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Después del almuerzo, Billy se sentó en la sala a ver la televisión a sus anchas, aprovechando que mis padres no estaban.
Luego de tantas regañadas por parte de mamá, era una calma tenerla fuera de casa un tiempo.
Yo estaba en mi habitación, limpiando un poco, disfrutando que el clima estaba muy nublado y ventoso. Me encantaba limpiar cuando estaba así.
Puse un poco de música y abrí por completo las cortinas para dejar que la luz entrara a cada rincón de la habitación. Comencé a recoger la ropa tirada por el piso y a ordenar todo lo que podía. Tenía días sin ordenar por estar saliendo con Eddie, pero no me arrepentía de nada.
Cada día era una aventura desde que empecé a ser novia de él. Era encantador, maravilloso y muy dulce.
Aunque aún tenía cierto recelo.
Siempre recordaba aquellas palabras de la chica en el baño sobre que media escuela ya se metió con él. Con el pasar del tiempo me daba cuenta que no parecía ser así. Se ponía tan nervioso cada vez que estábamos solos y nos besábamos, que me costaba creer que fuera un mujeriego de primera. Su comportamiento era un nerviosismo genuino e inocente.
Me intrigaba no saber la verdad completa sobre él.
Después de un tiempo limpiando, bajé por un poco de agua y encontré a mi hermano con el ceño fruncido. Sostenía el teléfono junto a su oreja y en cuanto me vio, extendió la mano.
—Te hablan —se limitó a decir.
—¿Quien?
—Un imbécil —murmuró mientras yo tomaba el teléfono para ponerlo en mi oído.
—¿Hola?
—Hola, bonita —saludó Eddie, de manera muy dulce.
—¡Hola! —respondí muy entusiasmada—. No esperaba tu llamada —estiré el cordón del teléfono para alejarme de mi hermano lo más que pude.
—Perdón si interrumpo algo, es que necesitaba escucharte.
—¿Qué pasó?
Su tono de voz no era normal, algo le había sucedido y era tan grave como para que se animara a llamar a mi casa.
—Tuve una pelea con Xavier.
Se formó un pequeño silencio entre nosotros. No supe cómo reaccionar a ello, sabía que se había distanciado de su amigo por causa mía pero la forma en que lo dijo parecía todavía más grave de lo que yo pensaba.
—¿Está todo bien?
—Lo dudo. Fue una pelea fuerte y no creo que volvamos a dirigirnos la palabra en un largo rato.
Esa corta explicación me preocupó bastante.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti, amor?
A pesar de la complicada conversación, noté una discreta risa a través del teléfono cuando escuchó que lo llamé de esa forma.
