Capítulo 10

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"Felices Juegos del Hambre"

Tiemblo en el ascensor.

—Debes ser más rápida que todos— me explica Finnick con desesperación —Y si eso falla, ve hacia Nikanor y aléjense del baño de sangre, pero no te alejes sola sin nada para defenderte.

La voz del rubio se escucha un poco distante, me concentro para escuchar lo que dice aunque me cuesta.

—Ellos irán por ti, Ely— lo miro, ahora estoy mucho mas aterrada que antes —Eres fuerte y te consideran de las profesionales y mientras menos queden, los otros tributos tienen más oportunidad.

—Entiendo— le digo en un susurro casi inaudible.

—Busquen agua y un refugio y por el amor de Dios no se bajen del pedestal antes.

Las puertas se abren y doy un paso tras otro.

Me paro frente a Finnick, el chico me da una media sonrisa y me envuelve en su cuerpo. Mi cuerpo entero tiembla y el chico al sentirlo me aferra más su agarre.

—Sé que volveré a verte— me susurra sin despegarse de mí.

Quería huir, esconderme. Que mi mentor, quien se había preocupado por mí, me escondiera y protegiera en sus brazos.

—No necesitas suerte— me sonríe al despegarse de mí.

Le sonrío, reprimo las lágrimas. La verdad es que me encantaría ver de nuevo ese rostro, esa sonrisa y sobre todo, esos increíbles e hipnotizantes ojos color mar.

—Gracias Finnick. 

El chico me da de nuevo un abrazo fuerte. Después me despega de su cuerpo y me regala una última sonrisa antes de dejarme ir.

No quería voltear porque verlo ahí, sufriendo, sabiendo lo que esto significa para él... es doloroso. El chico no ha sido más que un hombro para mí, un apoyo. Me ha dado fortaleza y ha estado ahí para hacerme sentir invencible.

Doy pasos contiguos obligándome a no mirar atrás, hasta que llego al increíble aerodeslizador que esta frente a mí. Los asientos ya estaban llenos.

Ni si quiera podía ver a los demás tributos. Después de que una mujer me inyectara el rastreador, que por cierto ardió bastante, no volví a levantar la vista.

No quería pensar en nada. Ni en sobrevivir ni en morir. Solo deseaba un poco de silencio antes de que esta historia sangrienta comience. 

Llegamos a una especie de cuartel subterráneo lleno completamente de agentes de la Paz bien armados, supongo que es como precaución por si alguno de nosotros pensaba huir.

Uno de ellos me escolta hasta uno de esos pequeños cuartos, ahí estaba Jann. Con su compasiva sonrisa y su barba poblada. El chico me extiende sus brazos y le doy un fuerte abrazo.

Me paralizo. Mi cuerpo tiembla, se entumece.

Estaba aterrada. Como nunca antes lo había estado.

El chico me coloca una chamarra negra con una bandas azules a los costado y una capucha del mismo color, mira mi peinado, dos trenzas amarradas en un chongo y pone uno de los mechones de mi cabello tras mi oreja. Aprieta bien las agujetas de las botas y me mira.

De reojo me miro en el largo espejo que estaba ahí, el uniforme negro bien pagado a mi cuerpo. Los ojos fuera de órbita y mi cuerpo temblar. 

Ya no soy aquella chica cautivadora y sensual de la entrevista, ahora solo soy una chica más que jugará los juegos. Una chica más que podría estar apunto de morir. 

Los Juegos del Hambre «Finnick Odair»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora