Capítulo 6

14.2K 1.2K 108
                                    

Sucesos.

Tengo recuerdos vagos del día en que quise revelarme.

Tenía tan solo catorce años; era una pequeña rebelde que, como toda niña normal en la vida, deseaba salir de su hogar luego de haber estado tantos años sin poder hacerlo.

—¡Rin! Tengo un plan —hablo a mi amiga.

—¿Un plan? —pregunta extrañada.

Emocionada, tomo sus manos.

—¿Qué tal si salimos al amanecer a explorar el bosque?

Ella me mira asustada y rápidamente niega.

—¿Estás loca? No quiero ser castigada, sabes que ya tengo dieciséis años lo que significa que pueden hacerlo.

La miro triste, es cierto, es peligroso para ella. Aunque para mi también lo es. A mi pobre madre la torturo durante todos los días rogando a que me deje salir, pero mi madre, sabiendo lo traviesa que soy en algunos momentos, no me lo permite por miedo a que mis travesuras tuvieran consecuencias, apenas hasta salgo a una esquina con mi padre pero luego rápidamente me devuelven a casa a petición de mi madre.

Aprovechando que; un día mi madre se hallaba enferma y a la pobre la tuviera en cama todo el día, mirando atenta el momento en que mi padre y mi hermano salían de la casa, estaba inquieta y emocionada por la escapada.

Escabullendome en lugares menos visibles, que es precisamente en los pequeños bosques que rodeaban al pueblo, pero sin pasar a los límites de la ciudad, caminaba y en algunos momentos corría viendo guardias custodiando.

En ese momento yo no sabía si era obra del mismo Dios el que nadie me halla pillado, ya que no tenía ningún conocimiento del lugar, pero siempre había sido muy observadora y curiosa preguntándole a mi madre por cada lugar, por cada rincón del pueblo, era guiada por ese instinto.

Me detuve al ver que había entrado en un bosquejo mucho más profundo, encantada por explorarla, recorría cada lugar. Saltaba entre las pequeñas montañas, jugaba con la tierra, estaba tan fascinada que mis ojos brillaban en ese momento.

En el momento que trapaba un árbol, pude ver a un pequeño loro en una fina rama, que podía notar se encontraba herido en las patas, ya que pequeñas gotas de sangre caían a mi rostro, al encontrarme yo en la dirección de la pequeña ave, trepé más alto sin preocuparme por la distancia. Al llegar a la altura del ave, estire mis manos tratando de alcanzarla sin caerme, coloqué una pierna en una rama para darme más impulso y agarrar a la ave.

Y en ese momento, escuchando un ruido que retumbo en todo el bosque, sentí mi cuerpo caer al romperse la rama que sostenía mi pierna, protegiendo al loro con mi cuerpo, cerrando fuertemente mis ojos y lanzando un grito de desespero, caí.

No pensé que moriría, no lo haría ya que la altura no era como para hacerlo, lo que si pensé era en que cómo explicaría a mi madre, al llegar a casa, que me encontraba con algunos huesos rotos.

Y tampoco pensé en que caería en los brazos de un hombre.

Abro los ojos alarmada y con total desespero, me remuevo del cuerpo que me sostiene hasta que su voz me detiene.

—Pequeña traviesa, haz lastimado mi rostro con tu codo.

Giro y me quedo estupefacta con la boca abierta, al ver a un hombre observar atentamente mi expresión, era la primera vez que miraba a un hombre que no sea mi padre o mi hermano a los ojos.

El Pecado De Ser MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora