante perezosa, era la 1 pm, no había problema puesto no tenía ningún compromiso, me había desvelado leyendo alguna novela, me metí a bañar tranquilamente.

Recordaba que siempre había sido de estatura muy baja a diferencia de las chicas de este lugar, mis facciones eran finas, mis ojos eran almendrados ni muy grandes ni pequeños, mi cabello era oscuro y debido a ello mi piel contrarrestaba, porque ante todo tenía la piel blanca de mi padre.

Me termine de bañar peinando mi cabello lacio y largo, me puse un pantalón de mezclilla una blusa blanca y un saco negro, a pesar de que hacia frio, la luz del sol era potente, espere a la hora para encaminarme con calma, paso a paso dándome cuenta de lo tarde que era e ir corriendo hacia el lugar.

- Como siempre tarde Berit - rio ante ello Lotte.

- Lo siento, pensé que era temprano pero veo que me equivoque - reí ante ello.

- Pues han de estar impacientes - comento graciosa.

- ¿Quiénes? - le mire sorprendida.

- Ya lo veras - odiaba aquella sonrisa burlona que ocultaba algo, algo que podía ser un total desastre.

Ella llevaba una blusa de manga larga de color rosa, una falda color blanco, aquellos lentes que la caracterizaban, mostrándose con un maquillaje más cautivador viendo sus segundas intenciones en ello.

Le seguí en el paso, llevándome a un restaurante familiar cercano, algunas mesas que estaba afuera, llegue a visualizar aquel cabello revoltoso y negro de Karls, ahora entendía porque esa manera de vestir de Lotte, deseaba conquistarlo.

Di un largo suspiro de alivio al pensar que simplemente se sentía nerviosa al tener aquella primera cita con su amor, quizás poniendo de pretexto el presentarnos de manera formal, saliendo los 3 como amigos.


Nos fuimos acercando para ver que Karls no estaba solo, unos cabellos rubios se dejaban visualizar a lo lejos, la desesperación entro en mí, tenía aquella sensación de intranquilidad sin saber la razón exacta, al ver aquella figura serena y seria como si nada importase en este mundo, unos ojos que parecían absorberme poco a poco, ya no podía echar vuelta atrás, salir corriendo, ni mucho menos huir, siendo ilógico mi temor hacia él por el simple hecho de dejarme llevar por la intuición.

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El amor de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora