17

13 3 17
                                    

NARRA MIA

Dirigí una mirada a los cuadros que había colgados de las paredes. Ya había tenido suficiente allí, solo quería irme a mi casa a dormir. Además, mañana tenía que madrugar para ir a trabajar.

Abandoné la mesa de los canapés y salí a la terraza donde un rato atrás había estado Mark con su padre. La brisa fresca acarició mi cara y sentí un gran alivio. Necesitaba tomar un poco de aire fresco. Me acerqué hasta la barandilla y me asomé un poco para apreciar las vistas.

No me había equivocado, las vistas desde allí arriba eran increíbles. Ya había caído la noche sobre la ciudad, por lo que las diferentes luces destacaban en la oscuridad. Los coches parecían de juguete desde allí arriba y a lo lejos se podía ver el mar.

Apoyé mis brazos sobre la barandilla y perdí mi mirada en el horizonte. No todos los días se podía estar en el edificio más alto de la ciudad y disfrutar de aquel paisaje.

—¿Te estás aburriendo mucho? —La voz de Mark me sacó de mis pensamientos. Se había colocado a mi lado y estaba sacando un cigarro que no tardó en parar en sus labios—. Siento no haber podido estar mucho contigo, mi padre me tiene hablando con todos sus invitados sin parar —se quejó.

Encendió su cigarro y le dio una calada. Tras asegurarse de que el humo iba en dirección contraria a donde yo me encontraba, se apoyó en la barandilla y me recorrió con la mirada.

—Me he estado entreteniendo con los canapés —respondí—. Creo que no me he dejado ninguno sin probar.

—Veo que mi padre ha acertado con el catering. —Empezó a reír.

Un silencio se formó entre nosotros, pero no era para nada incómodo.

—¿Está todo bien? Antes me pareció que estabas discutiendo con tu padre —volví a hablar.

—Es algo normal entre nosotros. —Se giró para apoyar esta vez su espalda contra la barandilla—. Estoy ya cansado de hacer aquí el paripé, ¿nos vamos? —preguntó tras mirar su reloj.

—¿Estás seguro de que podemos irnos?

—No, pero me da igual. —Apagó el cigarro en uno de los ceniceros que había en una de las mesas—. ¿Vamos? —Guardó las manos en los bolsillos del pantalón y ambos empezamos a caminar para entrar de nuevo a la sala donde estaban todos los invitados.

Seguí los pasos de Mark, quien avanzó hasta salir de allí tras despedirse de forma genérica y pulsó el botón para llamar el ascensor

—Algo me dice que esto no le va a gustar a tu padre —murmuré y cuando entramos al ascensor vimos a parecer a su padre en el pasillo.

—Mark, vuelve... —Las puertas del ascensor se cerraron dejándole con la palabra en la boca.

—¿Estás seguro de esto? —pregunté mientras mis ojos azules se dirigían hacia él.

—Cosas peores he hecho —respondió mientras se aflojaba la corbata y desabrochaba los dos primeros botones de su camisa.

Las puertas del ascensor se volvieron a abrir dejándonos salir a la calle. Estaba deseando subirme al coche. Los tacones me estaban matando, pero para mi sorpresa, allí ya no estaba aparcado el automóvil en el que me había ido a buscar.

—El chófer de mi padre se llevó antes el coche y no va a volver hasta que venga a buscar a mi padre, en teoría íbamos a volver con él —informó.

Tras escuchar eso, me senté en uno de los escalones que había a la entrada y me empecé a desabrochar los tacones. Me negaba a tener que caminar un solo paso más con ellos.

Cogí mis sandalias y empezamos a caminar para dirigirnos a mi casa. Íbamos caminando en silencio y yo solo podía pensar en las ganas que tenía de llegar a casa para tumbarme en mi cama.

Ya solo estábamos a unos cuántos minutos para llegar a casa cuando pasamos por delante de una pizzería. El olor hizo que mi estómago comenzase a rugir. Había comido algunos canapés, pero solo me habían servido para contener mi sensación de hambre durante un poco.

—¿Quieres cenar algo? —preguntó Mark, que pareció haberme leído la mente—. Yo tengo bastante hambre. —Asentí—. Ahora vengo —dijo y entró al interior de la pizzeria, pero segundos más tarde volvió a salir—. ¿De qué la quieres?

—Cuatro quesos está bien.

Tras eso, volví a perderle de vista en el interior del local y yo saqué el teléfono del bolso para mirar qué hora era. Ya se estaba empezando a hacer tarde.

—Listo —dijo Mark mientras salía con dos cajas de pizza que olían demasiado bien.

Cruzamos la calle y bajamos a la playa. Mark dejó las cajas sobre la arena y, a continuación, ambos nos sentamos para empezar a comer. El vestido me incomodaba un poco y deseaba poder llevar mis cómodos vaqueros, pero ya no quedaba mucho para poder deshacerme de él.

—El catering de tu padre muy bueno, pero está muchísimo mejor esto —dije tras dar el primer bocado.

Mark empezó a reír y cogió un trozo de pizza.

—Eso no se lo diré a mi padre —Le dio un bocado y asintió con la cabeza—, aunque tienes toda la razón. —Durante unos segundos se me quedó mirando, como pensando si decir algo o no—. ¿Qué te dijo Sara? La chica que se acercó a hablar conmigo.

—Nada. —Me encogí de hombros sin darle más importancia—. Como estaba sola vino a presentarse. —Aproveché para beber un poco de agua, ya me notaba la garganta seca—. ¿Tú me vas a decir por qué he tenido que fingir ser tu novia?

—Mi padre tuvo que comprar unas fotos mías a la prensa para no dañar su imagen ni la de la empresa —respondió—. A raíz de eso, se le ocurrió intentar juntarme con la hija de uno de los accionistas, según él, para asentar la cabeza. Así que me inventé que ya había alguien.

—¿La chica era Sara?

Él asintió.

—No la soporto durante más de cinco minutos, imagina tener que estar saliendo con ella. —Mark miró la hora en su teléfono—. Si quieres te acompaño ya hasta casa, es tarde y supongo que mañana tendrás que ir a trabajar.

—Sí, debería irme ya, pero no hace falta que me acompañes, ya...

—No voy a dejarte ir sola tan tarde, aunque solo sean cinco minutos. No me voy a morir por caminar. —Empezó a recoger las cajas y cuando se puso en pie se sacudió la arena del pantalón.

Yo seguí su ejemplo y recogí las sandalias. Dejarlas abandonadas en la playa no era una opción después del excesivo precio que había pagado Mark por ellas.

Él ya había comenzado a caminar y yo le seguía unos pasos más atrás. Tiró las cajas en un contenedor y se detuvo en la acera para esperarme. Una vez estuve a su lado seguimos caminando hasta mi portal. En un abrir y cerrar de ojos ya habíamos llegado. Saqué las llaves de mi bolso y dirigí mi mirada hacia Mark. Bajo la oscuridad de su noche sus ojos claros parecía negros.

—Gracias por acompañarme. —Le dediqué una sonrisa.

—Gracias a ti por hacerme este favor. —Me devolvió la sonrisa—. Buenas noches, Mia.

RockstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora