C A P Í T U L O 5 0

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EVAN

Los Ángeles.

¿Alguna vez has pasado unos días increíbles que no quieres volver a la realidad?

Pues eso es lo que me pasa a mí. 

Aunque todavía nos faltan cinco días para volver a Inglaterra, no puedo evitar sentir la inquietud que muchas veces se siente después de las vacaciones.

Me gustaría poder quedarme para siempre viajando por el mundo con Alena, pero eso es imposible porque los dos tenemos que trabajar.

Hemos pasado cinco días increíbles en Laponia, fuimos a Grecia cuatro días en los que visitamos a la abuela de Alena y conocí nuevos lugares en los que ella ha estado de pequeña. Incluso fuimos a Mykonos, donde nos metimos en el mar porque hacía un tiempo increíble.

La abuela Cadie nos preparó platos típicos del país que estaban muy buenos.

«—No entiendo cómo es que no has heredado el don de tu abuela para cocinar tan bien». Le dije en broma en un momento a Alena.

Se enfadó conmigo y no me habló durante diez minutos, pero luego me perdonó cuando le di chocolate.

Hace unas horas llegamos a Los Ángeles y como eran las cuatro de la tarde, decidimos que lo mejor era descansar para luego ir a cenar. Y lo que no sabe Alena es que después de la cena haré que se cumpla otro de sus mayores sueños.

Miro a la mujer que duerme sobre mi pecho con el pelo esparcido entre mi hombro y la almohada que no utiliza. Sus largas pestañas revolotean cuando acaricio su mejilla y coloco un mechón detrás de su oreja.

Con sus labios levemente abiertos y las mejillas sonrojadas por el calor, parece la mismísima Diosa nórdica del amor y la belleza, Freya.

Mi preciosa divinidad puede hacerme caer de rodillas ante ella cada vez que quiera. Solo tiene que pedir cualquier cosa y yo lo haré encantado.

Siempre y cuando sepa que será feliz, por supuesto.

Si alguna vez me preguntan cómo es ella, no sabría qué decir. Es indescriptible. Tantas palabras pueden definirla, pero a la vez ninguna es suficientemente buena como para poder describir su esencia.

Mientras sigo mirando a mi diosa, ella desliza su brazo para abrazarme por la cintura y pegarme más a ella si es posible. Su pierna la deja sobre mi mulo haciendo que me entre mucho más calor de lo que ya tengo por la gran manta que compartimos los dos.

— Amor mío de mi corazón, es hora de despertarse — me río de mis propias palabras mientras sigo susurrando palabras para ella —. Me parece que tendré que besar a la señorita para ver si se despierta como la bella durmiente — empieza a moverse lentamente sin abrir los ojos y levanta la cabeza frunciendo sus labios.

Dejo un beso casto sobre ellos y sonrío cuando abre un solo ojo.

— ¿Cómo es que hay tanta luz? — suelta un gemido lastimero escondiendo su cara en mi cuello.

— No estamos en Londres donde falta luz solar... estamos en Los Ángeles, Lena — meto mi mano debajo de su camiseta y acaricio la piel de su espalda.

— Ugh, no me llames así. Me recuerda a cuando solo éramos amigos.

— Está bien... Lena — me río a carcajadas cuando me pellizca cerca de las cosquillas, subiéndose encima de mí para abrazarse a mí como un koala.

— Deja las tonterías y sigamos durmiendo, tengo sueño.

— Oye, no me robes el puesto de dormilón. Yo soy el que siempre sufre por tus despertares diciendo que aprovechemos el día despertándonos a las nueve de la mañana de un fin de semana.

Heaven - Sophie Peterson (EN ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora