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Debo admitir que sentí un poco de vergüenza al explicarle a Eddie que mis padres habían salido de la ciudad por cuestiones de trabajo y que mi hermano se había ido a una fiesta en algún rincón de Hawkins para terminar enredado con cualquier chica y no llegar a dormir.
Sé que muy probablemente, Eddie pensara que lo invité a casa con otras intenciones, pero no. Realmente quería pasar un momento a solas con él, sin que nadie nos molestara. Quería que olvidara sus problemas, la pelea con Xavier y que tuviéramos una linda cita de viernes por la noche.
Tal vez eso nos podría ayudar a olvidar los recientes problemas.
Una hora y media después, dos refrescos y un tazón de palomitas, habíamos terminado de ver la película más reciente e interesante que encontramos: Volver al futuro.
Me puse de pie para sacar el VHS mientras Eddie se quedó recostado sobre mi cama con la mirada en el techo, repiqueteando su estómago con un dedo.
—¿Por qué la mamá de Marty se enamora de su propio hijo? —preguntó.
—No se enamora de su hijo, sólo cree que es lindo. Eso suelen hacer las mamás—respondí sin verlo.
Me encontraba agachada revolviendo las películas que teníamos, en busca de otra igual de interesante, aunque era difícil después de ver una joya del cine como esa.
—¿Tú te enamorarías de tu propio hijo? —quiso saber.
—Supongo que sí. Si tiene tu misma cara, sí —lo miré de reojo y sonreí.
Eddie se sonrojó bastante y se encogió en su lugar.
A los 17 años, el formar una familia no estaba aún en nuestros planes, pero la manera tan espontánea con la que lo dije me sorprendió incluso a mí.
Era la primera vez que me detenía a pensar en mi descendencia y que un niño con la misma sonrisa de Eddie sería bastante lindo.
Seguí revolviendo la colección de VHS dentro de un canasto de madera junto al televisor y encontré una película recién estrenada que Billy aseguraba que era bastante buena, a pesar de que no era su estilo de películas.
—Creo que ésta te puede gust... —al girarme noté que Eddie me miraba con una sutil sonrisa en sus labios.
No eran una mirada ni una sonrisa muy inocentes.
Me observaba de arriba abajo y hasta entonces me percaté de que mi short, quizá estaba un poco corto.
—Ven aquí —se sentó en la orilla de la cama y extendió sus brazos.
—Creo que esta película te puede gustar —repetí al acercarme.
Me rodeó la cintura con sus brazos y puso su oído en mi pecho.
—¿Quieres ver esta película o busco otra? —las preguntas salían solas de mi boca, consecuencia de los nervios.
—Amy, —levantó su rostro y me miró— te amo muchísimo.
