¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Definitivamente, esperar por algo se hace más tedioso cuando te encuentras solo. Por más suspiros que di y por más que miré a mi alrededor, nada me ayudó a sentirme menos agobiado en la fila de la cafetería.
Siempre platicaba con Xavier cuando esperaba mi almuerzo, pero esta vez me encontraba solo porque mi amigo me ignoraba mientras comía de mala gana en su lugar de siempre, en nuestra mesa de siempre.
Ya llevaba más de una semana así, ignorándome, y ya no sabía qué hacer para cambiar eso.
Estaba consciente de que no era mi culpa, pero él era alguien tan importante para mí que sentía la necesidad de arreglar las cosas.
Cuando pedí mi comida, agregué un jugo extra de mango. Era el favorito de Xavier, tenía que funcionar.
Llegué hasta la mesa y lo puse frente a sus ojos.
—¡Hola, chicos! —saludé en general y me incorporé a la mesa.
Todos respondieron al saludo, menos Xavier. Sólo observó con desdén el jugo y continuó comiendo. Llevaba su cabello recogido en una coleta apretada, yo sabía que eso no era nada bueno.
—Hoy es viernes —le dije—. El SkateWave estará lleno y podremos burlarnos de cómo se caen los novatos —elevé las cejas con gracia.
Sin mirarme, tomó su bandeja de comida y se alejó de nuestra mesa sin pronunciar una sola palabra.
Los demás chicos dejaron lo que estaban haciendo y nos miraron a ambos con asombro. Se formó una tensión enorme en cuestión de segundos. Sabía que esperaban una explicación de mi parte porque no era algo normal entre nosotros, pero en lugar de eso, me puse de pie para seguirlo. Agarré el bote de jugo, me levanté de manera apresurada e intenté seguirle el paso entre la multitud, pero cuando él estaba molesto caminaba más rápido de lo normal.
Ni siquiera volteé a ver a Amy. Avancé entre los estudiantes y para cuando llegué a la mitad de la cafetería, Xavier ya había salido.
Corrí un poco y al abrir el par de puertas, golpeé a alguien con ellas.
—¡Fíjate, imbécil!
Antes de siquiera verle la cara, reconocí su forma de llamarme imbécil.
—Lo siento, Billy. No me fijé —murmuré.
—Así que eres tú, Munson... —sonrió de una manera que sabía que no era amigable— Qué bueno que te encuentro aquí —se acercó tanto a mí rostro que tuve que dejar de respirar un momento. Me tomó del cuello del hoodie y me acercó aún más—. ¿Qué te traes con mi hermana? —entrecerró los ojos.
—¡Nada! —espeté—. Bueno... Nada malo —tragué saliva con bastante dificultad.
—¿Eres su novio?
—Sí.
Siempre creí que afirmar ser novio de Amy se sentiría más lindo, pero últimamente se sentía como un crimen cada vez que no decía.
