Capítulo 35

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Ethan

La música suena por todo el apartamento opacando mis pensamientos. Hago los abdominales en tiempo récord y empiezo con las flexiones, las cuales tengo que detener cuando escucho el timbre de la puerta por encima de la música.

Llevo semanas haciendo ejercicio como un loco para despejar mi cabeza. Sino, no dejo de pensar en Eila y si pienso en ella no hago nada productivo a parte de lamentarme por ser un gilipollas.

No me ha hablado. Sabía que no lo haría de la noche a la mañana, pero llevo dos semanas esperando desde que dejé de llamarla y no ha contactado aún conmigo. Y ya no sé que hacer para no pensar en ella todo el rato, así que hago deporte como un poseso con la música alta para intentar no escuchar a mi cabeza.

Paro la música y voy hacia la puerta con la toalla alrededor del cuello secando el sudor que se ha extendido por mi piel.

Abro encontrándome al otro lado a Sam con una sonrisa y una bolsa con el logo de Mc'Donalls. Niego con la cabeza dejándolo pasar y él va directo a la cocina, en donde deja la bolsa y se pone a rebuscar en la nevera para sacar un par de cervezas.

– ¿Y Axel? – pregunto sentándome en un taburete de la isla.

– Con Mía, creo que es el cumpleaños de su suegra y lo han invitado a comer – dice mientras abre las cervezas y me pasa una –. ¿Cómo te va?

La mirada que le hecho creo que es suficiente para responder a su pregunta ya que asiente con la cabeza y se sienta frente a mí abriendo la bolsa sin decir nada.

Me da mi hamburguesa y deja todas las patatas y las salsas entre nosotros sobre la encimera. Empezamos a comer en silencio y él intenta hacerme hablar de cualquier cosa para despejarme.

He de reconocer que desde lo que pasó con Eila, han estado, tanto él como Axel, apoyándome e intentando animarme como podían. No voy a negar que al principio me echaron la regañina del siglo como si fuesen mi madre, pero no me dejaron solo. Y eso se lo agradezco.

Las cosas en nuestro grupo de amigos se ha enfriado y ni las chicas ni Isak han hablado mucho conmigo. Lydia, de hecho, en la propia fiesta me tiró el contenido de su vaso encima y casi me dio otra bofetada de no ser por Sam. No hace mucho que ha vuelto a hablarme, aunque lo justo y necesario.

Mía no fue tan efusiva, pero sí que me hizo el vacío durante una semana, aunque el corazón de esa chica es tan bueno que volvió a hablarme e incluso se preocupó por mí e intentó entenderme cuando le conté mi versión de la historia. 

Isak, sin embargo, sigue sin querer saber nada de mí. La verdad es que parece el hermano mayor sobreprotector de Eila, pues es el único que sigue mirándome mal y pasando de mí.

Doy un bocado a la hamburguesa y veo como Sam repiquetea con los dedos sobre la encimera. Alzo una ceja mirándolo a los ojos y noto que está nervioso.

– A ver, ¿qué te pasa? Suéltalo de una vez – le digo dejando mi comida a un lado.

Él coge aire antes de mirarme.

– Eila me ha pedido que te diga algo – dice y a la mera mención de su nombre siento como el corazón me late más fuerte.

– ¿Qué te ha dicho?

– Me pidió que te dijese que la profesora Beckett quiere que presentéis el trabajo que hicisteis juntos en las exposiciones del uno de mayo – dice y mis hombros caen –. Dijo que cuando lo decidieras le enviases un correo a la profesora.

Aparto la vista hacia la esquina de la cocina y suspiro. La verdad es que me esperaba otra cosa. Joder, ni siquiera quiere hablarme para pedirme algo relacionado con las clases.

[1]Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora