Encuentro.

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- Deberíamos regresar a Marcaderiva - murmuró Lucerys. Sentía el sabor de su propia sangre en la boca después de haberse mordido los labios con tanta insistencia... Pero ante el nerviosismo había poco más que pudiera hacer.

- ¿De verdad crees que eso es la solución? - Aemond le habló en el mismo volumen. Bajo y discreto.

Ambos estaban alejados de la tina en la que estaban terminando de darle un baño a Valeryon. El niño salpicaba y jugaba en el agua mientras su nodriza tallaba su cabello suavemente.

- ¿Escuchaste a Joffrey? Claramente no está aquí en un plan amistoso - susurró Lucerys, mirando a su hijo de reojo y luego a Aemond - ¿Viste lo fácil que fue para él acercarse a Valeryon? Pudo hacerle cualquier cosa... Su presencia aquí es una amenaza para nosotros.

- Joffrey no haría daño a un niño - aunque las palabras de Aemond no sonaban muy seguras del todo. Tenía que resistir la tentación de tocar a Lucerys para darle consuelo. No podía hacerlo directamente si no estaban solos - ¿Has hablado con Daeron?

- No - negó con la cabeza -. Ni siquiera sé dónde está. Supongo que salió a volar sobre Tessarion... - el castaño se llevó una mano a la frente, como si con eso pudiera suprimir la migraña que amenazaba con aparecer -. De todos modos no querría irse. Le gusta estar aquí. Encuentra agradable la compañía de Jacaerys y Daemon... - arrugó la nariz. Sentía los ojos llenos de lágrimas por la ansiedad.

Tal vez estaba siendo paranoico pero es que había visto algo en la mirada de Joffrey. Algo desagradable y podrido que no le gustó en absoluto.

No era tan crédulo como para pensar que su hermano no le odiaría... Pero Joffrey tenía que entender que las prioridades tendían a cambiar de dirección.
Jamás hubiera entendido si le decía la verdad. Nunca habría aceptado un trato en el que tuviera que quedarse como amante de Daeron...

Su hijo necesitaba un apellido y un padre. Le daba igual todo lo demás. Daeron era bueno con Valeryon. Lo cuidaba, lo educaba y le daba todo lo que necesitaba. Aún sabiendo que no era su sangre...

- Alteza - la nodriza se acercó e hizo una pequeña reverencia ante Lucerys -. ¿Desea vestir usted al pequeño Valeryon o que lo haga yo...?

Lucerys suspiró y se limpió los ojos.

- Lo haré yo - murmuró y luego miró a Aemond -. Puedes irte. Si ves a Daeron dile que quiero verlo lo antes posible.

•••

Aegon abrazó con cuidado a Joffrey. Era complicado para él maniobrar con su vientre tan crecido pero de todos modos no podía resistirse a demostrar la alegría que le daba ver a su cuñado.

- Te ves brillante - dijo Joffrey con una sonrisa, poniendo una mano sobre el vientre de Aegon - ¿Cuánto tiempo tienes ya?

- En dos meses más debería nacer - respondió -. Ha sido complicado pero Jace y yo esperamos que esta vez lleguemos a término.

Joff no dijo nada. Solamente asintió y su mano se movió suavemente sobre la pronunciada barriga de Aegon. Sabía de sobra de los intentos fallidos para tener un segundo hijo pero admiraba esa determinación para seguirlo intentando.

Después se atención se desvió al pequeño niño que estaba casi escondido detrás de las faldas de Aegon. Le sonrió y se acuclilló para verlo mejor.

- Tú debes ser Aeriel - murmuró. El niño parecía un muñeco de porcelana. De Jacaerys tenía el cabello castaño y rizado. Algunos mechones le caían enmarcando su carita redonda como si fueran caireles. Todo lo demás era de Aegon.
Los ojos violetas y los rasgos finos y bonitos. Se notaba que era un niño de amor - ¿Estás emocionado por tu día del nombre?

- Si... Un poco. Me gustan los regalos - dijo y Joffrey no pudo evitar reírse un poco. Si, definitivamente era hijo de Aegon - ¿Tú me trajiste un regalo?

- Por supuesto - Joffrey le sonrió y estiró una mano para tocar la punta de su naricita respingada -. Te traje el regalo más bonito y especial...

Esas palabras iluminaron el rostro de Aeriel que, emocionado, le sonrió a Aegon y después a Joffrey.

- ¿El príncipe Jacaerys aún está tomando su baño? - preguntó Aegon a una de sus doncellas. Ella asintió -. Lleva a Aeriel con él - el niño lo miró con el ceño fruncido - ¿Crees que voy a dejar que en tu fiesta huelas a establo? No, señor. Ve con tu padre. Y dile que te lave bien. Sabré si no lo haces.

Cuando el niño se fue, Aegon invitó a Joffrey a sentarse para poder compartir un poco de vino dulce y pastelitos.

- Pensé que traerías a tu hijo para que jugara con Aeriel - murmuró el príncipe.

- Está con Lucion - Joffrey tomó un pastelito, tomando la cereza confitada que lo decoraba para llevarla a sus labios -. Sigue muchísimo a su padre. Siento que se están volviendo la misma persona - hizo una mueca exagerada que provocó la risa en Aegon. Joffrey suspiró y curvó las cejas un poco -. En realidad... Me alegra que pasen tiempo juntos. Se adoran...

- Qué lindo... - Aegon sonrió -. Jacaerys consiente a Aeriel de una manera insoportable. Me quejaría si yo no recibiera el mismo trato... Pero bueno, Jace es increíble. De hecho después de hoy empezará a llevarlo a la Fosa de Dragones para que Aeriel comience a establecer un vínculo con su dragón - soltó un suspiro -. En nada de tiempo se hará jinete y yo... Estaré aquí. Triste, solo, abandonado...

- Tú también eres jinete, Aegon - Joffrey alzó una ceja y el albino se encogió de hombros.

- Sunfyre me detesta. Con todo este asunto de los embarazos no he podido montarlo... Pobrecillo - negó con la cabeza -. Pero le dije a Jace que si esto... no resulta... No intentaré más. Solo hay tanto que pueda aguantar y Aeriel nos ha hecho felices a ambos... - Joffrey asintió, bebiendo un poco de vino. Aegon lo imitó antes de hablar otra vez - ¿Cómo lo haces tú? No hay domadores de dragones en Lannisport.

- Lucion hizo traer un par de Volantis - respondió el castaño -. El dragón no es tan grande como para causar problemas y... Se crían cabras especialmente para él y Tyraxes... De hecho, parece que se cuidan mutuamente. Viven en una montaña más allá del puerto - sonrió un poco y alzó las cejas -. A Lucion le fascinan. Los ha estudiado hasta el cansancio y... Si puedo presumir, creo que su alto valyrio es bastante bueno.

- Mhm... Tal vez debieron quedarse con el apellido Velaryon - bromeó Aegon.

- Supongo que nunca dejaré de serlo... Pero ahora soy un Lannister - Joffrey dejó la copa sobre la mesa -. Me he acostumbrado a ello. Y me gusta. Lo disfruto...

Llamaron a la puerta y un sirviente anunció la presencia de Lucion y su hijo. Joffrey se levantó para recibirlos y la sonrisa en su rostro se tornó cálida y dulce.

Su pequeño tenía los cabellos rubios revueltos y las mejillas sonrojadas pero se veía alegre. Joffrey lo cargó en brazos para besarle la frente y luego se acercó a Lucion para besar sus labios.

- ¿Te divertiste con tu padre...? - preguntó y el niño asintió.

- Fuimos a montar a caballo y luego me enseñó a tirar con arco... ¡Cazamos un conejo! - exclamó el niño alegremente aunque su atención se desvió rápidamente a Aegon, que se había levantado con dificultad - ¡Tiene el pelo blanco! - señaló.

- Ya habíamos hablado sobre esos modales, jovencito... - Lucion lo reprimió suavemente pero no había verdadera severidad en sus palabras.

Joffrey se acercó a Aegon.

- Me complace presentarte finalmente a mi primogénito - le dijo con la voz llena de orgullo. Aegon miró al niño con una sonrisa. Era claro el parecido con Lucion. Casi como dos gotas de agua... Aunque lo que verdaderamente llamaba la atención era la mirada del niño. Tenía un ojo verde y uno castaño - Alteza, este es Rhaegal Lannister.

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