La tensión se palpa en el ambiente. Mía sigue blanca como un muerto aún asimilando que tiene a su padre delante. Aquel que se largó con su amante cuando Mía solo tenía cuatro años. El silencio es el único dueño de la estancia.
– ¿Q-qué haces aquí? – logra decir Mía después del largo silencio que se formó.
– ¿Tu madre no te lo ha dicho? – pregunta el señor Harries alzando una ceja.
Mía niega con la cabeza profundizando el ceño.
– He venido porque quería que te vinieses conmigo una temporada – suelta sonriendo.
Todos ponemos una mueca al escucharlo. Lydia y yo estamos con la boca abierta, Axel con el ceño fruncido y una mirada de odio y Mía está al borde del llanto.
Justo en ese momento tocan al timbre. Sam, que está más cerca de la puerta, la abre y segundos después entran Isak y Mateo. Nos observan un poco sorprendidos y luego se mantienen en silencio. Esto se está volviendo muy incómodo, alguien tiene que hablar.
– No se la va a llevar a ningún sitio – suelta Axel como si hubiese escuchado mis pensamientos.
– ¿Me lo vas a impedir tú? – pregunta con sarcasmo el padre de Mía –. Por favor ... si solo eres un niñato ... ni siquiera sé cómo tienes la decencia de tocarla así, sin ningún respeto, delante de su padre.
Axel va a decir algo cuando oímos la cerradura de la puerta. Es la madre de Mía quien entra. Su nombre es Charlotte y es una mujer muy respetada en toda Santa Mónica por llevar la red de bancos de la ciudad y por hacer numerosas donaciones a las ONGs y fundaciones sin ánimo de lucro que hay en California.
– ¿Qué está pasando aquí? – pregunta atónita al vernos a todos, pero su mirada va directa a su ex marido –. ¿Qué haces tú en mi casa?
El señor Harries suelta una pequeña risa antes de dirigirse a Charlotte.
– Estoy aquí por lo que hemos hablado.
Charlotte aprieta los labios dejando solo una fina línea visible.
– En ningún momento te dije que aparecieras sin avisar – dice despacio, pero sin signos de alteración en la voz –. Chicos, por favor, ¿nos podéis dejar solos? Tenemos una conversación pendiente el señor Harries y yo.
Una vez que la oímos salimos todos de casa, excepto Axel que sigue sin despejarse de Mía.
– ¿Tú qué? ¿Te crees superior al resto? Lárgate, no quiero volver a verte al lado de mi hija – suelta el señor Harries en un tono despectivo.
Axel está pálido ante el padre de Mía. Pero es entendible, el trato que acaba de recibir no es para nada agradable. Duda por unos momentos antes de dirigir su mirada a nosotros y luego a Mía.
No dice ni hace nada. Solo la suelta y se larga antes que nosotros con la cabeza gacha. Le seguimos hacia la salida y allí cada uno se va por su lado. Mateo, que ha traído su coche, se ofrece a llevarnos a Lydia y a mí a casa.
Sam se despide de nosotros y sigue a Axel hacia su coche e Ethan se sube en su moto sin decir nada, para luego coger rumbo en la dirección contraria a nuestro edificio.
Mateo nos lleva a Lydia y a mí a mi apartamento e Isak se queda con nosotras por si recibimos alguna noticia de Mía. Se despide de Mateo con un beso casto en los labios y luego subimos en el ascensor.
Tan pronto entramos en el apartamento, Isak y Lydia se sientan al borde del sofá, gesto que delata sus nervios, si no, se habrían desparramado en él. Entro en la cocina y busco algún aperitivo en los muebles. Cojo patatas fritas y gusanitos, para luego dirigirme a la sala.
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[1]Desde que te conocí
Novela JuvenilCada persona que conoces está luchando una batalla que desconoces, así que sé amable siempre -*- Eila Cooper es una adolescente como otra cualquiera que vive en Londres desde hace años con sus padres. Cansada de los problemas familiares e impulsad...