Capítulo 2

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"Las cosas que pasan"

—¡Entonces todo el tiempo que te desparecías en el Capitolio era porque te estabas acostado con otras!

—¡Y crees que lo hacía por gusto!

—¿Cómo quieres que te crea si nunca me lo dijiste?

—Ah no lo sé, tal vez era buena idea que te dijera "Oye Eliza, nena, vuelvo en un ahora, voy a ir a hacerlo con esa anciana del Capitolio porque sino Snow va a matarte"

Es en ese momento en el que me quedo sin palabras.

—¿Qué? — le pregunto furiosa —De que carajos hablas Finnick.

El chico se jala el cabello con exasperación y camina sin parar por la sala de su enorme casa —Escucha— resopla, está tratando de guardar la calma —Gané los juegos cuando tenía catorce años, Snow hizo lo mismo, esperó y después hizo que complaciera a la gente que él quiere que complazca.

Lo miro atónita.

—No quería que lo mismo pasara contigo— hace una mueca, está agobiado y triste y no sabe que hacer para ayudarme y eso es... porque no hay nada que hacer.

—Finnick— me acerco al chico, pero él toma una de las sillas de su comedor y se sienta, tiene la mirada perdida. Posiblemente debe de estarla pasando igual de mal que yo.

—Fui un idiota— ríe con amargura —Creí que podía protegerte. Alejarte de todo este mundo— me mira y veo en sus ojos cristalizados, la decepción de no poder hacer nada —Solo quería que empezaras de nuevo.

Me acerco a él y me hinco, aún y cuando él está sentado y yo arrodillada ante él, me mira hacia abajo porque es considerablemente más alto que yo.

Tomo sus manos y las envuelvo en las mías.

Le doy una mirada desconsoladora. No estoy bien, pero siempre ha sido él quien se mantiene fuerte y ahora es mi turno de responderle.

—Tal vez haya otra forma.

El rubio niega —No lo hay nena, lo siento.

—Ya.

Hace que las ilusiones por librarme de las garras de Snow se disuelvan, como una nube en cuanto sale el abrazador sol.

—Escucha— toma mi cara entre sus manos —Obviamente no puede ignorarte, eres hermosa, sexy, poderosa, eres todo lo que un hombre querría tener.

Le doy una sonrisa fingida y me levanto. Cubro mi cara con mis manos. Estoy desesperada.

Estar haciéndolo con un desconocido, que solo busca su placer, que no le importa lo que sienta o lo incómoda que esté, es horrible.

Finnick se levanta de aquella costosa silla de caoba y se acerca a mí, se queda a centímetros y me atrapa por la cintura.

—No quiero que esos hombres te toquen— dice de forma tortuosa, sufre, siente pena por mí, es real, es tangible.

—Qué pasa si me niego— susurro con miedo de escuchar la respuesta.

—Pues— dice de forma lenta —El mata a alguien que amas.

—Ah— suelto un suspiro —Eso no es nada nuevo.

Los dos sonreímos. Esto está mal y creo que no podría estar peor.

He salido de un infierno para entrar en otro.

Y ahora me doy cuenta de la dura realidad, jamás podré salir, siempre seré presa del Capitolio.

Los Juegos del Hambre «Finnick Odair»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora