Fractura.

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- La columna vertebral parece haberse partido en varias secciones, Alteza - dijo el maestre en voz baja -. El impacto ha sido tal que no me parece que lord Lannister pueda despertar pronto, si es que lo hace - Joffrey no miraba al anciano. Sus ojos estaban puestos en Lucion, que seguía inconsciente después de toda la conmoción -. Es muy probable que su cerebro se haya visto comprometido así como... la sensibilidad en sus extremidades. No estoy muy seguro de que su esposo pueda caminar o moverse en absoluto...

El omega no dijo nada. Sintió que sus ojos ardían aunque no tenía más lágrimas que derramar. ¿Qué podía decir? Era como si le dieran un golpe directo al estómago con ese diagnóstico. Sentía en su interior como si una helada invernal se hubiera desatado. La sangre en sus venas se sentía como si estuviera llena de esquirlas de hielo que lo herían y creaban heridas internas que solo él podía notar.
Lucion estaba inconsciente desde hacía tres días y la espera era agónica. Joffrey deseaba que todo aquello no fuese más que una horrible pesadilla de la que despertaría en cualquier momento.

El maestre se disculpó, hizo una reverencia y se retiró para dejar que las noticias fueran procesadas. Sus pasos lentos eran casi como puntos suspensivos para sus funestas palabras y Joffrey pudo respirar correctamente hasta que la pesada puerta de madera se cerró por fin y terminó por caer de rodillas junto al lecho de Lucion.

En un segundo todo su mundo se había derrumbado y no podía entender cómo era que la vida seguía su curso como si uno de los dolores más desgarradores de su vida no estuviera matándolo lentamente. Como si, de nuevo, no le hubieran arrebatado de las manos aquello que lo hacía feliz.

Se preguntó si había hecho enfadar a los dioses de alguna manera.

Era probable que los Siete no perdonaran sus faltas de la juventud por las que nunca había perdido perdón realmente... Aún si en su momento él creía que sus acciones estaban guiadas por el amor y nada malo podía salir del amor. Tal vez lo habían castigado por faltar a las buenas costumbres y entregarse a Daeron sin estar comprometido cuando aún era joven. Quizá le enviaban desgracias por envidiar a Lucerys, ¿sería un castigo por esas veces en las que, en su infancia, había deseado que su hermano sufriera algún infortunio?

Tomó entre sus manos la de su esposo y un escalofrío lo recorrió al sentir la piel helada. Despojados de anillos, los dedos de Lucion parecían vacíos. Le habían quitado incluso ese que Joffrey había mandado a hacer para él y la angustia de su ausencia le provocó ahogo. ¿Qué pensaría Lucion en ese momento...? De saber que le habían quitado algo tan importante... Algo que no se quitaba ni para dormir o lavarse...
Curvó las cejas al pensar en la posibilidad de que su esposo no estuviera pensando nada. Que fuera un cascarón vacío. Que todo lo que había aprendido a amar se hubiera esfumado en el instante en el que se cayó del caballo y que ni siquiera había tenido la oportunidad de decir adiós.
¿Sentiría acaso la forma en la que Joffrey apretaba sus dedos? El príncipe sollozó ante la posibilidad de que su esposo ni siquiera pudiera sentir ese roce. No podría caminar de nuevo a su lado en los jardines. No podrían cabalgar juntos. No más cacerías, ni más reuniones. No más abrazos ni caricias ni promesas de llenar las habitaciones de Roca Casterly.

Se cubrió la boca con la otra mano para ahogar sus sollozos y sentía que perdía fuerza en las rodillas. ¿Qué clase de vida sería esa para Lucion...?

Una vez más, los goznes de la puerta de sus aposentos chirriaron al abrirse despacio. Había pedido explícitamente no ser molestado aunque quizá podría tratarse de Devan o Rhaegal.
Joffrey se apresuró a secarse las lágrimas y cuando volteó, un desagradable estremecimiento lo recorrió al toparse con el rostro pálido de Lucerys.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó y su voz estaba quebrada por el llanto y afectada por la amargura. Su hermano se quedó de pie junto a la puerta con el descaro de verse triste... como si la desgracia y la pérdida fuesen suyas -. No quiero verte. Menos ahora... Tu cinismo me repulsa, retírate de mi vista o llamaré a los guardias para que te saquen a rastras de aquí.

- Nuestra madre está preocupada por ti - Lucerys desvió la mirada a Lucion y una punzada de culpa le encogió el corazón. Tuvo que forzarse a desviar la mirada a las baldosas de piedra en el suelo -. No has comido ni bebido nada desde hace tres días.

Las palabras de Lucerys eran como bofetadas que lo dejaban incrédulo. De todos los momentos que pudo haber elegido su hermano para fingir preocupación y jugar a ser el tierno omega inocente este era el peor para Joffrey, que soltó la mano de su esposo y se levantó del suelo, respirando profundamente para poder tranquilizarse. No tenía la energía para enfrentar a Lucerys como se lo merecía... por más que deseaba matarlo en ese mismo momento.

- Joff - ese tono irritante... con fingida suavidad. Joffrey lo odiaba -. Creo que te haría mejor pasar este momento difícil en compañía de tus hijos. Ellos...

- No pretendas fingir interés por mis hijos - interrumpió con brusquedad. Se acercó con un par de pasos a su hermano para encarar a Lucerys, que retrocedió un paso -. Lo que has hecho no tiene nombre.

- ¿De qué estás hablando?

- Devan tiene diez años, Lucerys - Joffrey lo miró a los ojos -. Diez. Es un niño. Es mi niño y ahora es el guardián del oeste. Él es ahora el lord de Roca Casterly... Por lo que tú le has hecho a su padre - volvía a llorar de nuevo pero ahora eran lágrimas llenas de rabia y dolor -. Aún si Lucion despierta... Estará condenado a vivir en cama por el resto de sus días... ¿Era esto lo que querías? - el labio inferior de Lucerys tembló. No tenía palabras para decir. Joffrey sintió asco al ver esa expresión en el rostro de su hermano. Esos ojos de cordero degollado, llenos de lágrimas -. Te lo advertí, Lucerys - murmuró -. He tratado de ser cordial contigo hasta donde me es posible. Juré que respetaría los lazos que nos unen como hermanos pero tu codicia y tu... paranoia... han terminado de quebrar ese juramento. Ya no eres mi familia.

-Joffrey - Lucerys intentó suplicar pero Joffrey interrumpió sus palabras con una bofetada que hizo eco en la habitación.

- Nyke jāhor gūrogon tolvie mirre hen ao (Voy a quitarte todo lo que tienes) - le dijo con amargura -. Sentirás la agonía que me causaste por años mientras arranco cada pedazo de ti sin misericordia. No vas a conocer la piedad de mi perdón y cuando finalmente seas tan miserable que decidas saltar desde el acantilado más alto... Escupiré sobre tu cadáver y lo dejaré pudrirse en la mierda. Nyke jāhor pryjagon ao (Te voy a destruir)

***

-Lamento mucho lo que le ha pasado a tu padre - Rhaegal se sobresaltó y volteó abruptamente para encontrarse con la mirada de Valeryon. Era la última persona a la que pensaba ver pero aún así representaba un alivio en medio del caos.

-Gracias - respondió en voz baja. Los alfas se miraron en silencio unos segundos y finalmente fue el Targaryen el que decidió terminar de entrar en el pequeño salón para acercarse a su primo. Sabía que las cosas estaban muy complicadas y había logrado escapar de la vigilancia de Aemond después de que Lucerys lo hiciera llamar con especial urgencia.

Ambos se quedaron sin palabras, como midiéndose mutuamente.
Rhaegal nunca había estado a solas con Valeryon y sentía un extraño nerviosismo provocarle un cosquilleo en las palmas de las manos. Tenía que admitir secretamente que era agradable después de haber estado sumergido en estrés e incertidumbre sobre la salud de su padre. Tampoco tenía noticias de su madre y había pasado los últimos tres días sirviendo de consuelo para Devan, que no dejaba de llorar por los pasillos, buscando a Joffrey sin éxito.

- ¿Te quedarás en la capital? - preguntó el albino.

-No lo sé. Tal vez... - Rhaegal suspiró y se encogió de hombros -. Quizá regrese a Lannisport con mi madre para... Decidir cuál es el siguiente paso en todo esto. Devan aún es muy pequeño como para asumir el cargo de lord de Roca Casterly. Puede ser que...

- Rhaegal - los adolescentes voltearon a la puerta y dieron un paso atrás. Joffrey miró primero a su sobrino y después a su hijo -. Ven conmigo. Tenemos temas importantes para hablar - su voz era bastante seria. Rhaegal no recordaba haberlo escuchado así antes. Dudó un poco pero al final asintió y caminó en dirección de su madre antes de salir del salón, apenas mirando de reojo a Valeryon, que se que quedó quieto en su sitio y sintió un escalofrío cuando Joffrey lo miró una vez más.

El omega recorrió de pies a cabeza a su sobrino, escrutando con la vista de una forma que hizo sentir a Valeryon incómodo y asustado, aunque no dejó su postura.
No se dijeron nada. El silencio gritaba por sí mismo.
Joffrey solamente volteó el rostro y salió del salón.

Valeryon pensó que debía ir en busca de su madre. Sabía que Lucerys estaría preocupado por él.

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