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Salí de casa con el pequeño papel que Eddie me dio en mano. Tenía una letra bastante linda y pulcra, era admirable que un chico como él tuviera una caligrafía así. Cualquier persona que veía a Eddie podría decir que tiene una letra tosca y fea, pero no. Era muy bonita.
Me preguntaba qué más cosas aparentaba cuando en realidad era algo muy distinto.
«Calle Paradise 175 entre Kingston y Woodlyn»
—Vives en la calle del paraíso, Eddie —bromeé para mí misma.
Caminé hasta su casa, no estaba lejos, sólo tenía que pasar el SkateWave y seguir unas cuadras hacia adelante.
Faltando poco para llegar a su área recordé que no acordamos ninguna hora en particular sólo dijimos «Te veo en la tarde».
Recorrí la acera y miré en la casa continua a la de Eddie al chico rubio con el que lo vi en el SkateWave, estaba sentado en su pórtico con un comic en las manos y una tremenda concentración. Juraría que podría pasar la armada de los Estados Unidos frente a él y no se daría cuenta.
Me acerqué a la entrada de la casa marcada con el número 175 y levanté la mano para tocar la puerta.
Me quedé congelada.
Sentí un revoloteo en mi estómago y mis manos comenzaron a temblar ¿Por qué? Eddie sólo era mi compañero de clase, tenía poco de hablar con él ¿Por qué me ponía nerviosa estar cerca de él? Incluso me ponía tensa buscarlo con la mirada en la cafetería e irme a cruzar con la suya sólo para que se enterara que lo estaba espiando.
Toqué con fuerza la puerta antes de pensarlo de nuevo y perder el valor. Jale las mangas de mi hoodie y escondí las manos en lo que, para mí, fue una eternidad hasta que Eddie abrió la puerta.
—¡Hola! —saludó con una enorme sonrisa.
—¡Hola, Eddie! —respondí.
—Adelante —se movió de la puerta.
Entré a la casa y era realmente bonita. Estaba ordenada y tenía lindas decoraciones, el techo era alto con ventanales y detalles de madera, del mismo tipo de madera que cubría todo el piso.
—Mis padres no están por las tardes pero podemos hacer el proyecto aquí en la sala —señaló.
—Tu casa es linda —comenté sin prestarle atención.
—Tu cosa ésa es linda —respondió.
—¿Eh? —bajé la mirada hasta él.
—Tu... —chasqueó los dedos intentando recordar— tu cámara es muy linda —aclaró finalmente.
—Oh, gracias —sonreí y la tomé en mis manos.
Colgaba de mi cuello con la correa que mi padre me había regalado. La encendí y apunté el obturador hacia Eddie.
