Capítulo 11

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Nunca me imaginé que llegaría al punto de estar contándole mis penas a nada más y nada menos que Ethan Coleman. Pero debo reconocer que escuchar se le da muy bien.

– Axel puede llegar a ser un gran capullo, pero en el fondo sufre como los demás – dice Ethan tras entregarme una taza de chocolate caliente.

– Ya, todos sufrimos, pero no entiendo como le pudo hacer tanto daño a la persona que, según él, más quería en el mundo – le digo a Ethan tras darle un sorbo al chocolate. Está muy caliente –. Además, él sabía perfectamente la situación de Mía. 

– ¿Cuál es la situación de Mía? – pregunta Ethan con una cara de confusión.

Me sorprendo al escucharlo decir eso. Él, que es amigo de Axel, debería conocer el problema de Mía.

– ¿Axel nunca te ha dicho nada? – pregunto alzando una ceja, pero Ethan niega con la cabeza. Le doy otro sorbo al chocolate mientras pienso por donde debo empezar –. Mía tenía cuatro años cuando sus padres se divorciaron y para ella siempre fue muy duro el hecho de no tener a su padre. Él nunca se preocupó por ella ni por su madre. Cuando Mía cumplió los doce se enteró de que el señor Harries se había ido por otra mujer, y eso la tocó demasiado. Empezó a pensar que era un estorbo, que nadie la quería, y entre eso y el bulling que sufría en el colegio, dejó de comer.

»Mía siempre fue demasiado frágil y a pesar de ser la persona más buena que he conocido, siempre le han hecho daño – hago una pausa para contener las lágrimas –. Una vez en clase se desmayó y cuando la llevaron a urgencias dijeron que tenía un elevado grado de desnutrición, porque llevaba una semana sin comer mientras le mentía a su madre. Los psicólogos dijeron que era anorexia, por lo que acabó siendo internada en una clínica. Si no fuera por Lydia, Isak y yo, tal vez seguiría allí.

Miro a Ethan, cuyo rostro se muestra pensativo. Seguro que no se esperaba lo que le he dicho. Nadie se lo espera.

– ¿Y ahora Mía vuelve a estar mal? – pregunta en un susurro.

– Sí... y su madre la quiere volver a internar en una clínica psiquiátrica de Suiza – suelto con un nudo en la garganta.

– ¿En Suiza? ¿Y no hay otra solución? – inquiere con preocupación en la mirada.

Niego con la cabeza y se me escapan las lágrimas de nuevo. Me tapo la cara con las manos, no me gusta que me vean llorar e Ethan ya me ha visto antes. Sin embargo siento como su brazo me rodea los hombros, y aunque quiero evitar abrazarlo acabo colocando mis manos alrededor de su espalda. Se siente bien poder desahogarse con alguien.

-*-

Me despierto al sentir la luz chocando de frente con mis ojos. Me revuelvo un poco dentro de la cama para después mirar el reloj. Son las once de la mañana, Lydia dijo que llegaría a y media, por lo que me levanto de la cama y voy a la cocina.

Anoche me quedé dormida en el sofá, en brazos de Ethan, y supongo que él me llevó a la cama. Pongo la cafetera y luego voy a cambiarme de ropa. Cuando vuelo a la cocina, el sonido del timbre me hace dar un salto. Abro la puerta encontrado a Lydia del otro lado.

– Hola, ¿qué tal? – saluda entrando.

– Mal. Mía sigue igual y las ideas de Charlotte no me gustan – suelto pasando detrás de la isla de la cocina. Lydia se sienta en uno de los taburetes.

– ¿Qué ideas tiene? – pregunta tomando la taza de café que le acabo de dar.

– Suiza.

Lydia se queda blanca al oírme. Le da un sorbo al café y luego me vuelve a mirar.

[1]Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora