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NARRA MIA

Habían pasado varios meses y ya solo quedaban un par de días para Navidad. Mi época favorita del año había llegado. Me encantaba ver las calles decoradas con las luces y todos los escaparates con decoraciones navideñas.

Noah se había ido a nuestra ciudad natal durante unos días para pasar estas fiestas con su familia, por lo que me había quedado completamente sola. Mi madre tenía un viaje de trabajo, por lo que no tenía con quien pasar estas fechas así que decidí quedarme aquí.

En estos meses habían pasado bastantes cosas. Habíamos ganado más seguidores en la cuenta que habíamos creado en diferentes redes sociales de la banda y ya parecía que empezábamos a tener algunos fans. Por otro lado, nos habían llamado de más locales para ir a tocar los fines de semana, por lo que todas las semanas teníamos alguna actuación.

Todos estábamos emocionados.

Finos copos de nieve caían con delicadeza mientras me daba un pequeño paseo por el centro de la ciudad. Mis auriculares aislaban los ruidos de los coches y me detuve frente al escaparate de una tienda de música. HeatStroke había sacado un pequeño álbum especial para celebrar estas fechas y, allí estaba expuesto. Ver a Jack ya no me generaba malestar. Obviamente me molestaba la manera en la que se había ido y cómo había estado actuando, pero todo aquello se había quedado en el pasado. Ahora ya solo me alegraba de que estuviese cumpliendo su sueño.

Seguí caminando sin rumbo. En una de las plazas me crucé con un grupo de personas que estaban cantando villancicos frente a la enorme pista de hielo que habían puesto para que la gente pudiese ir a patinar durante estos días.

Mi teléfono comenzó a sonar sacándome de mis pensamientos e interrumpiendo la música que tenía reproduciendo.

—¿Mark? —contesté confusa.

—Mira a tu derecha.

Hice lo que me dijo y pude verle al otro lado de la calle. Me saludó con la mano y mientras colgaba se apresuró a cruzar el paso de peatones para llegar donde me encontraba. Iba vestido en traje y con un abrigo que llevaba sin abrochar. Un par de mechones dorados caían sobre su frente.

—¿Qué haces por aquí? —pregunté mientras me quitaba los auriculares y los guardaba en el bolsillo de mi chaqueta.

Su nariz y mejillas estaban sonrojadas por culpa del frío. 

—Esto tendría que preguntarte yo a ti. Pensaba que te habrías ido con Noah para ver a tu familia. —Se abrochó el abrigo y guardó las manos en los bolsillos—. Yo acabo de salir de la empresa de mi padre y estaba volviendo a casa.

—Estas Navidades me toca estar sola, mi madre tiene que trabajar. —Me encogí de hombros—. Pero no pasa nada, ya no es la primera vez que me pasa y ya tendré otra ocasión para ir a verla.

—¿Por qué no lo dijiste? —contestó un poco molesto—. Obviamente no voy a dejar que estés sola en casa.

—No quiero...

—No molestas —me interrumpió. Había adivinado por completo cuál iba a ser mi respuesta—. Anda, vamos.

—¿Adónde? —pregunté un poco confundida.

—A mi casa.

Él empezó a caminar y yo seguí sus pasos. Me daba un poco de vergüenza ir a su lado. Él iba tan elegante y yo había salido de casa en chándal. Por suerte, su casa no quedaba muy lejos, por lo que no tardamos mucho en llegar.

Mark sacó las llaves del bolsillo y minutos más tarde ya nos encontrábamos en su piso. Al entrar sentí como el calor golpeaba mi cara helada. Me deshice de mi abrigo y me acerqué a un radiador para calentarme las manos.

RockstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora