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El lunes había llegado después de una noche de un domingo en la que ambos alfas se habían quedado hasta altas horas de la noche intercambiando mensajes, sólo para distraerse.

Emilio había descubierto que en realidad Joaquín podía ser alguien muy agradable cuándo se lo proponía y se encontró riendo muy constantemente debido a los mensajes de éste.

Joaquín, por su parte, se encontró pensando que después de todo, abrirse a otra persona y ser tú mismo era algo sumamente divertido, pues hacía mucho tiempo no tenía otro amigo a parte de su amiga Leidy y vaya que lo iba a necesitar, pues la omega se la pasaba las 24/7 horas del día con su novia. Aún así, Joaquín estaba aprendiendo a alegrarse por su mejor amiga, a pesar de que un pedazo de su corazón se haya roto.



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Eran aproximadamente las 6 de la madrugada cuándo un Emilio muy adormilado aparcó en la casa de Joaquín, quién se había levantado apenas hace 20 minutos y por suerte tenía una maleta con ropa suficiente para 4 días, en casos extremos, 5 dias.

No debían preocuparse por la universidad, pues incluso los directivos sabían el estatus de éstos.

— ¿No te peinaste? — Preguntó Emilio divertido al verlo.

Joaquín le dió una mala mirada, pero sin ninguna mala intención. — No escuché la alarma. Dí que hice mi maleta ayer.

El rizado rió, negando. — Allá te puedes arreglar, yo también lo haré.

El castaño asintió, acomodando e inclinando el asiento hacía atrás para poder dormir por las 4 horas de camino.

Emilio no dijo nada, sólo dejó que éste durmiera por todo el tiempo que necesitara.

Fué hasta las 9 que Joaquín volvió a dar señales de vida, moviéndose.

— Buenos días. — Canturreó el rizado.

Joaquín bostezó.

Emilio encontró tierna la imagen del alfa recién levantado, ni siquiera parecía ser alguien con un temperamento sumamente inquebrantable.

— Tengo hambre.

— Falta 1 hora, pero ahorita compramos el desayuno. ¿Qué quieres?

El castaño se quedó pensando mientras acomodaba el asiento.— Panqueques. — Eligió.

— Hay un restaurante que vende desayunos a 5 minutos, ahí paramos.

Fué así cómo sucedió, ambos pidieron 2 ordenes de panqueques con sus respectivos cafés, parando el auto para comer en el estacionamiento.

— Están muy buenos — Dijo Joaquín cuándo se pasó el primer bocado.

— Creo que ahora tendré que viajar 3 horas sólo para venir por éstos panqueques.— Concordó el alfa rizado.

Alfa Dominio // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora