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Tomo un libro y con una fina tela, la limpio del polvo, para luego colocarla en el estante, me encuentro sentada sobre el piso laminado de la amplia biblioteca, sola, es mi único pasatiempo, mi prohibición es salir del palacio, pero ya no la de recorrerla, he ganado solo un poco de la confianza de Neón, entonces, ya no estaba al menos encerrada en una sola habitación.

Miro el ventanal, el sol está por esconderse por completo, he pasado toda la mañana y tarde aquí y todos los días son así, no rondaría en un palacio donde me recuerde a Milos, para mí es muy deprimente estar aquí y eso Neón ya lo notó. Cierro los ojos y suelto un suspiro, ni siquiera me siento cansada como para dormir, logro conciliar sueño por las madrugadas pero no podía dormir por más de seis horas, entonces, la sombra bajo mis ojos son aún más visibles.

Agarro otro libro y continúo con la limpieza pero me detengo al escuchar la puerta ser abierta.

-Señora. -Giro en dirección al guardia, aún sentada. -El señor ordena que salga de la biblioteca.

-Lo haré.

Dejo la tela en el suelo y me levanto sacudiendo mi vestido, camino en dirección a la habitación donde ya sé que él me espera.

Neón en estos días está bastante... sereno.
No había discusiones, es más, intercambiabamos muy pocas conversaciones, solo lo veía por la noche y por las mañanas al despertar, luego él desaparecía y lo normal es que lo hago por días.

Abro la puerta de la habitación chocando con los verdes ojos de Neón, él se encuentra sentado en el borde de la cama y su expresión es la misma, apático.

-He vuelto. -susurro. No es como que viniera de tan lejos o sea yo la ausente por días pero para él es muy necesario que hable al llegar.

Observo a mi alrededor, todas mis ropas guardadas en una bolsa negra, entonces también noto que no hay objeto sin ser recogido, la habitación estaba casi vacía. -¿Ocurre algo?

Él se encoge de hombros y luego estira ambos brazos reposando sus manos sobre la cama.

-Al salir el sol, partiremos a mi nación.

-Oh. -Me acerco a las bolsas negras tomando asiento en el suelo, abro una de ellas y noto mis ropas tiradas de una forma no muy ordenada. Saco de la bolsa y comienzo a doblarlas.

-Déjalo así, no lo llevarás, serán dadas a las mestizas.

Dudo en preguntar, coloco un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.

-¿Qué será del palacio y... de él?

Neón me mira con irritación pero aún así, responde. -Será demolido, con respecto a Milos, esta será su última noche.

¿Última noche? ¿Se refiere a que lo ejecutará o es su última noche aquí?

-¿A qué te refieres con-

-¿Seguirás preguntando por él? -El ambiente de pronto se impone de forma turbia, su mirada encolerizada se mantiene firme a mi nuca pero yo no me atrevo a corresponderlo -¿No es suficiente?

-Solo preguntaba.

Se levanta y avanza unos pasos hasta colocarse frente a mí, su figura impone terror, ya no tiene la espada sobre su cadera pero mi cuerpo reacciona ante las manchas del pasado.

-¿Quieres verlo?

Niego con la cabeza, descanso mi mano sobre el suelo tratando de disimular el temblor, él se pone de cuclillas y toma mi mentón haciendo que lo observe -¿En serio no quieres verlo?

-Yo... no... no puedo.

-¿Y quién te prohíbe?

Trago saliva, sé que tiene a Milos encerrado, sé que está en la catacumba, que lo torturan día y noche, hasta notaba a veces las manos de Neón manchadas de sangre.

-¿Sabes? Tengo placer al escuchar tu nombre mientras arranco sus dientes -Sus dedos presionan mi mentón, arqueo mis cejas a causa del dolor -Y no has visto sus manos, ya solo tiene ocho dedos -Hace un gesto pensativo -Ah, no, son siete, hoy arranque otro.

-¡Suficiente! -Callo abruptamente, gritar y silenciar a Neón es condenarme nuevamente a un auténtico suplicio. -Basta por favor, es mi esposo, no veo la necesidad que reveles lo que haces con él, solo aumentas mi congoja.

Para mi estupor, Neón suelta mi mentón y se levanta, me observa durante largos segundos, aumentando mi temblor ya sin contención, hasta que simplemente se marcha.

Regulo mi respiración sintiendo alivio por los minutos en soledad, me abrazo dándome calor pero vuelvo a ponerme en alerta al oír forcejeos y caminatas aproximándose a la habitación, la puerta es abierta de forma forzada y suelto un grito de horror al ver a Neón aprisionando a Milos con fuerza.
Al inspeccionar el cuerpo de Milos mi grito es más escandalosa.

No tenía siquiera ropa que lo cubriera, Neón lo hacía con pretensión de humillarlo, ¡Que pena daba mirar a Milos!
Sus músculos desaparecieron quedando una flacidez ridícula, su rostro no tenía forma, tampoco aquella cabellera que portaba con orgullo, ¡hasta lo habían rapado!

-Neón, déjalo ¿Qué gracia da que lo tengas así? ¡Él ya no puede siquiera pararse! ¡No le queda nada ni siquiera un aliado! Esto es entre tú y yo ¿No?

Él sonríe y admiro su dentadura blanca, suelta a Milos dejándolo caer al suelo. -Lo puedo hacer -Tira una navaja al suelo -Si tanto lo amas, cortaras un dedo de su pie -pausa unos segundos, viendo mi reacción -tranquila, puedes elegir el que deseas -continúa sonriendo -Si te niegas, entonces lo mataré y eso significará que me amas a mí -Lo apunta -Elije.

-Así serán las cosas contigo ¿No? Pues bien -Tomo el cuchillo con rabia contenida, no tenía miedo en hacerlo, era vivir o vivir.
Me levanto y me acerco a Milos arrodilladome, sacudo su pierna derecha con mi mano y no obtengo reacción. Está inconsciente.

Al acercar la navaja a uno de sus dedos y sentir su piel, cierro los ojos y dejo caer toda mi fuerza en él, es ahí que Milos se manifiesta y grita de dolor, su reacción es alzar la pierna y patear mi rostro cayendo yo de trasero.

Abro los ojos, el suelo teñido en un rojo carmesí me asusta, pero me alegro al ver que su dedo está desprendido.

-Cumple con tu trato -Digo soltando la navaja - eres hombre de palabra.

Neón deja de sonreír. -¿Aún lo amas?

-No.

No había notado que varios guardias estaban de espectadores a un costado de la habitación -Llevenlo a la catacumba.

-¿Qué? ¿Lo encerraras nuevamente? -Replico con desespero.

-¡Silencio! -Miro rendida, nuevamente lo llevan a rastras -¡No quiero escuchar una sola palabra más de tu boca! ¡Me tienes podrido con tu actitud de mierda! -Exasperado, levanta ambos brazos -¡Puta vida!

Patea la pata de la cama y esta se rompe debido a su brutal fuerza, grita frustrado y vuelve a salir de la habitación.

Dejo caer mi espalda al suelo y coloco mi brazo sobre mi rostro. -Puta vida.

El Pecado De Ser MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora