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El tiempo había pasado sumamente rápido, aunque para la pareja de alfas, quiénes eran nuevos padres, no.

Ellos habían sentido todos y cada uno de los días, cada hora, minuto, e incluso segundo.

Decir que fué fácil sería una total y completa falacia; mientras Joaquín se recuperaba de su cirugía y del desgastante embarazo que tuvo, Emilio tuvo que pedir 2 semanas de permiso en su escuela, pues era el máximo periodo de tiempo que le otorgaban a los padres.

Contrataron a una omega algo mayor — no demasiado — que los ayudó en los quehaceres del hogar, llevando a cabo tareas cómo limpiar la casa, preparar comida saludable para Joaquín, e incluso ayudar a cuidar a los bebés.

El alfa castaño se estaba recuperando sorprendentemente bien, la comida ya no le causaba malestar alguno, además de que estaba ganando algo de peso debido a que ya no tenía nada en su interior que le robara sus nutrientes.

Los bebés, para la suerte de ambos, solían dormir casi toda la noche, despertando únicamente a las 5 de la madrugada para pedir de comer.

Cuándo los cachorros cumplieron el primer mes de nacidos fué que agradecieron a la omega por sus servicios, despidiéndola debido a que ya no sería necesaria. Joaquín se sentía más radiante que nunca.

Volvería a trabajar, y para su suerte podía llevarse a sus bebés a su propia oficina.

Ese día habían tenido su primera consulta después de nacidos para controlar que todo marchara de maravilla, y así había sido, ambos estaban muy sanos y fuertes.

Joaquín también había sido evaluado, obteniendo muy buenos resultados, pues había recuperado más de la mitad del peso perdido, y sus exámenes sanguíneos arrojaron buenos resultados.



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Ahora mismo se encontraba en su oficina terminando de llenar unos archivos que se le habían pedido. James dormía, mientras Azul se encargaba de cargar a Kia en sus brazos, platicando con la bebé cómo si ésta pudiera entender.

— ¡Oh, dios! ¡Al fin! — Exclamó Joaquín cuándo los documentos fueron enviados.

— Shh.— Azul lo hizo guardar silencio. — James duerme.

Joaquín sonrió, acercándose a la pequeña cuna que ya había instalado en ese lugar. Su bebé dormía plácidamente chupando su pequeño dedo pulgar inconscientemente.

— Ay, ésta niña es una hermosura cómo su hermano — Dijo enternecida.

— Obviamente, son mis hijos. — Presumió.

Y en realidad era así. Ambos bebés tenían la pequeña nariz del castaño, los ojos grandes y profundos cómo Emilio, con la única diferencia de que la mirada de Kia se asemejaba más a la de Joaquín. Ademas, James era el único de los dos que había heredado grandes labios, pues la niña parecía tenerlos más pequeños.

Alfa Dominio // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora