El festejo estaba en su máximo apogeo.
La música no paraba y el vino fluía como si fuera una fuente inagotable que llenaba las copas de los invitados una tras otra.La pista de baile estaba casi a reventar y las conversaciones animadas estallaban en risas para después buscar un tema nuevo del cuál hablar.
Realmente habían vaciado las arcas y no era para menos.Daeron, aunque siendo el hijo menor de la reina Alicent y el rey Viserys, se había instalado en el corazón de lords y ladys por igual. Los rumores de su carismática personalidad y de su atractivo -que muchos aseguraban había heredado directamente de Aegon I- se habían esparcido por todo Poniente, convirtiéndolo en una leyenda.
Era mucho más agradable que Aemond. Era extrovertido pero sin ser imprudente como Aegon. Podría decirse que era apacible como Helaena aunque sin las ensoñaciones indescifrables.
Había pasado casi toda su vida en Antigua y ahora regresaba a la capital convertido en un hombre. Uno que ofrecía títulos nobles, tierras y poder.Teniendo todo esto en cuenta... probablemente algún invitado habría notado su ausencia de su propio festejo.
Claro, de haber estado un poco más sobrios.Daeron había desaparecido alrededor de la medianoche. Nadie se percató de que dejaba su copa en la mesa y vadeaba a sus invitados para salir del salón.
Persiguiendo a su presa, pequeña y escurridiza... Casi se le escapa de las manos.Era extraño que la sala del trono estuviera vacía. Un fenómeno que tenía que agradecer a tal fiesta que mantenía a toda la servidumbre ocupada.
Pasó una mano por debajo de la pierna delgada para poder levantarla por la corva y así abrir las caderas de su amante, permitiéndole llegar todavía más profundo en su interior.Sus gemidos adorables y llenos de placer hacían un eco que superaba cualquier canción escrita por el hombre. Podía sentir la humedad y el calor con cada embestida y el aroma agradable a peras jugosas llenó sus pulmones.
Su otra mano se presionaba firmemente sobre el vientre liso para poder sentirse a través de la piel contraria, provocándose jadeos al sentirse apretado todavía más en sus entrañas.
Estampó besos en su cuello más tuvo que contenerse de dejar alguna marca notoria. Se preguntaba en cada ocasión si valía la pena desatar una guerra a cambio de una probada... y tenía que forzarse a pensar que no.
- Daeron... - suspiró con esa voz que lo enloquecía - Daeron dime que me amas...
- Te adoro - le dijo al oído - Eres mi primer pensamiento por la mañana y lo último que murmuro antes de dormir... Te pienso con cada latido, con cada respiración... Mi corazón te pertenece desde el momento en el que te vi... - sonrió cuando la piel ajena se erizó y esos ojos del color de la miel se fijaron en los suyos, llenos de lágrimas de placer, brillantes de amor. No sé resistió a reclamarlos en un beso largo y profundo que se vio interrumpido simplemente por un jadeo cuando sintió unas contracciones deliciosas que apretaban su erección una y otra vez. Señales inequívocas de un orgasmo.
Se acomodó un poco más en el Trono para poder hacer que las penetraciones fuesen más profundas. Sabía que nunca podría sentarse oficialmente en él pero... esto también valía. Le iba mucho mejor.
Finalmente sus propios gemidos graves hicieron eco a los contrarios y, con un último beso desesperado, llegaron ambos al orgasmo.
Sus labios buscaron refugio de nuevo en el cuello del castaño y no se resistió a inhalar el aroma de su piel, causándole una risa pequeña por las cosquillas.
- Quédate un poco más - le pidió aunque sabía cuál sería su respuesta. Sintió la mano tibia y pequeña en su mejilla y buscó recargarse un poco en ella para memorizar su cercanía. Besó la palma y después los cabellos castaños - Por favor... Esta noche quédate conmigo...
- Eres malcriado... - murmuró en respuesta con una sonrisa. Después de unos segundos retiró su mano y se separó de él para ajustar su ropa. Recogió los pantalones y su chaqueta. Esperaba que nadie notara que estaba algo desaliñado en comparación con cómo había empezado la noche - ¿No puede esperar a la noche de bodas, Su Alteza...?
Daeron no pudo evitar sonreír a medias, mordiendo un poco su labio inferior mientras lo miraba vestirse. Él mismo hizo lo propio al levantarse del trono. Se acercó para tomar su mentón y así hacerlo levantar el rostro para mirarlo.
- Soy un príncipe. Puedo tener a mi prometido cuando yo quiera - murmuró antes de darle un beso suave en los labios. Ambos se miraron unos segundos antes de separarse y regresar a la fiesta por lados separados.
***
Cuando el sentido común regresó y la sobriedad se estableció en la corte una vez más volvieron a encontrarse aunque, esta vez, sentados a extremos opuestos de la mesa para compartir la cena.
Joffrey y Daeron intercambiaban miradas de manera discreta y tenían su propio lenguaje personal para conversar a la distancia. La manera de sostener la copa, de cortar la carne o de elegir entre un platillo u otro... era como si estuvieran solos aún cuando sus familias también estaban presentes.
- Nos llena de alegría tenerle de regreso, Alteza - Rhaenyra fue la primera en hablar en voz alta. Levantó su copa y el resto la imitó - Nuestro padre, que descansa ya en la gloria de los siete, deseaba que el último de sus hijos volviera a su hogar... Espero que la celebración haya sido de su agrado.
- Más que eso, Majestad - respondió Daeron con una sonrisa complacida - Desde que volví no he sido más que bien recibido con mucha calidez y entusiasmo... No he dejado de sentirme bienvenido ni un solo día - su mirada y la de Joffrey se cruzaron un segundo apenas.
Apenas el príncipe había puesto un pie en la capital se había visto atraído indiscutiblemente hacia el más joven de los hijos de Rhaenyra con el difunto Laenor. Fue casi como magia, como si pertenecieran juntos.
Apenas tuvieron una charla en los jardines y en el siguiente momento tenía a Joffrey gimiendo entre sus brazos y jurándole amor eterno.Podría considerarse que le había arrebatado la inocencia pero Daeron solo había tomado lo que le pertenecía, seguro totalmente de que sería cuestión de tiempo para que anunciaran su compromiso. Estaba ansioso pues sabía que, de todos sus hermanos, era él el más afortunado.
- Quiero ser la primera, entonces, en darle mis felicitaciones y bendiciones - Rhaneyra le sonrió con sinceridad - En quince días estaremos celebrando no solo uno sino dos compromisos que harán a nuestra casa más fuerte. Brindemos por el matrimonio alegre y duradero del Príncipe Daeron y lady Ellyn Baratheon...Así como también debemos festejar la futura alianza entre Joffrey y Lucion Lannister. Que los siete bendigan su unión.
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𝐂𝐋𝐀𝐈𝐌
FanfictionA pesar de que había mantenido la esperanza de que su amor triunfaría al final, Joffrey se dió cuenta de que el mundo es cruel para los que aman incondicionalmente. O la historia de cómo Joffrey pasa por su reputation era porque Daeron no mantiene s...