Comprensión.

871 118 240
                                    

La respiración de Viserys era dificultosa. No estaba muy seguro de que el aire estuviera entrando correctamente a sus pulmones a juzgar por lo poco que su pecho se inflaba cuando pretendía inhalar.

Joffrey lo observaba casi como si estuviera hipnotizado por la agonía de su abuelo, con la vista fija en sus manos pálidas y huesudas. Las puntas de sus dedos estaban amarillentas y las uñas despostilladas.

Había una sensación de morbosa venganza que trataba de empujar con fuerza al fondo de su mente. Esos impulsos, esos pensamientos... eran como criaturas ocultas en la parte más oscura de su cerebro. A veces se escurrían y salían a la luz cuando estaba vulnerable y ebrio. Cuando discutía con Lucion y le gritaba palabras hirientes, cuando expresaba desagrado por cualquiera que siquiera le hiciera recordar el compromiso funesto entre Daeron y Lucerys...

Apretó con los dedos su muñeca un poco más.

Había sido culpa de Viserys.
Ellys estaba muerta. Daeron y él pudieron estar juntos por fin... Pero no. El viejo parecía estar en contra de la felicidad. Como él había sido miserable toda su mugrienta vida...

- Joffrey - Rhaenyra lo llamó y el castaño parpadeó. Notó que se había cortado un poco la circulación al apretar tan fuerte su muñeca y sintió dolor al soltarla tan de pronto - ¿Has terminado de rezar?

Se dió cuenta de que era el único que quedaba que seguía viendo a Viserys. Los demás se habían apartado de la cama, incómodos. Solo por la vista o por el olor a enfermedad... Pero Joff se había quedado ahí incluso más que Rhaenyra.

Asintió entonces y se limpió las mejillas para secarlas.

Su madre volvió entonces a hablar en voz baja con el maestre y Alicent.

Aegon no estaba ahí pero Jacaerys sí y, sinceramente, se veía agotado. La guerra había hecho mella en él. Se veía más mayor. Tenía una barba descuidada y apenas se había recogido el cabello. Prácticamente había llegado directamente a darle el último adiós a su abuelo aunque ya no quería saber más de muertes ni despedidas.

Seis meses le habían hecho hartarse de la sangre, los gritos y el sonido del acero chocando entre sí... Pero ni sintiendo el ardor de las heridas entrando en contacto con la arena y la sal del océano podía borrarse de la mente el ardor que había en su alma.

Había matado a cientos de enemigos, buscando en cada uno de ellos la cara de ese único hombre que había logrado arrebatarle algo que pensaba que nadie podía quitarle... Pero no había tenido éxito. Incluso ahora notaba la ausencia deliberada de Aegon. No le había recibido al llegar. Ni siquiera lo había visto...

¿Y cómo querría? Si lo odiaba. Claro que lo odiaba. Jacaerys se sentía estúpido por pensar que una fingida libertad de seis meses podría aliviar la tensión de su moribundo matrimonio.

Suspiró, cansado y entonces decidió salir de la habitación, murmurando despedidas. Apenas le sonrió a Lucerys al poner su mano grande y pesada en su vientre para después irse. No tenía la energía ni para felicitarlo.

Lucerys lo siguió con la mirada sin poder dejar pasar la pesadumbre que hundía los hombros de Jacaerys.
Entonces sus ojos se encontraron con los de Joffrey brevemente y su corazón se encogió un poco. Sabía que tenía que hacer algo. Decir algo. Al menos para intentar reparar el daño irremediable que le había causado a su hermanito.

Lo vio decirle algo a Lucion. Éste apretó los labios un poco y se acercó para besarle la frente aunque Joffrey se apartó rápidamente del gesto para poder salir apresuradamente también.

- Quiero caminar un momento - le dijo en voz baja a Daeron. Éste lo miró con algo de preocupación -. Estoy bien, solo... quiero despejar mi mente un rato. ¿Estarás aquí...?

𝐂𝐋𝐀𝐈𝐌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora