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NARRA MIA

Estaba sentada de rodillas frente la pequeña mesa que había delante del sofá cuando la puerta de casa se abrió dejando ver a Noah, quien llegaba de trabajar.

—Hola —saludé con una sonrisa y él me hizo un gesto con la cabeza mientras se quitaba los auriculares

—¿Qué haces? —Su tono de voz reflejaba la curiosidad que sentía tras verme con un cuaderno delante mía.

—Estaba intentando pensar un nombre para la banda. —Me levanté para dirigirme a la cocina a empezar a hacer la comida—. No podemos pretender que nos dejen actuar en algún sitio, si ni siquiera tenemos nombre.

Minutos más tarde, Noah también entró a la cocina tras dejar sus cosas en la habitación y se puso a ayudarme con nuestra comida.

—¿Y se te ha ocurrido algo?

—De momento nada que me guste. —Me encogí de hombros—. Mañana se lo diré a Mark y a Alaska en el ensayo, a ver si a ellos se les ocurre algo.

—Yo también intentaré pensar algo, aunque ya sabes que lo nombres no son mi fuerte.

—De verdad, no veo el momento de poder tocar en algún sitio. —Dirigí durante unos instantes toda mi atención a cortar un par de tomates, no me gustaría que mi dedo acabase troceado también—. Desde que vi actuar al grupo aquel en el bar que trabajo no paro de imaginarnos a nosotros encima de ese escenario.

—Poco a poco. —Noah me dedicó una sonrisa—. Para empezar, tenemos que acostumbrarnos a tocar los cuatro juntos y, además, no creo que tengamos suficientes canciones como para poder actuar.

—Lo sé —Serví la comida en dos platos y los dejé encima de la mesa—, pero lo más difícil, que era encontrar al miembro que nos faltaba ya está hecho. Ahora nuestro objetivo es mucho más sencillo, ensayar y componer. —Noah sacó un par de tenedores y cuchillos del cajón y los dejó sobre la mesa—. Y eso último a ti se te da genial, por lo que tenemos el éxito asegurado.

—Me estoy empezando a sentir un poco presionado —bromeó y se sentó para empezar a comer.

Empezamos a comer en silencio, pero una duda no había parado de rondar mi cabeza desde que ayer a la noche había llegado a casa del trabajo.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Sabes que sí —respondió tras tragar.

—¿Te ha escrito Jack?

Noah negó.

—¿Te ha escrito?

—No. —Pinché un par de trozos de lechuga—. Ayer cuando estaba en The Velvet Rock con Mark estuvo sonando una canción de su grupo. —Empecé a decir mientras intentaba que mi voz no se quebrara—. No había vuelto a pensar en él hasta ayer y pensaba que ya no me dolía, pero me equivocaba. Cuando llegué a casa no pude evitar preguntarme si igual había intentado hablar contigo. No sé, igual conmigo le resultaba más difícil la situación que contigo.

—Me encantaría poder decir que he tenido noticias de él, pero no. —Se encogió de hombros—. Y llegados ya a este punto, dudo mucho que nos vaya a escribir en algún momento.

(...)

A la tarde, Noah se tenía que ir a hacer unos recados y como yo tenía el día libre decidí coger mis auriculares y salir a dar un paseo. Hacía muy buen día y sería una pena desaprovecharlo quedándome encerrada en casa.

Antes de salir, guardé mi cartera y las llaves en mi tote bag. Me puse las gafas de sol a modo de diadema y ya estaba lista para salir de casa. Cerré con llave y bajé las escaleras a buen ritmo, quería llegar cuanto antes a la calle.

No llevaba demasiado tiempo viviendo en esta ciudad, por lo que todavía tenía muchas cosas para descubrir. Puse a reproducir una de mis playlist favoritas, me acomodé las gafas de sol y comencé a andar sin rumbo fijo. Iba guiándome por las calles que más me llamaban la atención hasta que llegué a un parque por el que no pasaba demasiada gente.

Decidí adentrarme en él y tras seguir por diferentes caminos, decidí tomar un descanso y sentarme en uno de los bancos. Tras esto, saqué mi teléfono del bolso y decidí buscar el nombre de Jack en Google. Lo que no sabía, es que aquella iba a ser una de las peores decisiones que habría tomado en estos últimos días.

Todo lo que me salieron fueron recientes noticias de rumores que apuntaban al romance que había entre él y la cantante del grupo. Noté como mi mandíbula se tensaba y bloqueé el móvil. Sabía que seguir leyendo aquello no me iba a hacer ningún bien.

Luché porque las lágrimas no salieran de mis ojos, pero fue inútil. Fui incapaz de contenerlas y un par de lágrimas recorrieron mis mejillas.

¿Tan poco le había importado?

Sequé mis lágrimas y me levanté del banco. No iba a quedarme allí llorando toda la tarde. Si él había pasado página, yo también iba a hacerlo.

RockstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora