Capítulo 19

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-¿Eider? ¿Puedo pasar?- Pregunta mi hermano al otro lado de la habitacion.

No lo respondo.

Escucho un ligero ruido en mi puerta, probablemente Enrique se haya recostado por él.

-Yo... quiero hablarte, sobre lo que ocurrió anoche.

Sigo sin responderlo.

-Por favor.

Durante minutos me mantengo en silencio, yo, sin ganas de hablar, él tratandolo.

Escucho su suspiro y luego pasos alejandose, rindiendose al fin.

Durante toda la madrugada me la pasé llorando, luego de lo ocurrido con Rafael y Neón, mi mente me carcome por la muerte de Rafael.

"Es tu culpa".

Pero también me carcome en la mente lo ocurrido con Neón. El haber caído en la tentación de la carne, en haber sido débil.

"Perra".

Retumban por mi mente los gritos de Rafael.

Pero al final, terminé comprendiendo de que él terminó obsesionado por mi cuerpo, por mi "pureza" y pienso que en realidad todos los hombres son así, desean más que nada estar con una mujer virgen.

No estoy segura de como llegué a mi cama, pero en el momento en que desperté me encontré aquí, como si nunca haya salido.

Mis recuerdos dicen lo contrario.

Ahora ¿Cómo haré para no casarme con Zigor?

"No te preocupes por mi hermano, él está en mis manos".
---Recuerdo las palabras de Neón.

¿Realmente él sería capaz de matarlo sin sentir ningún tipo de remordimiento? ¿Es que no quiere a su hermano?

-¡Eider! Prepara el desayuno- Habla mi padre tocando mi puerta.

Tardo varios minutos en recomponerme, me levanto y me alisto, lavandome el rostro y disimulando lo mejor que puedo el haber llorado. Salgo de la habitación para dirigirme a la cocina, ignorando a mi hermano.

Realmente me siento muy mal en hacerlo, pero, no tengo ganas de hablar.

Preparo el desayuno, viendo de reojo a mi padre y hermano sentarse en la sala esperando a que termine.

Quedo paralizada al ver la imagen de Rafael sentado al lado de mi padre, con los brazos cruzados y una mirada punzante, enfadada.

-¿Qué? ¿Acaso esperas a que yo sirva el desayuno? -Suelta mi padre exigente y la figura de Rafael desaparece.

Parpadeo varias veces, estaba siendo martirizada.

Coloco el café de mi padre y hermano, rebanando los panes y colocando a cada una la mantequilla, tal cual como les gustan.

Me siento y antes de desayunar, agradecemos a Dios para luego comenzar a comer en un silencio incómodo.

-Papá.... ¿Puedo quedarme a casa hoy a descansar? He amanecido con dolor de cabeza - Digo en voz baja mirando a mi padre, él me observa compasivo.

-Quédate hija, Enrique y-

-¿Papá, puedo quedarme a cuidar a Eider?- Interrumpe mi hermano.

Lo miro fulminante mientras que mi padre lo ve confundido.

-Bueno, es que... Creo que para que Eider descanse mejor, yo puedo quedarme a ayudarla en lo que necesite- Habla dubitativo.

-Eres un hombre, esa no es tu obligación.

El Pecado De Ser MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora