Exilio.

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Rhaenyra ordenó que Joffrey y Lucion tendrían que regresar a Lannisport apenas terminara la ceremonia de coronación.

Una vez más, exiliado.

Pero no era eso lo que dolía realmente. Joffrey incluso lo esperaba... Lo que aún hacía sangrar su corazón era el hecho de que, aparentemente, toda su familia le había dado la espalda. No esperaba que su madre dejara que el favoritismo la cegara pero, finalmente, Lucerys siempre había sido la luz de sus ojos. Su hijo perfecto.
Ella ni siquiera le había dado la oportunidad de explicar lo que había visto. Bastaba con una acusación de Lucerys y todo había dado la vuelta.

Ahora Joffrey escuchaba murmullos en la corte que hablaban de su inestabilidad mental y la envidia que lo había hecho actuar así contra su propio hermano.

Había estado prácticamente ausente durante el funeral de Viserys. Mientras las llamas consumían su cuerpo pensaba una y otra vez en que los errores de su abuelo habían causado todo ese problema. Deseaba que hubiera sufrido hasta su último aliento. Incluso cuando era imposible... Joffrey deseó que las llamas le estuvieran causando una profunda agonía en el alma y que nunca viera los siete cielos.

Joffrey suspiró y se sumergió un poco más en la tina.
Esperaba que un baño pudiera hacerlo sentir mejor pero... Había sido más como abrir la puerta a esa introspección dolorosa que lo hacía darse cuenta de lo solo que estaba realmente.

La puerta se abrió y Joffrey apenas volteó un poco. Lucion se disculpó por interrumpir.

- No, está bien. Quédate - le dijo en voz baja. El alfa asintió en silencio y cerró la puerta - ¿Está todo listo?

- Si. En cuanto termine la ceremonia podremos regresar a Roca Casterly - hizo una pequeña pausa y luego se acercó a la tina. Sé arrodilló para poder mirar el rostro de su esposo. Lucion se atrevió a apartar algunos mechones húmedos del rostro de Joffrey -. Sé que no me corresponde ahora mismo tener una opinión respecto a lo que pasa - murmuró -. Y también sé que estás sufriendo por... Daeron - el nombre casi salió a la fuerza entre sus dientes. Tuvo que suspirar para recuperarse un poco -. No sé si te sirva de consuelo ahora mismo que te diga esto, Joffrey, pero... Yo te creo.

El castaño lo miró.
No solía ver mucho a los ojos a Lucion. Usualmente cuando lo hacía no podía ver nada que llamara su atención. Normalmente los comparaba demasiado con la mirada violeta de Daeron. La misma mirada que le había destrozado el corazón al negar sus sentimientos... Pero ahora parecía haber un brillo distinto en los ojos verdes de su esposo.

- Tú...¿Me crees...?

- Soy tu esposo, Joffrey. Tú eres mi familia ahora. Y te creeré siempre - aseguró, sin dejar de sostener su mirada -. Te lo juré ante los dioses, ante el septón y ante todos. Todo lo mío te pertenece. Incluyendo mi lealtad y mi confianza.

Joffrey no respondió nada. Solo observaba en silencio a Lucion, tratando de buscar entre sus palabras algún indicio, aunque fuese sutil, de que estaba mintiéndole. No sería la primera vez que un alfa le juraba ese tipo de cosas.

- ¿Me crees aunque lo que digo podría considerarse traición a la corona? - preguntó entonces -. He llamado bastardo al hijo de Lucerys. Lo acusé de acostarse con Aemond, de fornicar y engendrar una criatura fuera del matrimonio...

- Esa es la verdad, ¿no es así? - Lucion se atrevió entonces a tocar su mejilla para hacerlo levantar el rostro. Joffrey dudó un poco pero terminó por asentir. Su mirada estaba llena de cansancio, tristeza y resentimiento -. Yo siempre voy a creerte, Joffrey. Siempre voy a apoyarte. No importa lo que me pidas. Eres un Lannister ahora. Yo no voy a darte la espalda.

Joffrey lo miró en silencio largos segundos.

Desde que Viserys había anunciado su compromiso con Lucion... se había sentido como sumergido en una corriente incansable que no lo dejaba salir a tomar aire ni un segundo. Aún así se forzaba a aferrarse al sueño y las promesas que Daeron le había hecho. No había dejado de amarlo ni un segundo. Ni siquiera cuando lo dejó llorando en el suelo, suplicando que le creyera, que lo mirara...

Él le había mentido. Lucerys le había mentido. Rhaenyra le había dado la espalda. Su familia le negaba el confort y la confianza que se suponía debía ser incondicional.
Preferían mandarlo lejos a escucharlo. Era como sacarse un estorbo de encima.

Su labio inferior tembló y más lágrimas se acumularon en sus ojos.

- Vuelve conmigo a Lannisport. Toma tu lugar a mi lado como lord de Roca Casterly - susurró Lucion -. Te ayudaré a pensar la manera de hacer que todos en los Siente Reinos sepan lo que Lucerys ha hecho- el Lannister se acercó un poco más, atento a las reacciones de Joffrey -. Y si lo deseas te daré una vida plena a mi lado. Como tu amigo o tu amante. Cerca o lejos...

El omega entonces colocó una mano sobre la del alfa en su rostro. Inhaló profundamente.

- Quiero que Lucerys pague por lo que me hizo - susurró -. No me importa cuánto tiempo me lleve... Él sabía que me haría daño y aún así... me apuñaló por la espalda. Quiero que sepa que yo no lo haré así. Quiero que vea venir las consecuencias... Lo que quiero, Lucion, es vengarme... ¿Aún así quieres estar a mi lado?

El rubio se inclinó un poco más y puso los labios sobre los de Joffrey. Era un roce similar al que habían compartido en su boda.
Al separarse de él, pegó la frente a la del castaño.

- Desde hoy y hasta el último de mis días.

•••

La coronación se llevó a cabo frente a los habitantes de Desembarco del Rey en la Fosa de Dragones.

El recinto se había llenado hasta el tope y, ante miles de ojos, Rhaenyra fue coronada como la protectora de los Siete Reinos... Sin embargo, nadie alcanzó a notar cómo el peso de la corona le hundió ligeramente los hombros.
No era la mirada del pueblo lo que la tenía nerviosa... no.

Lo que la inquietaba era la manera en la que Joffrey la observaba, de pie junto a su esposo y en el lado más apartado de la plataforma en la que la familia real se había acomodado.

Su hijo siempre había tenido ojos cálidos y tiernos, llenos de emoción... Pero el omega que la observaba fijamente distaba mucho de tener esa mirada.

Joffrey pasaba la mirada de su madre a Lucerys cada cierto tiempo. Su hermano sonreía y acariciaba su vientre, como ajeno al caos que había desatado. Como si no fuera consciente de lo que sus mentiras habían provocado...

No se atrevía a mirar a Daeron. Ya no más. No quería encontrarse con una vista que pudiera herirlo.

Apretó la mano de Lucion y éste le devolvió el gesto.

•••

Apenas terminó la ceremonia, Joffrey se acercó a su madre para despedirse de ella con un beso helado en la mejilla.

Rhaenyra sabía que podía decir algo. Que tenía que decir algo... Ver a los ojos de Joffrey era como asomarse a un precipicio. Ella tragó saliva y entreabrió los labios más ninguna palabra salió de ellos.

Su hijo se alejó para despedirse de sus hermanos, seguido por Lucion como si fuera su sombra.

- Espero que regreses pronto - Jacaerys le sonrió con calidez, ajeno a todo el escándalo y el caos - Tal vez sea más pronto que tarde... - miró a Aegon y éste le sonrió de vuelta, abrazando más el brazo del castaño.

- Ojalá - fue la respuesta seca de Joffrey que, aunque curioso, decidió no hacer más preguntas al respecto. Al menos alguien estaba pasándola bien. Podría hablar consuelo en ello.

Pasó de largo frente a Aemond, directamente hacia Lucerys. Se paró frente a él y lo miró en silencio unos segundos. Su hermano sintió un escalofrío recorrerle la espalda y se tensó totalmente cuando Joffrey lo abrazó contra su cuerpo.

- Duerme bien mientras puedas - le dijo al oído, colocando después una mano en el punto más alto de su vientre -. Espero que salga a su padre - arrugó la nariz al sonreírle y después le dió la espalda. Fingió que Daeron no estaba ahí. Era lo mejor.

Después podría volver por él.

•••
Se viene salto en el tiempo, amistades. Espérenlo.

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