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Una Semana Después.

Miro al frente prestando atención a Neón, quien se encuentra hablando con el chofer de la camioneta, lo espero sentada en el asiento trasero, sin saber muy bien dónde me llevará.
Tengo puesto un vestido marrón que tapa por completo mi cuerpo, incluso el largor toca el suelo, también tengo puesto un velo que me tapa el rostro, ni siquiera mis brazos son vistas.

"El lugar a donde vivirás no será de tu agrado".

Neón gira su cuello y me observa durante unos segundos, lleva su mano derecha a su mentón pensativo, hace un gesto de negación y vuelve a darme la espalda.
Llevaba una simple camisa blanca que los tenía fuera de su pantalón, era notable que no puso mucho empeño en su imagen hoy pero eso no afectaba a su elegancia que lo caracterizaba.

La puerta del copiloto se abre y Neón entra, al igual que el chofer, ambos se colocan los cinturones y arranca la camioneta para luego ponerse en marcha. Giro el cuello y veo el palacio, la belleza que en algún momento tuvo, ahora no existía, más bien se convirtió en un lugar perturbador, de lejos, aún estaban colgadas en la horca el cuerpo de aquellas ochos mujeres y los buitres habían carneado gran parte de sus cuerpos.

-Duerme si quieres, estaremos así por cinco horas. -Oigo a Neón hablarme, busco su mirada pero él no me corresponde.

-¿Puedo sacarme el velo? -Dificultaba en mi visión, era difícil distinguir mi alrededor.

-No. -Su respuesta fue áspera.

Formo una mueca de desagrado.

-¿A dónde vamos?

Calla unos segundos. -A tu hogar feliz.

Recuesto mi cuello por completo en el asiento, tratando de llevar la calma. Con mi mano agarro el borde de mi vestido y comienzo a jugar con ella.

-¿Qué piensas hacer conmigo?

Suelta una risa apagada, aligera sus hombros y alza su mirada a la nada.

-Nada.

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Distingo la voz de Neón manteniendo una charla con otro hombre, aún me siento adormilada por lo que mantengo los ojos cerrados.

-No, ella es un preciado tesoro... Ey, tesorito -Siento que sacuden mi hombro -Ya sé que estás escuchando, ponte el velo, ya llegamos.

Abro los ojos y para sorpresa mía, el velo estaba caído en mis piernas, la vuelvo a colocar tapando mi rostro. Me fijo en el cielo y ya estaba teñido en un color naranja, abro los labios en asombro, la residencia donde ingresabamos era excesiva, ¿de dónde derrocha tanto dinero? No podía ni imaginarlo.
Todo está rodeado de árboles, la morada estaba muy por el fondo, el simple hecho de ingresar y salir sería difícil sin un transporte y la gran murallada impedía que cualquier persona -o ser- se infiltrara.

-Lo mío es tuyo, puedes hacer lo que gustes. Solo no me hagas enojar. -Me mira a través del retrovisor -No reirás frente a otras personas, si hablas solo sea lo justo y tu voz estará moderado, no saltes y no corras, ya no te vestirás de forma provocativa, la vestimenta que tienes puesta será siempre la misma y no debe de ser vista ni el largor de tu cabello -Toma pausa, como pensando qué más decir -A ver... no es necesario que estudies ni trabajes, está de más advertirte que no puedes salir sin mi presencia, ¿no? -Se mofa -Maquillaje no, pintar las uñas no, estás bien así, muy bien... -Extiende sus brazos por detrás de su cuello - Lo más importante, siempre seré yo en primer lugar en tu vida, en tus pensamientos y en tus acciones, ¿entiendes? Es lo mismo para mí, tú siempre estás en primer lugar en todo.

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2023 ⏰

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El Pecado De Ser MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora