Indiferencia.

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Lucerys llegó a Desembarco del Rey a mitad de una tormenta.

Casi había sido como un presagio. Al menos Alicent así lo había visto. Salido de los mismísimos siete infiernos para volver a amenazar el bienestar de su familia... Su presencia era ominosa. Le preocupaba que ella fuera la única que lo notara.

Estaba cambiado. Llevaba el cabello largo y tenía la mirada apagada y lúgubre. Vestía el luto riguroso requerido a causa de la muerte de su marido y lo rodeaba un aura de pesadumbre y nostalgia que convertía cualquier salón en un espacio asfixiante.
No quedaba mucho de quien había logrado desbancar a su madre como delicia del reino. El sufrimiento lo hacía ver mucho menos amable y la estancia en Pyke durante tantos años había mermado en él. Se movía como una sombra silenciosa.

Debido a su llegada, Joffrey encontró especialmente difícil acercarse a Jacaerys. Aún si concretaba reuniones su hermano se excusaba o simplemente no aparecía. Aparentemente la presencia de Lucerys había creado un impacto entre la nobleza.

La muerte de Dalton lo había dejado básicamente desprotegido. No le había dado hijos por lo que no se consideraba un matrimonio válido. Los bastardos del Kraken Rojo se disputaban el dominio de las Islas del Hierro y Lucerys no pintaba un puesto favorable a media matanza... Era un omega viudo, con un buen apellido, sin hijos y que poseía aún la promesa de heredar Marcaderiva. Cualquier persona astuta no dejaría pasar la oportunidad.

Jacaerys tenía que cumplir con la función de responder con las invitaciones y ofertas que llegaban constantemente respecto a Lucerys. Simplemente no se daba abasto, no le quedaba tiempo en el día para siquiera pasar el tiempo mandatorio con Aegon, muchísimo menos le quedaba tiempo para los asuntos de Joffrey.

- Has causado un alboroto - Aegon habló en voz alta, dirigiéndose a Lucerys. La cena estaba siendo demasiado tensa y silenciosa y solamente se había atrevido a hablar por la confianza que varias copas de vino le habían dado. Su tono dejaba entrever el escozor de la ausencia aún más pronunciada de su marido - Para alguien que quería mantener las cosas discretas...

Lucerys no se dió por aludido. Ni siquiera apartó la mirada de su plato mientras comía en silencio.

- Aegon - Jacaerys levantó un poco la voz y su esposo lo miró con una ceja alzada mientras bebía un poco más - ¿Tal vez deberías comer más y beber menos...?

- Estoy hablando con mi cuñado - replicó - ¿No es así, Luke? - regresó la atención a Lucerys y le sonrió - Debe ser agradable regresar a tu hogar... He oído que Pyke es un lugar algo difícil.

Más silencio. Lucerys simplemente parecía ausente, como si estuviera solo, comiendo con movimientos mecánicos. Cuando Aegon volvió a abrir la boca, Rhaenyra aclaró la garganta.

- Lucion Lannister llegará aquí mañana - anunció y las miradas se volvieron a Joffrey - Sería bueno que estuvieras presente para darle la bienvenida, Joffrey... Para que puedan conocerse.

Joffrey sintió las palabras como agua helada cayendo en su espalda. ¿Realmente le quedaba tan poco tiempo...?

Fugazmente su mirada buscó la de Daeron pero el príncipe solo veía a Rhaenyra casi con reproche. Como si ella hubiera dicho algo inadecuado y ofensivo.
Pensó entonces en negarse. Alegar alguna enfermedad que pudiera comprarle más tiempo, sin embargo, las mentiras no se le daban tan bien. Solo había espacio en su alma para un secreto y no dejaba espacio para ningún engaño más.

- Está bien, madre - fueron sus palabras y cuando las dijo fue que Lucerys finalmente alzó la mirada de su plato y vio a su pequeño hermano. No pudo evitar sentir que era como un reflejo de lo que había sido alguna vez su situación.

***

Joffrey estaba preparándose para dormir cuando llamaron a su puerta. Al abrir se encontró con Lucerys, que esperó en silencio a ser invitado a pasar.

- Has crecido mucho - le dijo en voz baja y Joffrey solo asintió un poco. Él y Lucerys habían dejado de verse hace casi diez años. Prácticamente estaba frente a un desconocido con el que alguna vez compartió los inicios de su infancia.

Lucerys recorrió con la mirada la habitación de su hermano. Tenía algunos libros pero abundaban los materiales para escribir mensajes y dibujar.
Tomó un frasco de tinta del escritorio de su hermano y lo miró en silencio.

- ¿Necesitas... algo...? - preguntó Joffrey, dudoso. Había algo extraño en Lucerys, algo diferente... que no podía señalar con facilidad. Se sentía un poco tenso.

- Debes estar nervioso por la llegada de tu prometido - dijo finalmente el mayor - Lucion Lannister... Imagino que hay cientos de jovencitos y jovencitas que matarían por estar en tu lugar - continuó, dejando la tinta en su sitio, aunque después tomó un abrecartas. La empuñadura era bonita, posiblemente un regalo de Corlys debido al motivo marítimo - ¿Qué sabes de él?

- Yo... Uhm... Será el heredero de Roca Casterly cuando Jason Lannister muera - respondió Joffrey - Y... Madre dice que es buen estratega. Y... y que le gusta cantar...

Lucerys soltó una risa pequeña, monosilábica. Miró a su hermanito con una sonrisa y se acercó a él.

- Siempre has sido el más noble de los tres - comentó - Dispuesto a ver el lado bueno de cualquier situación. Tan empático que llorabas cuando una copa se rompía o se astillaba. Te daba pena que no pudiera ser usada nunca más...

Joffrey se sonrojó pero no dijo nada. Jacaerys tendía a molestarlo con eso. Le decía que su sentimentalismo lo llevaría a ser el príncipe más blando de la historia pero que podría doblegar el espíritu de todas las muñecas y copas oxidadas en Poniente. "Su Alteza Real, el Príncipe de las Lágrimas" era como lo llamaba y Joffrey, por supuesto, terminaba llorando en los brazos de Rhaenyra.

Lucerys tomó su mano para poner en ella el abrecartas con cuidado. A Joffrey le pareció un poco más pesado en la mano. No solía usarlo demasiado. La hoja era afilada y se había cortado los dedos más de una vez.

- ¿Cuánto tiempo hace que lo amas? - preguntó entonces, mirándolo a los ojos - No debe ser mucho... Pero debe ser intenso... - el menor lo miró confundido pero Lucerys sólo apretó los labios antes de sonreír - Creo que la manzana nunca cae lejos del árbol, ¿verdad...?

- No sé de qué... Yo...

- Hueles a él. A Daeron. Los libros que hay en tu escritorio son suyos. Tienen sus iniciales... Y él te mira como un ciego vería el sol al verlo por primera vez - Lucerys puso sus manos en los hombros de Joffrey y curvó un poco las cejas - Además... parecías absolutamente miserable cuando madre mencionó tu compromiso en la cena.

- Luke... Por favor... - Joffrey empezó a decir, sudando frío, pero su hermano negó con la cabeza - Si alguien se entera...

- Serás calumniado. Sí. Lo sé. Y me ofende que pienses que vine a delatarte - levantó una ceja y después puso su mano en la mejilla de su hermano menor. Los ojos de Lucerys tenían un brillo peculiar - Sé por lo que estás pasando. Y puedes acudir a mí para pedir mi ayuda... Cuando lo necesites.

Inmediatamente Joffrey pensó en su tío Aemond. Había estado ausente durante la cena. De hecho, no lo había visto desde la llegada de Lucerys... aunque tampoco se fijaba demasiado en él o sus hábitos solitarios. No era raro que pasara la mayor parte de su tiempo montando a Vhagar, recorriendo Poniente en larguísimos vuelos que iniciaban al amanecer y terminaban a la media noche.

Joffrey lo miró a los ojos unos segundos antes de asentir. Parecía casi como algo ominoso. Lucerys le dió un beso en la frente. Un relámpago hizo sobresaltar al menor. Acompañado del sonido de la tormenta, Joffrey creyó escuchar un ruido, casi como un rugido que venía del exterior... Aunque tal vez solo era producto de su imaginación.

- Te dejaré para que descanses - dijo entonces Lucerys se separó de él para caminar hacia la puerta pero se detuvo al abrirla para mirar a su hermano por encima de su hombro- Ah, si... - buscó en el interior de su capa para dejar sobre una mesa cercana un pequeño atado - Un té. Por si las dudas.

𝐂𝐋𝐀𝐈𝐌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora