Emilio es el hijo del presidente del país, un alfa con una extraordinaria habilidad de tentarse a lo prohibido.
Joaquín es el hijo alfa de la mano derecha del presidente.
En una vida llena de hipocresía nunca se sabe lo que se debe esperar.
Adapta...
Los padres de Emilio y Joaquín no habían tenido tiempo alguno de planear sus reacciones. Sus hijos sabían ese secreto que esperaban llevarse a la tumba. No lo pudieron haber anticipado y ahora estaban sin palabras.
Ambos alfas habían salido de ahí con sus hijos en brazos, sin pronunciar palabra alguna hasta que estuvieron en la seguridad de su auto, lejos de las miradas de nadie en específico. Dentro soltaron un pesado suspiro, cómo si quisieran exhalar toda la tensión.
Emilio volteó al asiento trasero, los gemelos estaban acurrucados sentados en el regazo de Joaquín, pero el alfa castaño sólo miraba a algún punto en el auto, perdido.
— ¿Amor? — Murmuró suavemente.
Joaquín parpadeó repetidas veces hasta que lo miró, intentando sonreír.
— ¿Qué está mal?
El castaño negó, no quería, más bien, no se sentía capaz de hablar sin que el nudo de su garganta se liberara.
Emilio se dió cuenta de eso, por lo que salió del auto para volver a meterse, ésta vez en los asientos traseros. Pasó un brazo por los hombros de Joaquín y se pegó a él, tomando a Kia para ponerla en su regazo.
El castaño dejó caer las lágrimas de manera silenciosa, parpadeando para espantarlas aún sabiendo que éstas eran evidentes.
Emilio simplemente dejó que recargara la cabeza en su hombro hasta que se sintiera listo para decir algo.
— E-es una estupidez. — Soltó con su voz rota.
— No lo es si te hace llorar.
Joaquín sonrió amargamente, recomponiendo su postura mientras inclinaba la cabeza al lado contrario. Emilio entendió de inmediato, besando la marca que ahí estaba, lamiéndola de manera superficial sin segundas intenciones. Después el rizado le mostró el cuello y Joaquín enterró su nariz ahí, tranquilizándose con el aroma.
Su auto olía a su propio olor, también a café, y el toque azucarado que tenían los bebés por el hecho de ser bebés. Olía a hogar.
Entonces se aclaró la garganta e intentó hablar de manera calmada.
— Me duele de alguna manera que mis padres no demuestren el más mínimo cariño hacía mí. Q-quizás he sido un malagradecido por tirar su dinero invertido en mi e-educación p-pero-
— Hey no. Joaquín, tú mereces amor simplemente porque eres un ser humano increíble. Eres una buena persona. No estás obligado a ganarte el cariño de nadie. No los necesitas a ellos, ellos no son más tu familia, yo te amo, James te ama y Kia igual. Nosotros somos tu familia.
Al castaño volvieron a aguársele los ojos. — Yo... lo sé, sé que los tengo a ustedes y no necesito nada más, sólo que duele la indiferencia de ellos. Ni una sonrisa, abrazo, nada. Aunque siempre ha sido así, al igual que siempre he esperado que demuestren algo más.
Emilio besó su mejilla mientras los mellizos jugaban entre ellos con los pies del otro.
— Está bien, amor. Puedes sentirte mal, puedes llorar. Pero no dejes que eso te derrumbe, eres alguien muy fuerte que merece puras cosas buenas. Tú sabes que tanto tus padres cómo los míos son personas que no están bien ni consigo mismos, es imposible que lo estén con los demás.
Joaquín asintió, suspirando. — Sé que ellos pasaron cosas difíciles, pero no es mi culpa no tuya. Quizás ni siquiera de ellos. Emi, estoy feliz de que decidimos arriesgarnos, de verdad, desde que supe que estaba en estado todo ha sido demasiado irreal para mí, sólo te quiero agradecer por estar conmigo.
— No debes de agradecerme, ésto siempre fué algo de los dos, te amo, Joaquín, realmente lo hago.
El pecho de Joaquín se llenó de aquella calidez que sólo esas 3 personas podían brindarle.
Entonces lo miró. Tenía a su lado a un alfa que lo amaba demasiado, junto a dos cachorros que lo buscaban cómo su refugio cada vez que lloraban. Un par de ojos cafés gigantes que lo miraban cómo si fuera lo mejor de éste mundo, y dos pares de pequeños ojos que lo miraban de la misma manera, con amor y admiración.
Tenía un trabajo estable, tenía una buena vida, amigos incondicionales y su boda estaba a un día de suceder. Entonces, ¿realmente importaba preocuparse por personas huecas que nunca aportaron nada más que desgracia a su vida? No lo creía así.
Sus mejores momentos siempre son aquellos que pasa al lado de sus 3 personas favoritas, pero si de algo está seguro, es que hay algo mejor que aún está por venir.
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