Capítulo 4

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 – ¡Odio las matemáticas! – exclama Lydia dejándose caer en la cama de Mía.

Tras volver a ver a Axel y Sam, y conocer al chico nuevo, Lydia y yo vinimos a casa de Mía para hacer los ejercicios que mandó la profesora de matemáticas.

– Es que no es justo que el primer día de clases ya mande una barbaridad de ejercicios – dice Mía haciendo lo mismo que Lydia.

Yo las miro a punto de echarme a reír. Ellas saben perfectamente que me gustan las matemáticas y casi les hago yo todos los ejercicios, pero se quejan por vicio.

Para despejarlas un poco decido sacar algún tema de conversación, y no me viene otra cosa a la cabeza que no sea el chico nuevo.

– El nuevo sí que es guapo – digo, y al instante Lydia se incorpora en la cama.

– Muy guapo – dice haciendo énfasis en la primera palabra.

Mía se levanta también.

– Lo miraste demasiado – dice dirigiéndose a mí –. Todos nos dimos cuenta de que te quedaste embobada.

– ¿¡Qué!? – exclamo –. No me quedé embobada, solo... lo estaba viendo bien – digo apartando la vista.

– No ya, seguro que lo dejaste bien visto – dice Lydia riendo.

Yo le doy una colleja en el hombro y hace como si le hubiese dolido mucho. Así de la nada empezamos una pelea con los cojines de Mía y acabamos riendo y olvidando los ejercicios de matemáticas mientras hablamos de otras mil cosas.

Llevaba años sin hablar tanto de cosas sin sentido, pero es que con Lydia y Mía todo es más fácil. Las palabras salen incluso cuando no las pedimos.

Mía me invita a cenar, pero después de ver la hora, decido irme a mi apartamento.

Cuando llego al edificio entro directamente en el ascensor sin saludar a la gente que hay en recepción a pesar de que alguna me dirige miradas extrañadas.

El ascensor tarda unos segundos en llegar a mi planta y cuando llego me pongo a buscar las llaves, aunque por mucho que busco no las encuentro. Sigo buscando cuando escucho el sonido del ascensor llegando.

Mierda.

Lo que me faltaba. Tener que entablar conversación con los vecinos. Empiezo a apurarme para encontrar las llaves, pero parece que no quieren salir de donde coño se metieron. Justo cuando las encuentro oigo una voz conocida detrás de mí.

– ¿Eila? – pregunta una voz masculina.

Me giro y me encuentro con un Ethan sonriente.

– Hola – digo simplemente.

– No sabía que tú eras la vecina nueva – dice sonriéndome. Oh dioses, que guapo.

– Yo tampoco sabía que tú eras mi vecino – consigo decir después de unos segundos –. Bueno... quiero decir que acabo de llegar, en realidad no conozco a ninguno.

Me rasco la nuca y él me sonríe ampliamente mientras busca algo en sus bolsillos.

– Bueno, supongo que nos veremos mañana de camino al instituto – dice mientras mete su llave en la cerradura –. Hasta mañana, Eila.

Me quedo quieta durante unos segundos asimilando que Ethan es mi vecino. Vaya coincidencia... y vaya vergüenza.

Me meto en casa pensando en mil cosas a la vez, entre ellas la de comer, por lo que preparo algo de pasta para cenar. Me siento en el sofá y busco alguna película en Netflix mientras remuevo la pasta de mi plato, y al final decido ver Love & other drugs.

[1]Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora