Desesperanza.

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La conmoción fue tal que Joffrey apenas pudo entender lo que acababa de suceder.

Un momento estaba bailando con Lucion Lannister y al siguiente había un caos de gritos y reclamos mientras alguien lo alejaba del centro del conflicto sin que él pudiera hacer nada al respecto.
Perdió a Daeron de vista así como a Lucion. Estaba tan confundido que ni siquiera podía reclamar aún si la desesperación hacía tal presión en su pecho que no lo estaba dejando respirar correctamente.

Se dió cuenta de que había sido Aemond el que lo sacó del salón principal cuando éste lo bajó de sus brazos.
Confundido, lo miró a él y después a su alrededor. Estaba en la sala del concejo privado junto con su madre, Alicent y Lucerys, aunque éste permanecía en un lugar más alejado de la sala, casi cauteloso. A Joffrey le pareció que lo miraba y después a su tío aunque la adrenalina era tanta que no sabía si estaba viendo cosas correctamente. Sentía náuseas por el vino que había ingerido y la confusión no mejoraba su estado. Aemond se fue sin decir nada. Como si solo hubiera cumplido un encargo banal.

Rhaenyra rápidamente envolvió en sus brazos a Joffrey y después acarició sus mejillas, buscando alguna herida.

- ¿Qué pasó...? - le preguntó con la voz llena de preocupación.

El castaño no podía contestar porque no lo sabía. Un momento quería evitar un beso de Lucion y al otro...

- Es otra vez como el compromiso con Laenor... - murmuró Alicent. Era visible su nerviosismo. Una sombra cruzó el rostro de Rhaenyra al recordar tan funesto momento. Secretamente esperaba que su pequeño no pasara por el mismo destino. Aún si las condiciones no eran las mismas de todos modos le llenaba de pesar el corazón... conocía las consecuencias de lo que un evento así podría provocar.

Las puertas se abrieron entonces y Otto entró buscando a Joffrey con la mirada. Al verlo, su mirada se cruzó también con la de Rhaenyra ella se interpuso a medias entre la Mano y su hijo.

- El rey solicita la presencia del príncipe - informó -. Y la suya también, Alteza - el título salió a regañadientes de sus labios y Rhaenyra se sintió extrañada pero aún así tomó la mano de su hijo y asintió.

Ambos siguieron a Otto hacia otro salón en el que Viserys esperaba.

- ¿Habrá alguna vez en la que podamos celebrar un compromiso sin que haya un escándalo de por medio? - preguntó en voz alta. Se frotó el puente de la nariz y negó con la cabeza. Rhaenyra y Joffrey se quedaron cerca de la puerta, aún tomados de las manos - ¿Dónde está lord Lannister?

- Ya he mandado por él, Majestad - Otto tenía las manos en la espalda, atento.

- ¿Y Daeron?

- El príncipe Jacaerys ayudó a contenerlo con ayuda de Aemond.

Viserys suspiró pesadamente. ¿Por qué los dioses lo habían castigado con hijos tan imprudentes...?

- Ordena que junten sus pertenencias y las de Lucerys - Joffrey se tensó al oír esto - Quiero que los dos estén en Rocadragón al amanecer.

La Mano asintió una vez y entonces salió del salón. Apenas un poco después, Lucion entró en compañía de un par de Capas Doradas. Tenía el labio partido y la mejilla hinchada. Joffrey lo miró fugazmente antes de apretar la mano de su madre.

- Lord Lannister - Viserys comenzó a decir - Estoy muy avergonzado por lo sucedido. Le suplico perdone a mi hijo...

- Entiendo que en una fiesta las cosas pueden salirse de control, Majestad, pero no esperaba que en mi propio compromiso recibiera una ofensa de esta magnitud - espetó el rubio -. Creo que puede entender que no me quedan más ánimos de festejo. Quisiera regresar lo antes posible a Roca Casterly - entonces volteó a ver a Joffrey y éste se sobresaltó por la mirada verde y de reproche que se posó sobre él - Y también quiero que se lleve a cabo el matrimonio. No puedo volver a menos que sea con Joffrey como mi esposo.

- Lord Lannister, el acuerdo que habíamos hecho... - empezó a decir Rhaenyra pero Viserys la hizo callar.

- Es precipitado, mi lord, pero lo entiendo. Mandaremos traer un Septo. Usted y el príncipe podrán volver a Lannisport al amanecer.

***

Lucerys había logrado escabullirse cuando la mayoría de los invitados se habían ido ya. Era claro que la fiesta y las celebraciones posteriores no se llevarían a cabo pero era esa la menor de sus preocupaciones.

Sus pasos apenas hacían eco al subir apresuradamente las escaleras hasta llegar a la habitación de siempre. Estaba a oscuras, como era lo usual. Se había acostumbrado ya a la falta de iluminación. La luz de la luna cumplía con darle la oportunidad de ver lo necesario en el interior cuando se colaba por las ventanas.

Tenía un nudo en la garganta y se apretó aún más cuando abrió la boca para repetir las palabras funestas de Otto.

- Van a enviarnos a Daeron y a mí a Rocadragón - apretó sus puños. Todo esto estaba siendo demasiado familiar para él y detestaría tener que repetir el mismo destino - Viserys no nos dejará volver hasta dentro de seis meses.

"Por seguridad".

Bonita manera de disimular un exilio.

Aemond se acercó a Lucerys para poner sus manos en los hombros pequeños del omega. Notó que tenía los ojos acuosos, probablemente luchaba contra las ganas de llorar.

- Puedo verte aún así. Es un vuelo corto... - murmuró. Inmediatamente se dió cuenta que no eran esas las palabras que Lucerys deseaba oír por la manera en la que lo miró.

- Aemond... - llevó sus manos frías a las mejillas del más alto. Había apenas un deje de desesperación en su voz - Por favor...

Conocía bien ese tono. Sabía las intenciones detrás de él y, aún así...

- Yo... no creo que sea lo mejor - murmuró finalmente - Nuestras familias están pasando ya por un escándalo. Tal vez si esperamos...

Lucerys lo miró en silencio unos segundos. Sus manos temblaron un poco y no pudo contener el par de lágrimas que se escaparon de sus ojos.
Estaba pasando otra vez.
Y el dolor era todavía peor.

- Aún podemos vernos. Daeron no impedirá que salgas con Arrax y yo encontraré un lugar seguro para nosotros - aseguró Aemond, poniendo sus manos sobre las del castaño aunque éste las retiró al negar con la cabeza - Lucerys, tienes que entender...

- Si. Tengo que entender - musitó el omega - Evidentemente fui estúpido al pensar que sería diferente... Pero está claro dónde están tus prioridades - apretó los labios y entonces retrocedió para alejarse de Aemond - Esta es la segunda vez que me rompes el corazón. Y no pienso permitir que haya una tercera... - se secó las lágrimas con el dorso de la mano - No quiero que me busques. No quiero verte más... - cada palabra que salía de sus labios lo hería. Sabía que no era cierto. Y deseaba que Aemond pudiera verlo. Deseó que lo tomara en sus brazos como todas las noches en las que se habían encontrado a escondidas y que cumpliera eso que le había jurado desde la primera vez.

Que no dejaría que nadie los separara otra vez. Que, si era necesario, quemaría todo a su paso antes de permitir que se interpusieran en su amor...

Pero le había mentido. Le había mentido desde la primera vez.
¿Cuánto tiempo estuvo esperando en Pyke, mirando por la ventana? Lleno de esperanzas de ver a Vhagar y a Aemond... días y noches enteros, aguantando las humillaciones y maltratos de Dalton...

Pero, una vez más, había caído en el engaño del supuesto amor que Aemond juraba que sentía... pero que parecía no ser suficiente en el momento en el que el deber familiar entraba en la escena. Había sido iluso creer que Aemond le daría la espalda a Alicent o a su estatus para estar con él.

Lucerys nuevamente sentía el hueco lacerante en su pecho. Una vez más había permitido que Aemond tomara su corazón, confiando en que lo cuidaría... pero ahora estaba de pie, frente a él, sintiéndose vacío.

Lo miró fijamente unos segundos. No hacía falta decir más. No quería decir más. Tenía que prepararse para su exilio junto a un hombre que no amaba.

Otra vez.

Aemond tampoco dijo nada. Solamente vio cómo Lucerys retrocedía hasta salir y cerrar la puerta tras de sí.

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