El crujido de piel

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"El unirnos duele, duele tanto que el amor entre lágrimas se despide  dejando entrar a los demonios" 

Al terminar Johan me miro  directo a los ojos, mi llanto no paraba,   el tacto  seguía latente, entre mordidas,  y rasguños, lastimando mi piel,  lastimándome por completo  tras ultrajar mi cuerpo matándome por  dentro.

No  salía sangre, pero si  aquellas gotas saladas demostrando que el amor había muerto,  el  amor no  existía, siempre había uno que sufría el  rechazo y esa persona era yo, entendí por completo el mensaje, Johan no me amaba. Él  se apartó  de mí  y se sentó  en la cama, yo voltee hacia la pared no podía parar de llorar.

-          Que mujer tan deplorable,  dejar que le hagan de todo, le considere más inteligente Berit -  aquellas palabras era una puñalada por la espalda-  ¿entonces era lo que buscaba? Para ello no  tendría que haber viajado hasta aquí, simplemente me lo hubiera solicitado – no podía mirarle, ambos nos  dábamos la espalda.

-          Yo – no podía articular palabra – si  deseaba, si  deseaba -  me senté en la cama dando la espalda  a la cabecera,  tapándome con las sabanas.

-          Ya puede irse después de lo que obtuvo, es  lo que deseaba ¿no  es así?, no lucho contra ello,  seguramente es eso – el seguía sin mirarme, apoyándose en sus piernas.

-          Si  tanto  deseaba usted que me fuera -  trague saliva – me lo hubiera dicho, me hubiera dicho -  mi voz se quebraba – me hubiera dicho que me odiaba tanto y no quería mi presencia, en lugar de hacerme esto – grite llena de dolor.

El volteo con los ojos sorprendido, sus ojos azules parecían querer desbordarse en cualquier momento como si sintiera culpa de mi dolor, como si  realmente  sintiera pena al haberme tratado  de esa manera.

-          Yo se lo  advertí Berit, yo le dije que se fuera, pero usted  está llena de terquedad en sus palabras -  su voz era dura -  le dije que tarde o  temprano yo,  yo  ya no iba a poder controlarme – se tomó la cabeza - ¿Qué hubiera pasado si la hubiera matado? -  aquel susurro para sí mismo  parecía luchar  internamente.

Ambos estábamos  luchando,  el con sus demonios internos  y yo simplemente no  sabía qué hacer, no  sabía por qué a pesar de todo esto al escuchar ese minucioso  susurro  sentí que ante todo el luchaba con  algo  más allá de mi comprensión,  algo que lo atormentaba y simplemente deseaba ayudarlo.

-          Seguro ahora me odia ¿no  es así? -  Johan  seguía con  aquella mirada triste.

-          Yo, yo ya se lo dije -  me acerque un poco  a él  tapándome – yo no puedo odiarle aunque me asesine una y mil  veces, yo nunca podre odiarle -  él ya me había absorbido por completo.

Sabía que estos sentimientos eran absurdos,  sabía que dentro  de poco  todo  terminaría, pero no me importaba, realmente no me importaba nada en lo  absoluto, solo poder ayudarle,  y ver aquellos ojos  con  aquel  brillo lleno  de vida, con  aquel brillo  dándole lo que cualquier persona necesitaba en  este mundo,  el  amor.

Yo lo  amaba,  mis  sentimientos eran seguros ante ello, y aunque no me eran correspondidos , sabía que tenía que ser fuerte, si  quería seguir a su lado,  si quería conocerle a fondo  sabía que tenía  que  seguir  reafirmando lo que yo  sentía por él,  día tras día, porque cualquier persona merecía amarlo  y yo  lo amaba sin cordura.

Sabía que después de todo yo iba a salir lastimada, pero si no lo intentaba, no sabíamos que pasaría,  debía confesarle todo lo que sentía con palabras,  pero las palabras no  salían de mis labios  tan fácilmente, yo no podía llegar y decirle "Te amo"  o "me he enamorado  de ti" aquellas palabras tan banas no  eran  la forma de hacerlo.

Sabía que si me confesaba él lo tomaría en burla, y el momento en que me rechazara todo  estos sentimientos se convertirían  en  algo peor de lo que ya sentía,  los  seres humanos éramos complejos,  nosotros éramos completamente egoístas y si  sabíamos la  verdad ante los sentimientos de otros directamente,  no  entregaríamos los nuestros tan fácilmente, lo ocultaríamos .

Los días pasaron mientras la tensión  de lo que había pasado  se estaba aminorando, poco a poco  nos acostumbramos al otro,  al  vernos   recién levantados,  al  descubrir nuestros miedos,  siendo que jamás el  descubría mis sentimientos.

-          ¿Berit? – se posó ante la puerta - ¿Le gustaría salir de compras? – me miro impaciente.

-          Claro, pero -  mire mi monedero.

-          No  se preocupe, yo se la regalo  - dio aquella sonrisa fingida.

-          Pero eso no  es – me interrumpió.

-          Usted me está acompañando  Berit, es justo que de algo  a cambio – me miró fijamente.

-          No  es necesario, yo lo hago por gusto – puse mi mano en el pecho.

-          No hay  excusa alguna, usted vendrá conmigo y me dejara comprarle   lo que le guste -  se cruzó  de brazos – no hay objeciones -  me miro con una ceja enarcada.

-          Está bien-  conteste sin  ánimo alguno.

Nos  encaminamos  a las tiendas,  compramos  algunos vestido,  Johan  siempre compraba unos vestidos iguales a los míos para una chica más alta, quizás era su manera de tapar que le interesaba alguien más.

El amor de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora