Capítulo 19. Final

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"A casa"

Los gritos se distorsionan, aprieto mis manos con fuerza y cierro los ojos, queriendo que todos se vayan, que todos se desvanezcan.

Ya he hecho esto antes, hablar frente a toda este gente, estremecerme ante los gritos y aplausos eufóricos de la gente del Capitolio.

La diferencia es que Nik ya no está aquí para darme un halago por mi lindo vestido, para burlarse de lo nerviosa que estaba o para exponer sus reproches y odio hacia esta gente después de fingir sonrisas.

Escucho mi nombre y después "Princesa del Mar" y sé que ese es mi llamado.

Tomo valor y suspiro fuerte una vez más.

Y camino sin mucha dificultad a pesar de las enormes plataformas que Jann decidió que usaría hoy.

Y el público vuelve a rugir. A escandalizarse cuando me ven entrar con el precioso e impactante vestido que uso esta noche.

Era como todos los demás, con detalles azules, los pliegues del vestido ondeban al caminar y me hacían lucir fabulosa. Monna se había esforzado mucho en camuflajear los moretones y heridas con maquillaje y lo hizo increíble, pues no se notaban, tampoco las ojeras y mi cabello estaba bien peinado y hasta se notaba hidratado, traía conmigo el collar de mi madre que me respaldó y nunca me abandonó dentro de esa arena.

Camino dando pasos firmes y con una enorme sonrisa fingida.

Me acerco al conductor Caesar Flickerman quien besa mi mejilla y después me invita a sentirme a su lado.

Suspiro tratando de verme calmada.

Pero estoy asustada, exaltada.

Hasta que encuentro esa cabellera rubia, Finnick me regula una de sus encantadoras sonrisas y logro tranquilizarme un poco.

—Es un placer tenerte aquí, mi querida Eliza— dice Caesar en tono mieloso. Le sonrío y miro al público.

—Es un placer volver a verlos a todos.

El público vitorea y el conductor les vuelve a pedir silencio. Aprendí de Nikanor aquellos trucos para seducir al público que siempre parecieron encantarles.

—Te ves tan hermosa como siempre, ¿No es así? — y el público estalla otra vez.

Caesar me hace la primer pregunta acerca de como fue estar en los juegos, yo miento, digo que es una experiencia única y que estoy orgullosa de mí misma por haber vencido.

Pero en realidad, no soy más que una asesina más que ha ganado un juego más.

Una víctima más.

Un títere más.

Hablamos sobre los acontecimientos cronológicamente mientras pasan lo mencionado en las enormes pantallas, cada vez que aparece mi chico Gray me tenso y me obligo a no llorar y creo que lo hago bien, hasta que llega el final.

El gran final.

En el video se ve como le imploro a Nikanor que se detenga y el chico se abalanza ante mí, y después, cuando estoy a punto de morir, cuando él está a punto de convertirse en vencedor; le entierro la daga negra con el tridente tatuado.

Y me giro, incapaz de ver como Nikanor Gray muere en mis brazos.

El público está llorando a moco tendido y es entonces cuando las ganas de asesinarlos a todos entran en mí.

Se atreven a llorar su muerte, cuando en una semana será tema del olvido. El nombre Nikanor Gray no será más que un nombre entre tantos.

Y la pantalla se apaga después de escuchar el himno del Capitolio.

Los Juegos del Hambre «Finnick Odair»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora