Capítulo 7

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"Mi último recuerdo serán tus labios"

—¡Gracias a todos! Gracias por estar aquí esta noche — escucho decir a Caesar a través de las pantallas del televisor.

—Eliza, ya no te muevas— me regaña Jann mientras acomoda mi vestido.

—¡En la víspera de los septuagésimo quintos juegos del hambre! — la gente grita con locura —Nunca habíamos visto algo así y jamás se volverá a ver algo igual. Porque esta noche, aquí en este escenario, veinticinco de las estrellas más brillantes de Panem competirán por el triunfo máximo, esta noche será su última oportunidad de expresar sus ideas. Nuestra última oportunidad para expresarles nuestro amor y desgraciadamente para despedirnos de todos, menos de uno— la gente hace sonidos entristecidos, que basura —Que nochecita. Un aplauso.

Y la gente se comienza a gritar y vitorear una vez más.

—¡Esto es sensacional!

Y después aparecieron los hermanos del distrito uno, mientras Cashmere soltaba lágrimas falsas —Ustedes dos se convirtieron en los hermanos favoritos del Capitolio...

—Creo que ya estás lista.

Me miro en el espejo, siempre tan impresionante. Jann sabe como hacerme ver fabulosa. El capitolio ama esto, estos trajes ostentosos, reveladores y poderosos.

Siento unas inmensas ganas de llorar, esto no es como en mis juegos, no son niños o adolescentes tomando una lanza o espada, creyéndose los reyes del mundo. Estas personas son buenas y listas y asesinos. Todos lo somos, no hay nadie aquí que tenga las manos limpias.

—Es hermoso Jann— el hombre se acerca a mí.

Veo a Finnick acercarse, con su traje coqueto de marinero sexy, la camisa blanca medio abotonada, botas de cuero, cabello despeinado.

El chico me mira embobado, se acerca a mí, me toma por la nuca, agarra mis caderas y besa mis labios con una sonrisa.

—Eres perfecta, nena.

Me derrito a sus pies.

—¿Estás listo? — el chico me da una sonrisa triunfante.

—Igual que siempre.

Caminamos tomados de la mano hasta la entrada, mientras escuchamos la entrevista.

—Beetee, has contribuido mucho a Panem todos estos años. No sé a quien extrañaremos más, a ti o a tu cerebro.

Y la gente comienza a reírse del malísimo chiste sin corazón que hizo el presentador que este año llevaba su peluca morada.

—Si el vasallaje fue escrito por hombres es algo que podría borrarse— sonrío ante la respuesta inteligente que le da mi amigo del tres.

—Sí— le responde Caesar —Que interesante concepto— después se despide el vencedor del tres. Mis manos sudan, mi cabeza comienza a dar vueltas, es mi turno. 

—Oye— Finnick me da un apretón, asiente con su cabeza y me muestra una hermosa sonrisa —Ya los tienes. 

—Y ahora, nuestra chica del mar, no, no ¡Nuestra princesa del mar, Eliza Fox!

Y las puertas se abren.

Me siento aturdida por un instante. Los fuertes gritos y rugidos, las luces blancas cegadoras.

Aún así, respiro con fuerza, me despido de Finnick y camino hacia el escenario con una enorme sonrisa.

Los gritos aumentaron cuando me vieron, con el hermoso vestido azul de lentejuelas, el escote bien marcado y mi cabello recogido y peinado elegantemente. No se había escuchado tantos aplausos y gritos como hasta que me vieron salir.

Los Juegos del Hambre «Finnick Odair»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora