C A P Í T U L O 3 8

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ALENA

Me quejo al mover mi cuerpo tumbado boca abajo, hay un dolor punzante en mi cabeza y siento mi garganta seca. Cierro los ojos con más fuerza por la luz del sol que entra por la ventana.

¿Por qué no he cerrado las cortinas ayer? Ugh.

Me remuevo otra vez y entonces siento un brazo sobre mi espalda.

Qué-

Abro lentamente mis ojos, girándome para ponerme sobre mi espalda y miro intentando enfocar el cuerpo que está a mi lado.

Dios mío, ¿Qué he hecho? Siento mi corazón acelerado, tengo miedo.

Además, no puedo ver bien porque no tengo puestas ni las lentillas ni las gafas, genial. Sé que no estoy en mi habitación porque las sábanas son oscuras, huelen distintas a las mías y las paredes son de otro color. Entrecierro los ojos, acercándome para ver la cara de la persona que parece un hombre con pelo negro. Está tumbado boca abajo con la cara hacia el otro lado.

 Aparto con poco cuidado su brazo de mí.

¿Qué le diré a Evan? ¿Que me he acostado con alguien que no es él?

Esto no puede estar pasándome a mí, ¿Qué hago ahora? Nunca me ha pasado algo parecidos, ¿me voy sin despedirme? ¿le escribo una nota al tío que me ha dejado dormir en su cama? ¡Ni siquiera recuerdo cómo he llegado aquí! ¿Y si es como el cliché ese que he leído en algunos libros donde en una noche de borrachera te casas con tu enemigo o un desconocido?

¡No, no, no! Gruño saliendo de la cama, tapándome la cara, intentando no llorar de la rabia.

«Por eso no tienes que beber, joder» me castigo a mí misma.

— ¿Alena? — escucho la voz ronca del tipo. ¡Él se sabe mi nombre, pero yo el suyo no! Se remueve en la cama y esconde su cara en la almohada.

No quiero responder, no quiero ver la cara del desconocido con el que he compartido cama esta noche. Quiero salir de aquí.

Intento recordar lo que ha pasado para que haya terminado aquí, pero sólo consigo un dolor de cabeza más grande.

Mierda, mierda, mierda y mil veces mierda.

Tengo que encontrar mis gafas o lentillas y salir de aquí cuanto antes. Me fijo en lo que llevo: una camiseta que me llega por los muslos. Así no puedo salir a la calle, ¿qué pasa si algún periodista me ve así?

Me muero, que alguien me mate, por favor.

— Emm... hola — murmuro en un tono casi inaudible. No se mueve, parece que no me ha escuchado — No sé qué ha pasado ayer, no recuerdo nada — hablo un poco más fuerte — ¿Podemos hacer como que esto no ha pasado? Me siento realmente avergonzada... lo siento, de verdad que... — me quedo callada al ver el bulto debajo de las sábanas moverse.

Se gira lentamente hasta quedar tumbado boca arriba, tapándose la cara con el brazo por el sol.

— ¿Qué hora es? — pregunta. Espera un momento, esa voz me suena de algo...

— ¡¿Evan?! — grito acercándome a la cama, arrodillándome a su lado para quitarle el brazo de la cara.

— Joder, ¿desde cuándo hay tanto sol en Londres? — entrecierra los ojos —. Buenos días a ti también, bombón. Y sí, soy Evan — sonríe restregándose la cara e incorporándose hasta apoyar su espalda en la cabecera. La sábana baja por su cuerpo hasta dejar su pecho y abdominales bien formados a la vista.

Mmmm.

Lo miro boquiabierta, no me esperaba algo así. Al menos no es un desconocido, gracias a todos los dioses que podrían existir.

Heaven - Sophie Peterson (EN ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora