Capítulo 34

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Eila

Cruzo los pasillos del instituto a paso rápido. Aferrada al archivador y con la mirada al frente, fija en un punto cualquiera con tal de no mirar a los estudiantes que me observan de reojo y susurran a mis espaldas.

Sí, se ha corrido la voz a los dos segundos. Oficialmente todo el instituto y parte de la universidad sabe que Ethan y yo hemos roto. Lo que no saben es el porqué.

Casi todos piensan que han sido cuernos y, evidentemente, yo soy la cornuda. El con quién me los ha puesto ya es otro dilema. Que si ha sido con Fanny, que si ha sido con Natasha, que si ha sido con una tal Issabel, que si ha sido con una de mis amigas... la gente habla y la mayoría no tienen ni idea, pero tampoco voy a ser yo la que los calle.

A estas alturas ya me da igual lo que digan. Hace unos años me habría derrumbado y no habría salido de casa en dos semanas, pero no pienso volver a perder mi vida y mi estabilidad emocional de nuevo.

¿Que si me ha dolido? Más de lo que quiero admitir.

Cuando llegué a casa después de andar desde la de Mía, me puse a llorar. Parecía que necesitaba cruzar el umbral de la puerta para derrumbarme. Y así fue. Me pasé toda la noche sentada con el espalda apoyada en la puerta llorando, hasta que mi madre se despertó y me ayudó a llegar a la cama.

Y seguí llorando, así como no dejé de preguntarme miles de veces "¿Por qué?". Y aún hoy, tres semanas después de su cumpleaños, sigo sin entenderlo.

Que de la noche a la mañana se le hayan cruzado los cables y que todas las palabras bonitas que me dijo se hayan esfumado, sigue siendo un misterio para mí, pero me niego a pensar lo que todos andan diciendo. Que salió conmigo por ser "la novedad" y que una vez que me tuvo en su cama se cansó.

Me niego a creerlo, ya no solo por el daño que me hace pensar en ello después de haberle contado todos mis problemas e inseguridades, sino porque, por mucho que la gente no lo crea, Ethan tiene, o tenía, sentimientos como todo el mundo. No era un simple mujeriego sin escrúpulos.

Sobra decir que ahora las cosas han cambiado. Estoy muy metida en mi burbuja, a penas salgo de casa, me paso las tardes estudiando con el móvil apagado y a las únicas personas que veo, a parte de a mi familia, son a Lydia, Mía y a Isak. Ellos tampoco me presionan, creo que les ha sorprendido tanto lo de Ethan como a mí.

Las dos primeras semanas me dejaron sola, venían a verme y se preocupaban por mí, pero no me agobiaron con el tema. Cuando quedábamos acabábamos hablando de cualquier chorrada para no mencionar a Ethan; incluso le ayudamos a Isak a cubrir los papeles para la Universidad.

Sin embargo Ethan no parecía entender el concepto de "No quiero saber nada de ti" que pensé que había quedado claro con la bofetada que le di. Me llamó unas veinte veces por día durante una semana, tengo como cien mensajes suyos aún sin leer en WhatsApp y más de una vez se pasó por casa. Por suerte para mí, mi madre no dejó que entrase.

No quería verle, y aún así lo necesitaba.

Era como una batalla interna entre la parte que quería correr a sus brazos y la que quería darle un puñetazo.

Cada vez que sonaba el móvil y su nombre aparecía en la pantalla, mi corazón se aceleraba y tenía unas inmensas ganas de cogerle la llamada. Pero luego recordaba lo mal que me sentía por su culpa y dejaba que sonase hasta que saltase el buzón de voz.

Cuando dejó de llamarme me di cuenta de que se había acabado. Porque si alguien quiere algo sigue hasta que lo consigue. Y él no siguió. Que también lo entiendo, no creo que fuese muy reconfortante llamar y llamar y acabar escuchando todas las veces el mismo buzón de voz.

[1]Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora