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NARRA MARK

Cuando terminé de atar los cordones de los zapatos, guardé la cartera en el bolsillo interno de la americana y me dirigí al salón para coger las llaves tanto de casa como de la moto. Las guardé en el bolsillo del pantalón mientras cogía el casco de la moto. Antes de salir me miré en el espejo de la entrada y tras eso, abandoné mi apartamento.

Una vez más iba justo de tiempo, pero ya estaba acostumbrado a las broncas de mi padre, por lo que, una más o menos no iba a afectarme demasiado.

Subí a la moto y gracias a que no había demasiado tráfico conseguí llegar en menos tiempo del que esperaba a la empresa de mi padre. Tras aparcar, me quité el casco y me acomodé la corbata.

—Buenos días, señorito Wright —saludó uno de los empleados de mi padre mientras esperaba a que las puertas del ascensor me permitieran el paso.

—Buenos días —respondí con una sonrisa y un pitido anunció que el ascensor ya había llegado a mi planta.


Cuando las puertas se abrieron, celebré que no había nadie en su interior, lo último que me apetecía ahora era tener una charla incómoda de ascensor que no iba a ir a ningún lado. Pulsé el botón que me llevaría hasta la última planta. Me miré al espejo y empecé a acomodarme un poco el pelo. De llevar el casco me había despeinado un poco.

Salí del ascensor con el casco de la moto colgando de mi antebrazo y cuando entré a la sala de reuniones no quedaba nadie. Nadie excepto mi padre.

—A buenas horas decides aparecer —dijo sin levantar la mirada de los papeles que tenía esparcidos sobre la mesa y que estaba guardando en unas carpetas—. ¿Algún día vas a dejar de comportarte como un niño inmaduro y malcriado?

—No esperaba tardar tanto, había mucho tráfico —mentí.

Mi padre cerró el portátil y esta vez sí que me miró. Parecía más enfadado que de costumbre.

—A partir de ahora, irá a buscarte el chófer a casa. Así me aseguro de que estarás aquí a tiempo. —Iba a quejarme, pero mi padre levantó su mano como señal de que no le interrumpiera—. Y vas a terminar con la camarera esa.

—La camarera tiene nombre y se llama Mia —contesté enfadado, sobre todo por cómo la había tratado el día de la cena—. ¿En qué estabas pensando el otro día? ¿En serio pensabas que iba a aceptar tu dinero? —Apoyé las manos sobre el respaldo de una de las sillas.

—Conozco a la gente de su clase, todos tienen un precio —respondió con tranquilidad—. Mañana va a venir a cenar a casa el señor Evans y va a venir su familia. Su hija...

—Otra vez con lo mismo. —Solté un suspiro. Estaba cansado de tener esta conversación—. No soporto a Sara, no quiero cenar con ellos y más importante, no voy a dejar a Mia.

—Te prohibo que sigas con esa chica. —Elevó su tono de voz y yo apreté con fuerza mis dedos contra la silla.

—¿Me prohibes? Estoy harto de que intentes controlar mi vida constantemente, pero de ahí a decirme con quién puedo estar o no ya es pasarse. —Sin darme cuenta había empezado a gritar.

—Ese tono Mark —advirtió mi padre mientras se acercaba hacia mí—. Yo solo quiero lo mejor para ti y para la empresa.

—Querrás decir para la empresa —puntualicé y empecé a caminar para salir de la sala.

—Por tu bien espero que mañana no faltes a la cena —amenazó mi padre antes de que la puerta se cerrase a mi espalda.

Mientras esperaba el ascensor saqué el móvil del bolsillo y vi que tenía varios mensajes sin leer del grupo de la banda. Se me había olvidado que hoy teníamos ensayo.

RockstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora