Cambio.

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El maestre apenas estaba profundizando en las relaciones establecidas con el Banco de Hierro cuando las puertas de la biblioteca se abrieron abruptamente y Aeriel hizo acto de presencia.

Llevaba aún su ropa de montar y el cabello completamente desordenado por el viento aunque en esa ocasión había intentado mantenerlo bajo control con una trenza mal hecha.

- Me alegra que pueda unírsenos, Alteza... tal vez la próxima vez podría ser antes de que la clase de inicio, no al final - le dijo el anciano. Aeriel se sentó junto a Rhaegal y le ofreció una sonrisa burlona al maestre.

- ¿No es usted el que siempre dice que las experiencias son las mejores enseñanzas? - inquirió el príncipe, recargando su mentón en la palma de su mano. Podía sentir el aroma del cuero de las riendas en su piel.

- Si, Alteza, pero a lo que me refiero...

- Bueno, pues en mi experiencia, es mucho mejor saber de lo que ocurre allá afuera estando... ya sabe... afuera - Aeriel ladeó la cabeza -. No es que no disfrute sus clases pero no soy particularmente un admirador de... - bajó la mirada y notó los libros que habían estado revisando -. Lo que sea que sea esto.

- Alteza, es muy importante que usted, como heredero al trono, sepa sobre economía, historia y diplomacia...

- Para eso está mi futuro consorte - Aeriel pasó su brazo por los hombros de Rhaegal que solo giró los ojos pero se rió un poco -. Mírelo, maestre Ormund... ¿No encuentra totalmente confiables estos rasgos? Yo sí.

El anciano simplemente negó con la cabeza y decidió poner fin a la clase. No tenía las energías para discutir con un adolescente, menos aún con uno como Aeriel, al que no había quién le ganara en una discusión.

Que los Siete se apiadaran del reino.

- Sabes que se lo va a decir a tu padre, ¿verdad? - preguntó Rhaegal en cuanto el maestre se fue. Aeriel se encogió de hombros y se recargó en su silla.

- ¿Y qué va a hacer? Nada que no haya intentado ya... - arrugó su nariz, estirando las pecas que la cubrían y luego sonrió con malicia - ¿Quieres que te cuente algo interesante?

- A diferencia de lo que crees, Aeriel, encontrar montañas desde las cuales puedas mear hacia abajo no es "algo interesante"... - el rubio recogió un par de libros y se levantó.

Según lo que le habían dicho era que estaba casi tan alto como su padre. Tenía algunos meses sin verle. Desde que se había mudado a la capital para empezar a habituarse a la corte y a su futuro compromiso, Lannisport era para él más un punto nostálgico y lejano que su hogar al cual podría regresar algún día.

- Para tu información... es mi manera de estudiar geografía - el príncipe también se levantó y Rhaegal tuvo que inclinar la cabeza.
Aeriel apenas y le quedaba a la altura del pecho. Insistía con que iba a crecer más pero... Ya con diecisiete años y su casta omega presentada... -. Pero no es eso. Vi a lo lejos un navío Velaryon.

Rhaegal levantó las cejas. No tendría por qué sorprenderse del todo. Era lo normal... Todos los abanderados y miembros de la nobleza fieles a la corona tenían que presentarse para la coronación de su tío.
Pero sabía lo que significaba si se trataba específicamente de los Velaryon.

- ¿Hace cuánto que Valeryon y tú no se ven? - Aeriel se colgó del brazo de su prometido mientras ambos salían de la biblioteca.

- Unos años - fue su respuesta a secas, aunque la verdad era que habían dejado de convivir mucho desde hace casi una década. No sabía el por qué pero las cosas habían cambiado de un día para otro. Sus padres estaban más que alertas y podía notar que específicamente su madre parecía tener cierta aversión hacia su tío Lucerys.

Cuando preguntaba al respecto nunca obtenía respuestas concretas. Ni Joffrey ni Lucion querían poner en sus hombros la carga de un conflicto que no era suyo... Lo único que podían hacer era intentar mantener a su hijo lo más alejado posible de la causa del problema.

- Es la primera vez que va a estar toda la familia reunida en mucho tiempo... - Aeriel suspiró -. Solo un evento tan importante e increíble como mi día del nombre había hecho tal cosa.

- ¿Estás poniendo la coronación de tu padre en la misma categoría que tu onomástico? - Rhaegal levantó ambas cejas y el albino lo miró como si hubiera dicho una tontería.

- Por supuesto que no - dijo el omega -. Mi onomástico fue más icónico.

Ambos se rieron.

Rhaegal le preguntó sobre su vuelo con Silverwing y Aeriel le contó alegremente los detalles. Últimamente era esa su mayor distracción.
El heredero al trono podía pasar horas y horas cruzando los cielos de Poniente a lomos de su dragón.
No había otra cosa en particular que le llamara la atención.

Nunca había sido afecto a la soledad.
No tenía hermanos con quiénes distraerse. Aegon y Jacaerys habían dejado de intentar después del parto fatídico que casi lo deja huérfano de madre.
Silverwing había sido su consuelo para no hundirse en la tristeza que había afectado tan profundamente a su madre y de la que estaba saliendo recientemente.

Aeriel había preferido dejar sus lazos con la tierra firme y entregar sus sueños y aspiraciones al infinito cielo azul en el que no había nada más que nubes, sol y cientos de posibilidades. Era su actividad preferida.

Le había ofrecido a Rhaegal acompañarlo a dar un paseo rápido y el Lannister nunca le decía que no, sin importar los pendientes que tenía en el día.

Al atravesar un pasillo exterior, Rhaegal alcanzó a ver la cantidad de gente que estaba llegando a la Fortaleza y el ajetreo que hacía zumbar cada rincón del castillo como si fuera una colmena de abejas atareadas.

- Alteza, mi lord - un sirviente les interceptó a medio camino. Aeriel lo miró con una mueca porque sabía que lo que fuera que saliera de su boca iba a impedirle regresar a montar -. Lord Lannister ya está aquí... y la Reina Madre está buscándolo, Alteza.

-Bueno, tendremos que posponer nuestro viaje - Rhaegal miró a Aeriel que rezongó en voz alta -. No te pongas así. Adoras a la abuela. Eres su favorito... si quiere verte es por algo bueno.

- Como no sea para decirme de dónde saca el aceite corporal que la hace oler tan bien... - el omega frunció el ceño y con un suspiro soltó el brazo de Rhaegal. Hizo una reverencia exagerada -. Nos vemos más tarde, dulce, dulce león... Tengo asuntos de príncipe qué atender... No te olvides de mí en mi ausencia, Rhaegal Lannister.

El rubio negó con una sonrisa y fingió atrapar el beso imaginario que Aeriel le había mandado.

Esperó hasta que él y el sirviente se habían ido para entonces retomar su camino, esta vez para dirigirse al encuentro de sus padres.
Su corazón latía con fuerza.

Tenía un presentimiento asentado en la base del estómago.

No era como si tuviera miedo de ver a su familia. Los había extrañado... incluso al pequeño usurpador de atención al que llamaba hermano.
La ansiedad residía en esa sensación de distanciamiento que se había instalado en su corazón desde que supo que tendría que vivir en Desembarco del Rey.

No importaban las cartas diarias o los mensajes constantes... Rhaegal se sentía como un extraño. Como una pieza que no terminaba de encajar y el sentimiento no había hecho más que crecer conforme los años pasaban y la adolescencia pasaba por su cuerpo, preparándolo para la adultez.

Por costumbre, sabía que sus padres llegarían por la Puerta de los Dioses, así que dirigió sus pasos al patio principal para poder encontrarse con ellos.

Al salir, el sol brillaba todavía más que antes. La luz lo cegó por unos momentos. Logró ver la cabellera castaña de su madre y caminó en su dirección.

Cuando estuvo a unos pasos, lo interceptó alguien más. Rhaegal parpadeó y entonces cayó en cuenta de los colores que vestían los recién llegados. No era su familia.

Valeryon se había atravesado para evitar el acercamiento a Lucerys.

Los dos se miraron a los ojos.
Se reconocieron.
Y la sensación en Rhaegal cambió.

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