Ethan
Suelto el pie del embrague y piso el acelerador cuando el semáforo que me paraba se pone en verde. Aún son las diez de la mañana y estamos en vacaciones, pero el tráfico es mayor al de otros días.
Adelanto a un coche que va muy lento y reviso cuidadosamente las señales que me indican que voy por el buen camino. Hace mucho tiempo que no voy a casa de mis padres, pero recuerdo el camino de memoria.
Giro en un par de calles hasta que por fin llego. Un barrio residencial de casas victorianas se abre paso ante mí. Algunas personas pasean por las tranquilas calles, por lo que reduzco la velocidad del coche ateniéndome al límite establecido. Varios vecinos se me quedan mirando cuando paso por su lado, seguro que ni me recuerdan.
Una pequeña casa recientemente pintada de un tono amarillo suave me da la bienvenida cuando giro a la izquierda en una calle estrecha. El pequeño jardín delantero está muy bien cuidado, con flores a ambos lados del camino de losas blancas que llevan a la entrada. Hay una ventana abierta de la planta de arriba y me parece ver movimiento en la cocina.
Aparco el coche y salgo cargando las bolsas. Habría preferido venir en la Harley, pero sé que mi madre odia que conduzca una moto.
Camino en dirección a la puerta principal siendo recibido por el maullido de Jerry, el gato siamés que se restriega contra mi pierna mientras toco al timbre. Siempre me pareció gracioso el hecho de llamarle por el nombre del ratón de la serie animada en lugar de por el nombre del gato. En fin, las ocurrencias de mi hermanita.
Me agacho para acariciar al gato, pero justo entonces la puerta se abre. Una mujer un poco más bajita que yo aparece tras la puerta. Lleva una blusa azul y unos pantalones vaqueros por debajo del delantal de cocina blanco. Al verme, sus preciosos ojos verdes se iluminan y veo la amplia sonrisa que se le forma en los labios.
No me da tiempo a saludar a mi madre, ya que me abraza con fuerza, estrujándome entre sus brazos y por un momento siento que me voy a caer y voy a empezar a llorar como un niño pequeño.
Me siento tan a gusto en sus brazos que no me doy cuenta de que empieza a aflojar el agarre.
– Ethan, cariño, no esperábamos tu visita ¿Qué tal has estado? – pregunta con dulzura.
Los vi hace más de dos meses en la ceremonia de Allison, aunque casi no hablamos.
– He estado bien, ¿vosotros? ¿Papá está en casa?
– Nosotros como siempre; trabajando, trabajando y trabajando, pero no nos quejamos – sonríe mostrando su dentadura blanquísima –. Tu padre está en el salón viendo un partido. Pasa, ven, te quedas a comer, ¿verdad?
Asiento sin miramientos y camino por el pasillo hacia el salón. Todo sigue igual. Nada ha cambiado. La estancia sigue oliendo a canela y a cerveza sin alcohol, siguen estando perfectamente colocados todos los cuadros sobre la estantería y la repisa de la chimenea, la cocina sigue tan impoluta como siempre, aunque falta lo más importante.
– ¡Ethan, hijo! – me saluda mi padre en cuanto me ve.
No se lo esperaba, casi tira el mando y el vaso de refresco que ahora descansa en la mesilla de café. Viene a mi encuentro y me abraza al igual que hizo mi madre, que ahora nos observa sonriente.
– Vine a traeros un pequeño regalo de Navidad – digo cuando mi padre deja de asfixiarme.
Ambos se sorprenden por mi gesto pero abren las bolsas que les entrego. Mi madre ahoga un grito cuando ve el enorme ramo de tulipanes. Me sonríe con esa sonrisa que llevo años sin ver y corre hacia el comedor. Saca un jarrón azul de una vitrina y lo empieza a llenar de agua.
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[1]Desde que te conocí
Teen FictionCada persona que conoces está luchando una batalla que desconoces, así que sé amable siempre -*- Eila Cooper es una adolescente como otra cualquiera que vive en Londres desde hace años con sus padres. Cansada de los problemas familiares e impulsad...