Capítulo 24

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Dove e Quando suena a modo de alarma y yo casi me hecho a llorar cuando miro la hora.

Odio que se acaben las vacaciones. Y más cuando las disfruto.

La verdad es que desde Noche Vieja las cosas cambiaron mucho. Especialmente con Ethan. Desde su confesión llevamos viéndonos todos los días. A mis amigas casi les da algo cuando se lo conté y parece que están más emocionadas que yo. Aunque aún no le hemos puesto nombre a lo nuestro estamos muy bien, yo me siento cómoda a su lado y eso me gusta.

Por otro lado, mis padres se marcharon hace dos días. Los acompañamos mis abuelos y yo. Odio las despedidas y siempre me afectan mucho, tanto que acabé llorando como una magdalena. Por mi madre y por tener que dejarla ir otra vez.

Me levanto con hambre y voy directa a la cocina en donde desayuno unas tostadas y café con leche. Tengo aún sueño. Me pego una ducha rápida y luego voy a vestirme. El día es demasiado bonito para ser enero, aunque aquí en Santa Mónica lo raro sería que hiciese mal tiempo. Por eso mismo me pongo un vestido azul claro con las Converse blancas.

Salgo de mi apartamento con tiempo, por lo que cojo el ascensor. Saludo al portero en la entrada y cuando salgo veo a Ethan apoyado en su Harley.

– Buenos días, princesa – me saluda con una sonrisa –. Su carruaje está listo para llevaros al instituto.

Me río de él y lo saludo con un beso en los labios. Guardo la mochila en el maletero de la Harley mientras Ethan me tiende un casco. Nos subimos a la moto y lo rodeo por la cintura. Arranca dejando el sonido de la Harley a su paso.

Llegamos al instituto en un momento. Él aparca cerca de la entrada y entramos juntos hablando de trivialidades.

– Por cierto, no hagas planes esta tarde tengo algo preparado – suelta cuando nos sumergimos en los pasillos del instituto.

– ¿Y... se puede saber qué es? – pregunto curiosa.

– Es una sorpresa – me susurra al oído antes de darme un beso en los labios.

Se despide para irse a su taquilla, que está en la otra punta del edificio, mientras yo sonrío como una boba.

Cuando vuelvo a la realidad noto las miradas de la gente a mi alrededor y me cuesta evitarlas. Cuando llego a mi taquilla tengo más ojos encima de mí de lo que me gustaría.

Veo a Mía y a Lydia cerca de mi taquilla y corro a abrazar a la rubia. Lleva una semana en Las Vegas con su padre y no hemos podido hablar mucho en todo ese tiempo.

– ¿Qué tal? – les pregunto abriendo mi taquilla.

– De maravilla, ahora que he vuelto créeme que puedo respirar tranquila – ruedo los ojos –. Me he aburrido mucho, aunque bueno, no ha sido tan malo como me esperaba.

Le sonrío y ella hace una mueca. Se le nota que el tema no le gusta mucho, así que Lydia y yo lo cambiamos rápidamente mientras caminamos hacia clases.

Vamos hablando tan tranquilas cuando pasamos al lado de unas chicas que nos miran mal y susurran cosas. Rectifico, me miran mal.

– ¿No notáis que la gente me mira raro? ¿O es cosa mía? – les pregunto frunciendo el ceño.

– Vete acostumbrando, Eila. Ahora que estás con Ethan todas las miradas van a ser así – me contesta Lydia sin darle mucha importancia.

– A ver, es envidia, ninguna de ellas ha tenido la suerte de salir con Ethan – bromea Mía.

– Sí bueno, muchas de ellas seguro que se han acostado con él – digo simplemente ganándome una mirada rara de ambas.

No voy a decir que me sienta orgullosa de que todas las chicas que me miran mal han estado con Ethan antes, pero es la verdad, tampoco es algo tan raro.

[1]Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora