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NARRA MARK

Cuando terminamos de ensayar, decidimos bajar a tomar algo al bar que se encontraba justo al lado del estudio. No era un local demasiado grande, pero era bastante acogedor.

—A este paso no vamos a encontrar nunca a nadie que toque la batería —Se quejó Mia y se dejó caer sobre el sillón que estaba a un lado de la mesa. Al otro lado solo había un par de sillas normales, sobre las cuales ocupamos Noah y yo.

—Solo necesitamos tener paciencia —Noah cogió el papel que estaba encima de la mesa para decidir qué iba a pedir—. Creo que me voy a tomar un batido, tienen buena pinta.

—Yo conozco a alguien que toca la batería —Intervine. Cuando les oía hablar sobre buscar a alguien que tocase la batería siempre se me venía a la cabeza la misma persona, sabía que ella era perfecta para ese puesto, iba a encajar a la perfección en la banda.

El camarero se acercó a la mesa para tomar nuestro pedido y cuando se fue, Mia volvió a hablar:

—¿Por qué no lo has dicho antes?

—Porque no creo que vaya a querer hablar conmigo —El camarero dejó nuestras bebidas encima de la mesa y acto seguido se fue a atender a otros clientes—. Y tampoco sé si sigue tocando a día de hoy —Añadí mientras cogía mi cerveza para darle un sorbo.

—Pues entonces no sirve de nada —Noah cogió su batido y con la cuchara empezó a comer la capa de nata que traía por encima.

—¿Puedes intentar hablar con ella y pedírselo? Por favor —Pidió Mia.

—Puedo intentarlo, pero no prometo nada.

(...)

Tuve suerte de encontrar aparcamiento justo enfrente del local donde trabajaba mi amiga. Me quité el casco y me bajé de la moto para dirigirme a la puerta. Notaba una presión en el pecho, los nervios me habían golpeado de pronto y tenia miedo de como fuese a reaccionar ella. Además, no podía evitar preguntarme cómo de cambiada estaría, hacía ya años desde la última vez que había coincidido con ella.

Solté un suspiro y abrí la puerta antes de que pudiese arrepentirme. El estudio de tatuaje estaba decorado con estilo minimalista y detrás del mostrador había un corcho, que cubría gran parte de la pared, donde colgaban diferentes dibujos que había hecho mi amiga. Siempre había sido una gran artista.

Alaska salió de una de las habitaciones al escuchar la campanilla de la puerta sonar y cuando sus enormes ojos marrones se encontraron con los míos pude notar cómo su cuerpo se tensaba de pronto. Sabía que de todas las personas que podrían haber entrado por esa puerta, nunca se hubiese imaginado que iba a ser yo.

—¿Qué haces aquì? —Preguntó sin rodeos mientras se llevaba uno de sus largos mechones detras de la oreja.

Seguía tal y como la recordaba. Su estilo no había cambiado para nada y lo único nuevo en ella era un piercing en su labio inferior, el cual le quedaba demasiado bien.

—¿Es tuyo el estudio? —Evité su pregunta.

—Sí —Respondió cortante—. Si quieres tatuarte, yo no voy a ser quién lo haga, así que si solo has venido hasta aquí para eso, pierdes tú tiempo.

—En verdad no he venido aquí para eso —Cambié el casco de la moto de mano y guardé mi mano libre en el bolsillo de la cazadora—. Vuelvo a formar parte de una banda.

Alaska soltó una carcajada de incredulidad y dejó la carpeta que llevaba sosteniendo todo este rato encima del mostrador.

—¿Y a mí qué me importa?

—Necesitamos un batería y tú serías perfecta —Fui directo al grano, sabía que su paciencia se estaba agotando—. El cantante es increíble y la bajista también. Además, creo que encajas demasiado bien en la esencia del grupo.

Alaska se quedó callada durante unos segundos mientras jugaba con uno de sus múltiples anillos.

—Haz el favor de largarte —Se giró para dirigirse hacia la dirección de la que había salido cuando había llegado.

Le cogí con suavidad de la muñeca antes de que se alejase más de mí.

—Por favor, Alaska —Pedí—. Tengo una grabación de un trozo de los ensayos, escúchalo, sé que te va a gustar.

Ella hizo un movimiento brusco para soltarse de mi agarre y se volvió a voltear para mirarme.

—Mark, el día que te dije que no quería volver a verte en mi vida, hablaba totalmente en serio —Respondió—. Tengo que trabajar y no vuelvas nunca más por aquí —Sentenció antes de desaparecer de nuevo de mi vista.

Sabía que no era buena idea venir, aunque por intentarlo no perdía nada. Pensaba que después de tanto tiempo, igual ya me había perdonado, pero estaba claro que no.

Salí del estudio y me puse el casco de nuevo. Era hora de volver a casa.

Cuando llegué a casa me sorprendió mi padre esperando sentado en el sofá. A veces se me olvidaba que seguía teniendo las llaves de mi apartamento, pero me molestaba que viniese sin avisar.

—¿De dónde vienes? —Cerró el libro que estaba leyendo y se levantó para acercarse a mí mientras se acomodaba la corbata.

—No tienes que controlar cada acción que hago —Tiré la chaqueta de cuero sobre una de las sillas de la cocina y abrí la nevera para coger algo de beber, pero mi padré cerró la puerta de la nevera antes de que pudiese decidirme—. ¿Qué haces?

—Sabía que no te acordaría de que hoy tenemos un evento importante —Miró su reloj—. Ve a ducharte y ponte el traje que te he dejado encima de tu cama, tenemos que irnos en media hora.

—No voy a ir a ningún sitio —Cogí mi chaqueta para buscar mi cajetilla de tabaco, pero no estaba en ninguno de los bolsillos. Se me debía haber caído en algún momento.

—Mark Wright —Mi padre me quitó la chaqueta de las manos—. No te lo pienso volver a repetir, preparate ya, que nos vamos.

Solté un resoplido y me dirigí al cuarto de baño. Mi padre no se iba a ir de allí sin mí. Me desvestí y me duché lo más rápido que pude para enfundarme en el traje que me había traído mi padre. Se ajustaba perfectamente a mí y me miré al espejo para asegurarme de que estaba perfecto, no quería tener que recibir una bronca más de mi padre por mi aspecto.

No me acostumbraba a tener que ir vestido tan elegante, pero a la vez era consciente de que me veía increíble en traje.

Salí de la habitación y mi padre abrió la puerta de la entrada para irnos de una vez. Cuando bajamos, ya nos estaba esperando el chófer de mi padre para dirigirnos al hotel donde se iba a celebrar el evento.

—Espero que no montes ninguno de tus numeritos —Me amenazó antes de bajar del coche.

—Gracias por traernos —Le agradecí al chófer y salí para seguir los pasos de mi padre.

Atravesamos el lujoso hall del hotel para dirigirnos a los ascensores y una vez dentro, mi padre pulsó el botón que nos llevaría hasta la última planta, donde se encontraba el restaurante. Me acomodé la corbata y un pequeño sonido indicaba que ya habíamos llegado a nuestra planta. Las puertas se abrieron de nuevo y nos dirigimos a la enorme mesa donde estaban todos los accionistas sentados. Aquí daba comienzo mi pesadilla. 

RockstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora