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Soy incapaz de bajar la mirada, los ojos verdes de Neón me miran impávido, sus cejas en una perfecta curvatura y sus labios inexpresivos, se pasa una mano sobre el cabello, perfectamente peinado para atrás, mientras su capa negra se ondea suavemente con el movimiento. Al bajar sus brazos, puedo notar su bien hecha -de más está decir perfecta- camisa a cuerpo de color negra con una raya roja.

Los recuerdos del pasado cruzan por mi mente de forma vertiginosa, ocasionandome una punzada dolorosa en la cabeza.

....Comienza a rezar mi pequeña Eider, todos estos años esperando tu mayoría de edad no serán en vano... ...¿Sabes cuánto he buscado la oportunidad de estar a solas contigo? No me gusta que corras de mí...

...¡Sorpresa! ¿A dónde Iremos?...

...Si no aceptas por las buenas, por las malas será, vivirás amarrada por siempre...
...Hoy es una mano, mañana será la otra, dependiendo de cómo te comportes, amor...

La mano de Milos cae con fuerza sobre mi cabeza, haciendo que vuelva a mirar al suelo, sus dedos se enredan sobre mi cabello.

Correcto. Peinado estropeado.

No sabía si responder o no, por respeto, había aguardado a que él me dirigiera la palabra, pero ahora, siendo yo una mujer, no creía correcto responderlo.
Pero si me quedaba en silencio también sería incorrecto.

Entonces suelto lo primero que se me viene en la mente.

-Es un gusto recibirlo, mi señor.

Me muerdo la lengua sabiendo que he fallado, la palabra "mi señor" solo debía de ser dirigido a Milos, mi esposo.

Guardo silencio, Neón no reacciona, solo mantiene su vista en mí, hasta que Milos habla.

-Me impresiona, monarca - Milos ríe con aires de grandeza -¿Qué tipo de estado lo permite?

Neón se encoje de hombros y responde. -Bien comentaban que eres bastante palurdo, no fueron simples habladurías.

Milos intenta hablar pero es interrumpido por uno de los concejeros, el anciano.

-Su majestad, es complaciente tener su presencia aquí.

No lo entendía, imaginaba que el jefe de estado es Milos, pero viendo como se dirijen a Neón, es cómo si estuviera dividido en otro estado.

¿Cómo llegó a ser un monarca?

El anciano extiende su brazo derecho y le señala a Neón que tome asiento, el salón estaba conformado por varias mesas redondas -una más pequeña que la otra- con varias sillas, su lugar es la del centro.

Milos toma mi brazo, liberando por fin mi cabeza, con fuerza me estira junto a él a la otra mesa, la cual estaba frente a la de Neón.

Me recuesto por completo sobre la silla, capto mi atención a Milos quién vuelve a tomar mi mano y la posiciona por debajo de la mesa, presionandola.

Está molesto.

Las criadas empiezan a llenar cada mesa de platos, cuando una se acerca, la sonrío rápidamente, para volver a agachar la mirada. Trato de aflojar el agarre de Milos, él se da cuenta y acerca sus labios a mi oreja.

-Te juro que para el día de mañana no volverás a llamar señor a otro hombre.

Cierro los ojos por varios segundos, él nunca me ha tocado, solo fueron algunas cachetadas -discusiones muy agravadas- pero no las consideradas verdaderos golpes.

Suelto un suspiro angustioso, Milos suelta mi mano y comienza a comer, más yo no lo hago, el apetito desapareció y mi cuerpo rechaza cualquier sabor.

Neón. Neón. Neón. Neón.

Todo lo que ronda en mi pensamiento es él, aunque tuviera a mi esposo a mi lado, aunque halla tantos hombres a mi alrededor, solo uno prioriza mi realidad.

Él.

-Come -Ordena Milos.

Alzo mi mano y tomo la cuchara, el menú era pasta y necesitaba usar otra mano para sostener el cuchillo, tiemblo al meter en mi boca la cuchara, un poco de la pasta resbala de mis labios a mi mentón, Milos con sus dedos limpia mi mentón y luego mete sus dedos a su boca chupandola.

Neón nos observa.

Todo continúa en silencio, solo el rechinar de los cubiertos se oyen, la mayoría estaban terminando de degustar su plato, pero yo no había avanzado ni la mitad.

De repente, una náusea insoportable arriba por mi garganta, siento la lengua muy salada y los latidos de mi corazón acelerarse, me agarro por el borde de la mesa, tratando de soportar y no echarlo aquí mismo.

Hasta que de reojo me fijo en Neón tomando el cuchillo para cortar un pedazo de carne.

El ruido escandaloso de mi garganta echando todo lo que tenía dentro de mi estómago llama la atención a mi alrededor, sostengo mi cabello para no mancharlo, mientras Milos se corre del asiento alejándose de mí.

-Perdón -Digo dificultosa en lo que vuelvo a vomitar, escucho algunos murmullos a mi alrededor, pero no lograba entenderlo.

Milos toma mi brazo sin acercarse del todo a mi cuerpo.

-Ve al baño, deslustras la baldosa.

Una de las criadas se acerca a mí y me toma del hombro, ayudándome a caminar.

Neón interroga. -¿Ella está embarazada?

-Podríamos dar las buenas nuevas en tu presencia -Responde Milos.

Es lo último que escucho, pues abandono la sala hasta llegar al baño. Abro el grijo y hidrato mi rostro, la chica a mi lado estaba muy inquieta, cierra la puerta y me susurra.

-Escúchame, debe de abandonar este lugar, no sé cuándo pasará, pero no se extenderá de un mes.

Abro los ojos y giro hacia ella, su rostro estaba rojo de angustia.

-¿A qué te refieres?

-¡Habrá un golpe de estado! -Habla tomando mi mano -Sálvese y marchese de aquí, matarán a todos los hombres que estén en bando del señor Milos, solo dejarán con vida a los niños y mujeres, pero es muy probable que sean esclavos.

-¿De dónde sacas todo esto? -Trato de reír pero solo formé una mueca en los labios, yo ya había escuchado de ello entre las mujeres -¿Acaso no son solo rumores? -Ella responde negando presurosa con la cabeza -¿Cómo sé que no me mientes?

-Porque el monarca no viene aquí solo a comer. -Suelta mi mano y vuelve a susurrar -Él está furibundo.

Escuchamos golpes en la puerta y la voz de Milos llamándome, ambas nos separamos y yo me recuesto sobre la pared mientras la criada abre la puerta.

-¿Ella está bien?

La puerta no está del todo abierta, por lo que él no es capaz de verme.

-Está recuperando color en el rostro, mi señor, se encuentra algo mareada.

-Bien, ayudala a ir al auto, me esperará allí.

Ella hace una reverencia y Milos vuelve a alejarse.

-Vamonos.

-Puedo caminar sola.

Haciéndome caso omiso, ella toma mi brazo derecho y camina pegada a mí, salimos del baño y volvemos al salón en dirección a la salida, algunos hombres se acercan y yo agacho la cabeza.

-Felicidades.

Miro confundida el suelo, pero solo los ignoro. Son varios que se acercan repitiendo en unísono las mismas palabras, hasta que la voz de Neón me conmueve.

-Bendita seas, Eider, bendito el fruto de tu vientre.

Abandono el salón.

El Pecado De Ser MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora