Inexplicable sentir

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"De repente  la bestia aparece ante tus ojos, pero es difícil  encontrarla, pues se disfraza de un  inmaculado ángel"


Había iniciado mi  carrera era filosofía en la universidad de Múnich. Vivía sola en mi  departamento,  era pequeño cómodo  y económico,  había decidido vivir  ahí  debido  a mis estudios.

Me había levanto con  algo  de pereza,  arreglando mi  cabello lacio  y castaño oscuro, mis ojos  de un  café brillaban  ante la mañana, ante el  despertar, realmente  tenia sueño  debido al insomnio que presentaba y me ponía  a leer ante ello.

Me puse una gabardina negra debido al  frio que hacía, unos jeans y blusa de cuello  de tortuga,  era perfecto para no pasar frio ante ello.

-          Berit, Berit – grito una mujer de un  cabello un poco más claro que el mío y corto, ojos del mismo color que los míos tapado por unas gafas, más alta que yo.

-          ¿Lotte? – voltee a verla algo  extrañada.

-          ¿Ya no me reconoces? – me miro graciosamente.

-          Que coincidencia -  le di un  abrazo  tras no haber tenido contacto durante mucho tiempo.

-          ¿Qué haces por aquí? – pregunto   curiosa.

-          Estudio en  la universidad  - conteste calmada.

-          ¿Qué estudias? -   me miro  divertida.

-          Filosofía y ¿tu? – le mire  atentamente.

-          Antropología -  me dio una gran sonrisa.

-          Bueno me tengo que ir que se me hace tarde, luego quedamos de vernos en  algún lugar – comente divertida.

-          Claro Berit –moviendo las manos en un  ademan de despedida,  esperaba volver a verle.

Me fui  corriendo a mi  clase lo más rápido posible, cuando  debido  a mi  torpeza y descuido tropecé con un sujeto sumamente más alto que yo,  sus manos blancas como las mías, me sostuve para que no me cayera  y antes de que dijera una palabra, me separe  sin  verle el  rostro de lo  avergonzada que estaba tras a ver chocado con  un hombre.

-          Lo siento -  Salí corriendo del lugar para llegar a mi clase. 

-          Señorita  Hoffenlieb -  el profesor hablo con  voz fuerte - ¿Qué horas son  estas de llegar? – menciono con  gran enojo.

-          Lo siento, no volverá a pasar -  fui  y tome asiento.

La clase había iniciado,   ponía atención, pero algo rondaba por mi  cabeza,  aquellas manos suaves que me habían sostenido anteriormente, de alguna forma había sentido calma pero  a la vez miedo, un miedo indescriptible, como si  se tratara de algo fuera de lo normal,  como si su mera presencia fuera el detonante de algo magistral, inexplicable de pensar.

Me miraba la mano como si  todavía sintiera aquel  agarre fuerte y gentil,  a pesar de no haberle visto el  rostro, era un  detonante para sentir esa gran curiosidad de saber quién era o como  era ese ser que me provocaba escalofríos a tan solo el  tacto  de su mano  en mi brazo.

Terminando las clases salían todos despavorido como si   pudiera ocurrir  algo magnifico  a fuera o simplemente ya no  deseaban  estar en  clases.

Me dirigí tranquilamente a la biblioteca,  deseaba leer algo nuevo y necesitaba pedir libros prestados para la noche,  debido a que trabajaba en una cafetería a las 3 de la tarde saliendo de  clases a la 1 dándome tiempo  de sobra para ir a ver un  rato, debido a la cercanía de aquella biblioteca.

Llegue y escogí algún libro de mi interés,  fui con la bibliotecaria pero al  sacar mi  credencial  de estudiante, me había dado cuenta que no  estaba en mi bolsillo izquierdo donde se supone que la había metido, comencé a buscarla desesperadamente hasta llegar el momento  de  saber que no la tenía en estos momentos, no  estaba ni  en mi mochila, ni  en ningún bolsillo que trajera.

-          ¿realmente no la trae? -  me dijo aquella señora  de mediana edad con un  tono  urgente.

-          Lo siento -  me disculpe -  luego vengo por los libros – me sentía triste en no  podérmelos llevar.

Ante ello  vi un  cabello rubio pasear por la biblioteca, el solo hecho  de estar en  el lugar imponía presencia, mis pies se inmovilizaron por un momento agachando la cabeza ante el miedo, no  entendía mi sentir hacia esa persona, quizás era susceptible  ante alguien tan imponente como él.

Como pude hice reaccionar mis pies hasta irme fuera de la biblioteca con mis cosas sin voltear a ver aquella persona, pasando por su lado.

-          Veo que tiene problemas – aquella voz pausada y calmada me hablo  levemente al   haber pasado  a su lado.

Camine sin prestar atención como si no me hablara a mí, llegando a la entrada de la biblioteca, abriendo las puertas, sintiendo como mi cuerpo  se dejaba vencer poco a poco  a algo inexplicable,  como una cierta paz, como si tuviera miedo  de algo, se sintiera impotente al no  poder responder mis pies.

-          Quizás este libro le interese bastante – aquellas manos blanca,   y abrigo  café me recordaban  al chico  de la mañana, dándome un buen libro ante mis manos.

-          Gracias -  respondí con  un tono moderado.

-          En cuanto lo  termine me lo puede regresar – su voz era serena.

-          ¿Cómo  se llama usted? -  hable intentando controlar el  temblar de mi voz.

-          Johan, Johan Liebheart – contesto sin más preámbulos.

-          Téngalo por seguro que se lo  devolveré – no  deseaba verle el  rostro, algo  en el me daba pavor y temía que al  ver sus ojos me absorbieran por completo.

El amor de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora