Capítulo 25

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Me despierto con el sonido del despertador taladrando mi oído. Lo apago y me cubro con las sábanas. Me da una pereza monumental levantarme para ir a clases. Lo bueno de todo es que las tres últimas horas las ocupa el partido de los chicos.

Me levanto para ir a desayunar y luego me visto rápido. Me pongo unos pantalones de tiro alto y un top de rayas amarillas y blancas. Meto mis pies en las Converse y cojo la mochila saliendo de casa.

En la entrada me encuentro con Ethan mirando el móvil sentado en su Harley. Me acerco sigilosa por detrás y le cubro los ojos con mis manos.

Noto como en su cara se forma una sonrisa, porque sus mejillas se hinchan bajo mis palmas.

– ¿Eila? – pregunta haciéndose el despistado.

Le doy un beso en la mejilla y quito mis manos de sus ojos. Él me agarra la cara para estampar sus labios contra los míos.

Se siente tan dulce y tan apasionado el roce que casi me fallan las piernas.

– Sube – me dice al separarse pasándome el casco.

Me lo coloco rápidamente, pues ya le he cogido el truco y me subo a la Harley detrás de él. Llegamos al instituto y el ajetreo que hay no es normal. Se nota que hoy hay partido.

Llegamos junto a las chicas que están en las taquillas.

– Buenos días chicas – saludo e Ethan hace lo mismo con la mano.

– Buenos días. ¿Nervioso, Ethan? – pregunta Lydia refiriéndose al parido.

– Yo nunca estoy nervioso – comenta con superioridad haciendo que ruede los ojos –. Bueno un poco, pero hemos entrenado mucho para este partido, no tenemos de que preocuparnos.

Su mano está sobre la mía, cosa que las chicas notan y por lo que me miran de reojo cada dos por tres.

El timbre de clases suena por todo el pasillo, por lo que Ethan me da un corto beso en la frente antes de ir hacia su clase.

– Oh por Dios... sois tan monos... – suelta Mía cuando Ethan se pierde entre la gente.

– ¿Qué tal vuestra cita de ayer? No nos contaste nada... ¿Qué hicisteis, pillina? – pregunta Lydia con curiosidad.

Ruedo los ojos ante sus comentarios.

– No hicimos nada de lo que estáis pensando – Lydia hace un puchero y yo le doy un manotazo en el brazo –. Me llevó a un planetario y luego paseamos por la playa y... oficialmente somos novios.

Mía ahoga un grito parándose en medio del pasillo. Lydia la empuja para que siga andando y yo solo me río de ellas.

– Lo del planetario lo saco gracias a nosotras – dice Lydia a lo que Mía le pone mala cara.

– Le prometimos a Ethan no decirle nada a Eila.

Ambas discuten durante unos segundos sobre ello y yo me río de ellas cuando llegamos a nuestra clase. Nos sentamos cerca y seguimos hablando ya que el profesor aún no ha llegado.

– Sois malísimas guardando secretos – las acuso burlona –, espero que los míos no se los dijeseis a nadie.

– Nunca, recuerda nuestro juramento – me recuerda Mía.

Cuando éramos niñas juramos ser mejores amigas toda la vida y contárnoslo todo, pero nunca, a pesar de los enfados que pudiesen surgir, contar los secretos de las otras a nadie.

Por mi cabeza pasan los rostros de aquellas que pensé que serían mis amigas cuando me mudé a Londres, de los que se reían de mis chistes sin admitir que yo les importaba bien poco, de toda la gente que me parecía tan agradable y me hizo pasar la peor etapa de mi vida.

[1]Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora